Conexión Músical

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Si la Lana alcanza

Lana Del Rey - Born To Run

Se muestra impávida, como una especie de Mona Lisa del siglo XXI, y su música no puede revelar otra clase de misterio. No tiene la rotunda sencillez que se esconde tras la sonrisa de Adele, ni el desproporcionado glamour que despierta Lady Gaga o el misterioso morbo que rodea a Rhianna. Lana Del Rey tiene todos los elementos para convertirse en la sensación del 2012, un asunto nada extraño en un mercado musical ávido de propuestas nuevas.

De entrada y en un barrido general, «Born To Die», su primer álbum, evoca aires de voces femeninas como Tori Amos o Fiona Apple, especialmente en la forma de matizar los vocales, en la sutileza con que salta de las notas graves a las más altas y que en ningún momento abandonan un tono de niña inocente o bruja disfrazada, ajustadas a su imagen de «femme fatale». Así, la música de Lana Del Rey  no podría ser otra. Una serie de canciones que se dejan oir fácil. Una cuidadosa arquitectura orquestal que envuelve en fino celofán una voz capaz de generar los más grandes amores o los más aguerridos odios.

El tema que da título al disco precisa de ser un rito de apertura, una conjugación de violines cargados que da la medida y peso a la canción, pero igualmente a la tónica que se mantendrá a lo largo del álbum. Y por encima de tanta orquestación, los vocales de Lana Del Rey que desarrollan un juego melódico un tanto frío, que se va a romper de manera singular en las variaciones de los temas «Off The Races», «Diet Mountain Dew», «Lolita» ó «This Is What  Makes Us Girls», que se mueven superpuestas a percusiones electrónicas muy calculadas.

«Blue Jeans», que había dejado conocer antes del lanzamiento de este álbum, y «Million Dollar Man», brillan por lo que llamaremos un sufrido erotismo, mientras que «National Anthem», con su intro que rememora a «Bittersweet Symphony» de The Verve, desarrolla un particular juego de multiplicidad vocal. El dramatismo de «Carmen», la simplicidad de «Radio» o el bien intencionado intro acapella de «Lucky Ones», sólo marcan la facilidad melódica con que Lana Del Rey ha asumido el reto vocal de su primera producción.

Y en medio de tanto halo orquestal moldeado por la voz de Lizzy Grant, nombre de pila de la neoyorquina, cierto es que sigue siendo «Video Games», el tema que la dió a conocer el año anterior, la pieza más balanceada de la grabación, la de mejor estructura melódica, y que tal vez tenga en la misma dimensión a «Dark Paradise».

Lana Del Rey ha generado polémica. Tildada por algunos de producto facilista, salido de la genialidad de un grande de la industria como Jimmy Iovine, director de Interscope, sello discográfico al cual ella pertenece. Seguramente molesta su rostro de expresión insensible que evoca a las divas de los años cuarenta o cincuenta. Consideran estúpidas sus líricas. Recuerdan su inerte presentación para el show televisivo Saturday Night Live y hasta su imagen en la portada de revistas como Billboard, que la asumen como el resultado de una buena gestión paga de su disquera o de su padre multimillonario. Pero todo ello debe ponerse de lado al escuchar este disco, un producto interesante para una compositora e intérprete que salta a la popularidad en buena forma y que tendrá futuro en la medida que, con talento, sepa mantener la expectativa que generó antes de conocer este disco.

@danielcasasc

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