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Publicado el Jair Montoya Toro

El largo camino hacia la libertad – Nelson Mandela

Quizás todo empieza sólo por la percepción de que el otro es diferente, luego en esa diferencia germina la intención de alejarse, de separar al distinto; más adelante la separación se convierte en exclusión, y en muchos casos esa exclusión desemboca en el deseo y aniquilación del otro.

Este recorrido frecuente de los humanos es el camino de la guerra, pero la guerra no sólo se da entre ejércitos; la guerra campea en la cotidianidad de muchos pueblos, en el día a día de amas de casa, de niños, de padres, de hermanos, de compañeros de territorio y de camino.

Una de las expresiones dramáticas de los últimos tiempos de estas guerras fue el apartheid en Sudáfrica; país en el cual un grupo de colonos holandeses llegados a estas tierras hacia el año 1.600 constituyeron un régimen oprobioso y denigrante para todos aquellos que les fueran diferentes.

Esa calamidad duró más de 300 años, la minoría blanca (15% de la población) gobernaba y abusaba de negros, mestizos e indios con los que compartía el territorio. Hacia 1.940 resurge la lucha de los oprimidos por sus derechos políticos; esa lucha se gesta dentro del seno de la Congreso Nacional Africano – CNA, al cual llegan líderes como Walter Sisulu, Oliver Tambo y Nelson Mandela, entre otros.

La lucha de los excluidos por ser ciudadanos dentro de su propia tierra lleva al gobierno blanco a extremos ignominiosos suprimiendo partidos políticos, organizaciones, manifestaciones, reuniones, etc. y en el año 1.964 condena a cadena perpetua a más de una decena de líderes políticos, uno de ellos es Nelson Mandela.

Mandela estará en la cárcel 27 años, los 18 primeros en la isla prisión Robben, prácticamente incomunicado, podía recibir una carta de su familia cada seis meses y sólo dos años después de iniciar su presidio recibió la primera visita, de media hora y través de un vidrio, de su esposa; los últimos nueve años estuvo en otras prisiones.

Dice Mandela que el fin principal de la cárcel es destruir al individuo, aniquilar su lucha, sus sueños, su esperanza, vencer su alma; Mandela logra sobrevivir a ello.

El gobierno ofreció a Mandela 16 veces, en los últimos años de presidio, salir de la cárcel; él no aceptó estas propuestas porque siempre imponían restricciones a su lucha y siempre hizo saber que la libertad de su pueblo era más importante que la liberación de Mandela; siempre dijo que una vez liberado seguiría con la misma lucha y con los caminos que esta exigiera hasta lograr derechos políticos plenos para todos los sudafricanos.

El 11 de febrero de 1.990, después de 27 años de cárcel, humillaciones y oprobios este hombre le muestra al mundo que su lucha nunca ha parado, que su llama no sólo sigue viva sino que se ha consolidado y decantado, que las acciones continúan hasta lograr el fin último que es la libertad de su pueblo.

Una vez liberado Mandela la violencia se recrudece contra los asentamientos negros, decenas de masacres con miles de víctimas; inclusive asesinan a uno de los líderes nacionales más queridos del CNA. Durante los cuatro años de negociación pública (1990-1994) los más recalcitrantes y peligrosos del régimen intentan hacer fracasar el proceso valiéndose del horror contra los negros e inculcando el miedo entre los blancos.

La lucha contra el apartheid en Sudáfrica se da en una África que intenta su descolonización y en la cual la arenga más popular era “echad los blancos al mar”, y en la mayoría de los países así fue.

Mandela es grande, tan grande como el reto que tiene por delante, es un líder que no pierde la compostura ni la sagacidad que exigen las circunstancias; es así como nunca claudica en su propósito de liberar a los excluidos, pero tiene claro que el camino para lograrlo implica el respeto y el reconocimiento por el otro, el afecto por el enemigo, por aquel que ha sido el causante de tanto dolor en su pueblo.

No sólo no pensó que el camino fuera echar los blancos al mar, sino que les pidió que se quedaran que también eran hijos de África y que los necesitaban para seguir construyendo un mejor lugar para vivir juntos.

Mandela expresa “No hay que devastar Sudáfrica para liberarla”; la firmeza de su lucha siempre fue contra el régimen excluyente no contra los blancos por sí mismos; siempre dijo que aquel que abandonará el apartheid era bienvenido.

Las negociaciones traen como resultado las primeras elecciones generales en 1.994, en ellas votaron negros, mestizos, blancos e indios; Mandela a sus 74 años se convierte en el primer presidente elegido con la participación de todos los Sudafricanos; una gran victoria para muchas vidas de lucha.

El acuerdo de negociación y su fruto las elecciones generales, fueron un gran paso, un punto de llegada, pero también un punto de partida para seguir cultivando una vida en común una vida más digna para todos; estos pueblos y sus líderes, Nelson Mandela para los negros, Frederik de Klerk para los blancos, nos enseñan que es posible cambiar nuestra manera de habitar sin destruir al otro.

Mandela dice “Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes que trabajar con él, entonces se convierte en tu compañero”; la negociación es un proceso de estar juntos de no ver al otro sólo en la diferencia, en la separación, en la exclusión, en la aniquilación; sino todo lo contrario; sentirlo en lo compartido, reconocerlo en sus aciertos, comprenderlo en sus errores.

Mandela triunfa, lidera el derrocamiento de un régimen inhumano, lo logra por la vía de la negociación; y mucho más que la caída del régimen “Mandela libera a los negros del apartheid y a los blancos de su culpa”.

@jairmontoyatoro

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Mandela y de Clerk

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