Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Anna Jonas (* 8.6.1944 –† 13.3.2013)

Hace aproximadamente un mes me pidieron un texto para un libro homenaje a una persona muy querida. Escribirlo me hizo revolver muchos viejos archivos, y en uno de ellos me volví a encontrar, al cabo de casi tres décadas, con Anna Jonas.

Conocí a Anna en Berlín, en 1982, durante las jornadas febriles del Festival Horizontes, la mayor muestra de cultura y de arte latinoamericanos que se haya celebrado nunca jamás, dentro y fuera de América Latina: literatura, pintura, fotografía, ballet, coloquios intelectuales, teatro, cine, música clásica, salsa, tango, folkore nada faltó en aquél irrepetible acontecimiento.

La conocí a Anna el 1.° de junio, en un coloquio sobre “Mujer y literatura”, cuyo panel integraba ella junto a Claribel Alegría, Cristina Peri Rossi y Elena Poniatowska, amén de  otra alemana, Ute Stempel. Y desde el primer momento hubo muy buena química entre nosotros. Me regaló un ejemplar del único libro de poemas que tenía publicado, le hice una larga entrevista para mi emisora. Luego, en vísperas de un viaje suyo para dar conferencias en Colombia, me mandó un ejemplar de su segundo poemario, Sophie und andere Pausen [Sofía y otras pausas], y justo porque sabía que estaba yendo a Colombia y pensaba leer poemas en algún recital, me ofrecí a traducirle una media docena de los suyos que ya conocía. En total le traduje diez.

El 19 de marzo de 1984, pronto hará 30 años, me mandó una postal, una vista aérea del centro de Bogotá (a la derecha se ve la plaza de toros, rodeada de rascacielos). Y en ella me decía: «Tus traducciones tienen mucho éxito. Lo que más gusta es la “Canción para Marcus”, la gente que entiende alemán está fascinada de [sic ] tu traducción. Felicidades!»

A su regreso creo que llegamos a vernos todavía una vez más. En aquellos tiempos yo viajaba unas tres o cuatro veces al año a Berlín, por motivos profesionales, y casi siempre organizaba el hueco para reunirme con ella, comer juntos, al menos tomar una copa. Y un día, de repente, Anna desapareció de la pantalla de radar de todo el mundo. Nadie sabía nada de ella, nadie daba norte de dónde estaba. En un encuentro de autores alemanes y españoles en Madrid le pregunté a Günter Grass, que había trabajado codo a codo con ella en el sindicato de escritores (donde Anna era activísima), y me dijo que tampoco él sabía nada, que parecía que se la hubiese tragado la tierra. Y así durante años y años.

El tiempo y sus afanes contribuyeron a que la fuese olvidando, o sólo fuese una estrella lejana y chiquita cuya luz casi que no llega al firmamento de la memoria. Hace un mes, de repente, en la tarea de búsqueda de materiales para el texto que me habían pedido, la he recuperado a mi vieja amiga Anna Jonas, y no sólo eso, supe que había fallecido hace un año, antes de cumplir sus 68.

En homenaje a su memoria quiero copiar aquí cinco de aquellas traducciones mías de unos poemas suyos que leyó en Colombia, hace ya tres décadas.

 

Análisis clínico

 

cuando mi alma tenía alas
nadaba
todos los días
por encima del río
cuando las alas quisieron volar
el alma se me fue a pique
mi alma es
un hueco entre el corazón
los pulmones y el estómago
y ahora yace
en el lecho del río
y no sabe
si las branquias crecen

 

Me acuerdo

 

cuando no estuve en Venecia
no salí
a pasear en góndola
me senté
al borde de un canal
y arrojé
una piedra al agua
pasó una góndola deslizándose
y deshizo
los círculos
que habían surgido
cuando mi piedra
no cayó al agua

 

Vinagre y aceite

 

de veras me llamo vinagre
y soy muy desabrido
pero nadie lo nota
siempre estoy chispeando (encanto mordaz)
la mayoría se ríe hasta saltársele las lágrimas
(por lo cáustico que soy)
cuando se disuelve mi escasa acidez
me voy con el aceite
y hacemos entre los dos
un aliño bien suave

 

Los martes se va los viernes regresa

 

no llama por teléfono
le tengo una rabia atroz
le voy a hacer una escena atroz
qué escena le voy a hacer
sólo quiero que venga
todavía sigue sin venir
ahí viene
aquí está
me alegro de que esté aquí
el martes se va otra vez
¿me llamará por teléfono?

 

Canción para Marcus

 

a Luis le duele el coco
el cui vive a lo loco
al tute juega el pez
el buey al ajedrez
y el cui y el buey
y el pez y el Luis
se fueron a buscar una perdiz
la iban a guisar a la costeña
en el campo con un fuego de leña
y la pobre perdiz con mucho miedo
se escondió muy muy lejos del espiedo
y estaba lo más bien
lejos de la sartén
vivita y coleando
y el buey y el cui
y el Luis y el pez
se cansaron ya los cuatro de una vez
de buscar la perdiz
y comen regaliz

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