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Publicado el Jair Montoya Toro

Espera el campo

Los resultados parciales del Tercer Censo Nacional Agropecuario dicen del campo que: El 0,4% de los propietarios son dueños del 41% de la tierra, la pobreza multidimensional es del 45%, el 20% de la población entre 5 y 16 años nunca ha ido a la escuela, menos del 10% reciben asistencia técnica, el 90% no acceden a créditos, el 80% del uso agropecuario son pasturas.

Además hay que recordar que en los territorios rurales y en los cuerpos de sus habitantes es donde se ensaña la guerra; la presencia principal del estado para ellos han sido las Fuerzas Armadas que van al vaivén de la estrategia militar; de la existencia de mucha de sus gentes y lugares Colombia sólo se entera cuando sucede una tragedia o un hecho de guerra, que es lo mismo.

Son más de 10 millones los colombianos que han tenido que sobrevivir a una sociedad que los niega y vilipendia, a un país que ha intentado su camino hacia la modernidad dándoles la espalda; de hecho es corriente la utilización de los términos montañero, campechano, finqueño, con intención de menosprecio; en el fondo de este uso lo que hay es una burla a sus culturas, maneras económicas, formas de producción, saberes, ritos, creencias.

Lo que muestra el censo era tristemente predecible, su resultado no es casual sino causal, son expresiones de la mala política rural y hasta la ausencia de ella, basta recordar la precariedad de la estructura para atender el campo, de la cual en los últimos 30 años han desaparecido más del 80% de sus instituciones; todo esto aunado a temas como: Agroingreso Seguro, Carimagua, acumulación de baldíos, etc. que no parecieran ser sólo desviaciones del sistema sino perversidades consistentes de los que tienen en sus manos los recursos del y para el campo.

Un Coeficiente de Autosuficiencia Alimentaria de 1 indica que un país puede dar de comer a sus habitantes con lo que produce, el de Colombia al inicio de los 90 era 1,04 y en el 2009 es de 0,95; otra manera de decirlo es que hoy se importan más de 10 millones de toneladas de alimentos o sea el 28% de lo que va a la mesa.

El país ha hecho dos Intentos de reforma agraria el primero en la década de 1930 y el segundo hacia 1960, ambos fueron un fracaso; los hicieron colapsar los abuelos y padres de quienes hoy férreamente se oponen a cualquier cambio de fondo en el mundo rural; al contrario Colombia ha sufrido una contrarreforma en las últimas décadas y su método principal ha sido la violencia primero y luego los abogados. ¿En manos de quien está la tierra de más de seis millones de desplazados?

A los campesinos que siempre  han ilusionado con el “desarrollo” les han dicho que sus maneras de producir y existir son primitivas e ineficientes, que deben dejarlas atrás y sólo seguir las indicaciones del técnico de turno, pero los resultados del censo muestran que al “paraíso desarrollado” no los han llevado.

Cuando los que provocan y se benefician de esta tragedia se les pregunta por estos resultados dicen: “esto es una oportunidad”; también agregan “hay que digerir los datos”, frases cínicas bajo las cuales esconden su deseo y acción para perpetuar el actual modelo rural, a todos ellos hay que ponerlos en evidencia, quitarles su antifaz, dejarles desnudos sus excesos y perniciosas ambiciones.

La principal herencia de las familias campesinas ha sido la tragedia y la estigmatización, aún así ellas han transmitido por generaciones la esperanza, han seguido produciendo alimentos para si mismas y para el país, siguen aferradas a su tierra porque es su vida y también porque el espejismo de la ciudad casi siempre es sólo eso.

Para superar esta realidad es necesario integrar a la Colombia urbana con el mundo rural y para lo cual es necesario reconocer y respetar del campo su diversidad, su capacidad de organización, sus maneras de producción, sus arreglos económicos, sus iniciativas políticas, sus relaciones con los ecosistemas.

Afianzar la identidad nacional y corregir el camino exige ir a la entraña, al mundo rural, reconocer la importancia del campo, y esto no es un asunto de caridad, es la dignidad merecida por todos sus habitantes. Ese es el reto: pasar del círculo vicioso de la negación y el aislamiento al virtuoso del reconocimiento y la integración; los campesinos no sólo son capaces de liderar su propio bienestar sino de aportar al de todos los colombianos.

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@jairmontoyatoro

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Espera el campo

Imagen tomada del Índice Nacional de Desarrollo Humano 2011. Colombia rural razones para la esperanza

 

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