Coyuntura Política

Publicado el Renny Rueda Castañeda

Irán e Israel. La política exterior como fachada.

En la actualidad, distintos elementos conexos hacen complejo el análisis real de la situación del conflicto ideológico y político existente entre Israel e Irán. Las últimas décadas han estado sistemáticamente marcadas por variables que han entrelazado de distintas maneras la historia de estas dos naciones, y aunque existen diversas razones de fondo, relacionadas tanto con variables económicas como geopolíticas, entre estas la influencia e intereses de los Estados Unidos en la región y la historia del  conflicto palestino Israelí, no deja de ser importante aproximarse a la situación, a la luz retórica de quienes en la actualidad, se encuentran a la cabeza de los gobiernos de los dos países en calidades de primer ministro de Israel y presidente de Irán, Benjamin Netanyahu y Mahmoud Ahmadinejad respectivamente.

Netanyahu, antiguo militar con distinguida formación académica en los Estados Unidos. Saltó a la fama como figura pública hacia la década de los 70, luego de iniciativas encaminadas a la organización de conferencias internacionales en materia de combate al terrorismo, posibilidad que le permitió desempeñarse posteriormente como representante diplomático de su país, defendiendo de manera articulada, por los propios antecedentes implícitos en su carrera, la postura de Israel frente a las acciones de ocupación de territorios palestinos, viciando su discurso, a pesar de su evidente inteligencia, de intereses que se alineaban tanto a los objetivos de los Estados Unidos en la región, como a los de las posturas dominantes de Israel en su afán de consolidación geográfica en la zona. Sus últimas declaraciones importantes en el sentido de aceptar la «solución de los dos estados«, acomodadas a la postura de Barack Obama en su discurso de junio 4 del año 2009 en el Cairo, popularizadas durante la efervescencia del debate electoral Israelí del mismo año, contrastan con las políticas Israelíes en sus fronteras, claramente violatorias del derecho internacional, e indiferentes a decenas de resoluciones de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas respecto a la cuestión Palestina. Hoy en día, la popularidad de Netanyahu se mantiene en Israel, distrayendo la atención de los problemas domésticos mediante un avivado e inclemente enfrentamiento retórico directo con el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, cortinas de humo de episodios desastrosos como el de la Flotilla de la Libertad, en donde fueron dados de baja 9 activistas, en el que según el reporte preliminar del Consejo de Derechos Humanos de la ONU del 22 de septiembre, se implementaron “inaceptables niveles de brutalidad”, en violación flagrante al artículo 147 de la convención de Ginebra, en el que se relatan delitos tales como el asesinato intencional o la tortura, violando “claramente” normas de derecho internacional y local.

Por su parte, Mahmoud Ahmadinejad, actual presidente de Irán, tercer país con las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, hijo de una modesta familia, nacido cerca a Garmsar, pequeña provincia ubicada al norte de Irán; durante gran parte de su vida profesional se dedicó al ámbito académico, convirtiéndose en figura pública luego de ser nombrado alcalde de Teherán, cargo que ejerció durante dos años llevando a la administración un discurso fuertemente religioso, alineado con posturas conservadoras y de talante populista. El 3 de agosto del año 2005, luego de una campaña focalizada a la población pobre y conservadora islámica del país, llegó a la presidencia, besando el día de su posesión en gesto de lealtad, la mano de Alí Khamenei (Ayatollah), el más importante líder político y religioso vivo iraní. Su discurso, alineado con posturas radicales y emotivas de sus electores principales, presenta sistemáticamente ataques tanto a Israel como a los Estados Unidos y a Occidente. Su programa nuclear, repetidamente defendido por él, como medida necesaria para incrementar fuentes de energía, contrasta en occidente con su declaraciones en el sentido de la necesidad de “borrar del mapa del mundo” a Israel, o de que “cualquiera que reconozca a Israel ha de ser quemado en la furia de las naciones Islámicas”, entre otras, dando razones de peso a la comunidad internacional frente a una desconfianza creciente tanto a Ahmadinejad como al programa de energía atómica, y paradójicamente fortaleciendo la imagen de Netanjahu y la política de agresión israelí frente al fundamentalismo islámico.

Hoy, tanto Israel como Irán, utilizan el radicalismo de su retórica en política exterior como fachada argumentativa a la carencia de razones de fondo que justifiquen por parte de Benjamin Netanjahu en Israel, acciones flagrantemente violatorias de los derechos humanos y del derecho internacional, y por parte de Irán, la permanencia en el tiempo de un proyecto político populista, anacrónico y caduco en cabeza de Mahmoud Ahmadinejad. Antípodas mutuamente necesarios en un medio oriente polarizado por extremas posturas históricas que han hecho juego a los intereses de círculos de poder político y religioso, en contravía de la paz y de las verdaderas problemáticas del día a día de una población que en el fondo repugna el falso retoricismo mesiánico de sus líderes.

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Renny Rueda Castañeda

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