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Publicado el Vicente Pérez

Ocio y realidad aumentada

Fuente: 20minutos.es
Fuente: 20minutos.es

Con la imagen que acompaña este escrito algo cambió en el mundo: Mark Zuckerberg, el hombre que hace unos años acercó el mundo con la comunidad global que es Facebook, camina por el pasillo de un auditorio, y a todos los asistentes les tiene sin cuidado. El auditorio está lleno, pero en vez de aplausos, el silencio. La cara de Zuckerberg no puede ser más que de diversión: ya no se trata de que las personas se conecten unas a otras por internet, sino de que cada una viva su experiencia solitaria de realidad virtual.  Todos están sumidos en las maravillas de las gafas artificiales, nadie pide un autógrafo, nadie una fotografía.

Mientras la tecnología de la realidad virtual se desarrolla completamente, lo cual llegado el día será un milagroso terror de estimulación artificial, el otro concepto de realidad virtual limitada, la realidad aumentada, es cada vez más parte de nuestras vidas. Desde hace años el mundo no transcurre entre dos burbujas paralelas, una real y otra artificial; hace años vivimos en una misma burbuja en la que se superponen distintas realidades, en la burbuja abrumadora de la infoesfera, que consiste en la disolución de las barreras reales y digitales, de tal modo que cualquier actividad humana en el plano físico esté permeada por procesos informáticos, como la conducción con la ayuda del GPS o la escritura por impresoras.

Hasta ahora la fusión entre vida y tecnología había tenido un enfoque pragmático, doméstico o profesional. El resto de experiencias, generalmente de ocio, como el deporte, la diversión, la música, etc., conservaban sus barreras entre lo real (un concierto de violín) y lo digital (el mismo concierto, escuchado con audífonos). Pero como era de esperar, tarde o temprano tenía que resultar una experiencia similar, primigenia (o en beta, para entendernos en este medio), que le diera un vuelco más a nuestra vida.

Que el paso lo haya dado Nintendo, la empresa a la que tanto se le ha reprochado su celo para adaptar sus juegos clásicos a las plataformas de los teléfonos móviles, solo le da un toque de romanticismo. Lo que tiene Pokémon Go no es tanto el flechazo a una generación desencantada que busca desesperadamente la reanimación de sus primeras fantasías, como la yuxtaposición de una ficción en un mundo que, a pesar de que nunca antes nos había ofrecido tantas posibilidades de entretenimiento, nos resulta cada vez más vacío y agotador.

Con el desembarco de la realidad aumentada en el mundo del ocio, se está completando la migración tecnológica. La generación que recién abre los ojos probablemente sea la de los nativos digitales, las personas cuyo ambiente «natural» sea el de los dispositivos electrónicos, quienes tendrán que hacer un esfuerzo de migración inversa a la realidad para orientarse con un mapa, con una brújula, y este salto tiene tanto de fascinante como de aterrador.

Las noticias risibles sobre accidentes sufridos por personas que caminan por las calles como zombis, ensimismadas en sus teléfonos, son problemas de técnica y no de fin. Hace unos días una niña se quejaba en un video, enojada con Nintendo, porque había sido arrollada por un carro mientras pasaba la calle en busca de un pokémon y tenía heridas en todo el cuerpo. La madre también se quejaba, las autoridades de la ciudad pusieron vallas de advertencia, y se desató una oleada de pánico y prevención. La tecnología, por completa que parezca, sigue siendo muy poco avanzada, y quizás los teléfonos no son la mejor brújula para mirar mientras nos conducimos por el mundo. Tal vez estas experiencias empiecen a marcar el declive de los teléfonos, como los conocemos actualmente, para dar paso a una herramienta más útil para movernos con ella por el mundo real sin los tropiezos y la torpeza de conducir mirando la pantalla del teléfono. Lo alarmante es saber si nos acostumbraremos con la facilidad con la que hemos adoptado toda la tecnología reciente, a dejar de mirar directamente nuestro entorno, y en cambio filtrar nuestra vista por los lentes de un dispositivo más.

Una realidad aumentada significa un incremento de posibilidades de vida, y como es consustancial, un aumento de riesgos. La experiencia de Nintendo es apenas rudimentaria, comparado con lo que se puede desarrollar, y visto así las quejas contra los nuevos gamers —de tenis y no de sillón— son superfluas. Más bien debemos preguntarnos por la memoria que se irá acumulando en ese nuevo cerebro por fuera de nuestras neuronas que es el fardo de datos que almacenamos con los dispositivos. Hace días me salió un pokémon en mi baño. No sé si Nintendo ya sepa todos mis hábitos.

Colofón. ¿Estos nuevos juegos son videojuegos? Digo, no es lo mismo un juego en una pantalla, diseñado digitalmente, a uno que se superponga a nuestra experiencia real. Juego, sí, pero no tan video. Tal vez juegos aumentados, y no es en broma.

@VicentePerezG

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