Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Bob Dylan, Premio Nobel de Literatura

Hoy es un día grande para la Literatura. Hoy es el día en que la Academia Sueca le entrega su Premio Nobel, por la primera vez, a un autor de letras de canciones, a un poeta al modo antiguo, el de Homero, el de Safo, el de Anacreonte. Un poeta que se llama en el siglo Bob Dylan y es nativo de los Estados Unidos del Norte de América ubicados entre los Estados Unidos Mexicanos y el Dominio del Canadá. Ni siquiera un nombre propio tiene su país. Viene, pues, de un país sin nombre. Pero sabe de lo que habla. Y José María Ruiz Palacio, desde la orilla del Caribe colombiano, nos ha vertido a lengua de Castilla algo de lo que habla.


SEÑORES DE LA GUERRA

Vengan señores de la guerra;
ustedes que fabrican armas,
mortíferos aviones,
bombas,
ustedes que se esconden tras los muros,
tras los escritorios;
sólo quiero que sepan
que los distingo, sé quienes son,
a pesar de sus máscaras.

Ustedes que no hacen nada
diferente a destruir,
para luego cobrar por construir.

Juegan con mi mundo
como si fuera de ustedes,
ponen un arma en mi mano
y se esconden,
me dan la espalda y corren bien lejos
cuando las balas silban sobre nuestras cabezas.

Como los Judas que son
mienten y engañan
al hacernos creer que
una guerra mundial puede ser ganada:
¿quieren que les crea?

Pero veo a través de sus ojos
y de su podrido cerebro
como veo a través del agua
que corre por las alcantarillas.

Ustedes calibran los gatillos
para que otros disparen,
luego se apartan y esperan.
Cuando las listas de muertos aumentan,
ustedes se esconden en sus mansiones
mientras la sangre de los jóvenes
fluye de los cuerpos
que se hunden en el barro.

Ustedes han propagado el peor de los miedos
que jamás pueda ser gritado;
miedo a traer hijos
a este mundo.
Por haber amenazado a mi hijo
el que todavía no ha nacido y no tiene nombre,
ustedes no valen la sangre
que corre por sus venas.

¿Cuánto sé yo
para hablar así de lo que pretenden que no vea?

Puede que ustedes digan que soy joven,
que soy ignorante,
pero hay algo que sé,
aunque sea más joven que ustedes,
y es que ni siquiera Jesús jamás
perdonaría lo que han hecho.

Permítanme hacerles una pregunta:
¿es tan bueno su dinero?
¿les servirá para comprar perdón?
¿de verdad creen que lo hará?
Me parece que descubrirán
cuando la muerte les cobre su peaje,
que todo el dinero que acumularon
nunca podrá salvar su alma.

Y espero que mueran,
y que su muerte venga pronto.

Iré tras el cortejo de sus ataúdes
en la pálida tarde
y esperaré, mientras los sepultureros
bajan sus cuerpos a la fosa,
para luego bailar sobre sus tumbas.

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