Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Antología de páginas : Marcos Ana

Dentro de esta antología que voy haciendo acá de manera irregular pero constante, quiero incluir hoy una página de las memorias de Marcos Ana, el poeta español emblemático del antifranquismo, encarcelado por los días en que lo estuvo Miguel Hernández, y que recién saldría de prisión en 1961, siendo uno de los primeros presos politicos liberados gracias a Amnistía Internacional. Pues bien, en esas memorias, tituladas Decidme cómo es un árbol, Marcos Ana escribe lo siguiente:

«Con motivo de su 50 aniversario, rendimos un homenaje a Miguel Hernández. Este homenaje fue el mejor, técnicamente, por la experiencia adquirida, y humanamente por el material que ofrecía la tragedia inmensa de su vida y de su muerte. Fue representado en la primera galería [del penal de Burgos].

«El título general era Sino sangriento (Homenaje a voz ahogada de Miguel Hernández).

«Constaba de tres actos y un prólogo. El primer acto, “Rayo que no cesa”, el segundo “Vientos del pueblo” y el tercero “Cancionero y romancero de ausencias”, recordando a tres de sus libros más capitales. A través de estos poemas y de la época en que fueron escritos, iba apareciendo la vida de Miguel, sus tiempos de amor y de guerra, su calvario y su angustiosa muerte en 1942 en la prisión de Alicante.

«Preparamos el texto que iban a declamar cinco narradores. Un pequeño coro ponía una música de fondo, con unas flautas hechas con la caña de una escoba, cerradas en los extremos con papeles de fumar sujetos con una goma, lo que producía una melodía indefinible, pero hermosa, como si en ella se dieran cita el agua y los metales.

«Y una noche, cuando cerraron la galería, sobre un escenario improvisado, acotado por sábanas y mantas, celebramos el acto más impensable en las condiciones de una cárcel franquista. Desde las ventanas que daban al patio, unos presos vigilaban para evitar ser sorprendidos.

Los cinco relatores, dos visibles y tres ocultos, iban desgranando el texto con la voz ahogada por la emoción, ante unos cientos de presos que sentados en el suelo apretaban su corazón, mientras en el silencio terrible de la cárcel se escuchaban los pasos de los guardianes y el “alerta” circular de los centinelas.

«Recuerdo aún con emoción, cuando se abrían las cortinas, con el escenario vacío, en un silencio casi religioso escuchar, sobre el fondo de la marcha fúnebre, una voz triste, que se iba acercando, alertando de la tragedia, repitiendo sin cesar y elevando su volumen: ¡Miguel ha muerto! ¡Miguel ha muerto! ¡Miguel ha muerto!, a la que se iban agregando otras voces, en un eco estremecido según se iba extendiendo y aproximando la noticia.

«Seguro que jamás se rendirá a Miguel Hernández un homenaje con más pasión, más peligro y generosidad que el celebrado aquella noche en la prisión de Burgos»

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