Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

La cultura no es más lo que nunca fue

Como el sustantivo “homicidio” remite al ser humano, y “asesinato” me resulta demasiado crudo, hablaré eufemísticamente de una “ejecución”: en el 2013, el lápiz rojo del Instituto Goethe ejecutará a la revista Humboldt: «¡Ha llegado Zampanó!», como gritaba la inefable Gelsomina –¡genial la petisa Giulietta Massina!– en la conmovedora La Strada, de Fellini.

Humboldt la fundó Albert Theile el año 1960, con ediciones en español y en portugués, y en un principio tuvo un centro de gravedad marcadamente literario, el cual, como una cajita china, iba teniendo a su vez otros centros de gravedad; la lírica, las bellas artes. Luego, tras el retiro de Theile, las páginas de Humboldt fueron abriéndose cada vez más y más a un abanico de temas sociales y humanísticos, a través de números monográficos como los espléndidos tres últimos, hasta ahora:        el 156, dedicado a la mediación artística, el 157, a la “Protesta 2.0”, y el 158, sobre “La Educación: Entre el corazón y la razón”.

Editada por InterNationes y financiada por el ministerio alemán del Exterior + la oficina federal de Prensa, Humboldt pasó a depender del Instituto Goethe cuando InterNationes se fusionó con él, allá por el 2001. Y ese # 158 que acabo de mencionar, con seguridad será el penúltimo. La cultura del lápiz rojo gravita sobre su cabeza como la ominosa espada de Damocles.

No existe en todo el ámbito de la lengua castellana una revista comparable a Humboldt, ni en la calidad del contenido ni en la presentación gráfica, que han alcanzado un grado óptimo de simbiosis. Abrir sus páginas es como abrir ventanas y ventanas hacia el mundo. Es el alimento espiritual de una comunidad de lectores que todavía saben apreciar complejas composiciones estéticas de texto e imagen, priorizándolas sobre la cultura de las tapas y canapés culturales que se ofrecen en el buffet de las redes sociales.

Humboldt es, sí, el alimento espiritual de una amplia comunidad de lectores que algunos, como yo, la siguen sin desmayo desde que la conocieron: en mi caso fue allá por enero 1965, en la redacción para América Latina de la Radio Deutsche Welle, que me acababa de contratar. Con el tiempo, además, me fue concedido el privilegio de traducir para Humboldt, tanto del alemán como del portugués, y lo llevo haciendo desde hace ya casi treinta años. Amén de ello, durante un par de años pertenecí a su Consejo Asesor y conozco de primera mano el rigor y la seriedad con que allí se trabaja, e incluso pude convencer a Juan Goytisolo para que aceptase ser miembro de su Consejo Editorial, en el que, por sólo citar un par de nombres, también figuran Beatriz Sarlo, Sebastião Salgado y Werner Herzog.

Pero de repente llegó la crisis y como, según es público y notorio, la cultura no es más lo que nunca fue, lo primero que los ejecutivos atacan lápiz rojo en mano es la cultura. Así por ejemplo, en España, diciembre 2011, “desaparecieron” sin la menor necesidad la fabulosa Revista de Libros, que a lo largo de quince años se había convertido en el mascarón de proa de la crítica literaria independiente en nuestro idioma. Hoy en día esa crítica, creanmeló, ya no existe sino con cuentagotas y a cargo de francotiradores.

Humboldt está sentenciada a correr la misma suerte (¡suerte, qué palabra tan grata al dios Jano!), y el escándalo es que se trata de una cosa decidida donde sólo cuentan los números y no las ideas. Ahora bien: los ejecutivos del lápiz rojo olvidan que si la “desaparecieran” no serrucharían nomás una rama, sino parte del propio árbol. El siguiente lápiz rojo, superior en la jerarquía, podría tachar sencillamente al propio Instituto Goethe. Y quedarse tan tranquilo. A los políticos jamás les interesa la cultura sino como pluma en el sombrero.

*************************************************

Comentarios