Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Corrupción

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Las personas preocupándose porque Santos le entregará Colombia a las Farc, como si el país fuera de él. O de nosotros. Todos sabemos que Colombia le pertenece a la corrupción para la que no han existido brigadas móviles, bloques de búsqueda ni siquiera un pelotón del Esmad. Porque para ella sólo hay puertas abiertas, manos dispuestas y empleados sonrientes. Para la corrupción no existe ni existirán negociaciones: los corruptos lo quieren todo. Y todo se les ha dado: desde las Juntas de Acción Comunal hasta la presidencia de la república. Desde el puestico de secretaria hasta el ministerio. Tanto así que, según el estudio realizado por la Universidad del Norte y el Heraldo, en los últimos veinte años a Colombia la corrupción le ha costado más de 189 billones de pesos (64.023 millones de dólares). Más del 85% del presupuesto general de la nación del 2016.

Con esa cantidad se habría modernizado la infraestructura de Colombia. De hecho, esa es la cantidad que Dilma Rousseff necesita para poner al día la infraestructura de Brasil (carreteras, ferrocarriles y puertos). Con ese dinero, se habría pagado el 57% de la deuda externa de Colombia o se habrían hecho cerca de 60 hospitales de primer nivel.

Pero no se hizo.

Ese dinero no se vio en obras públicas (como se desprende de la definición de corrupción) ni en privadas. Finalmente, ¿quién quiere invertir en este país? Mejor disfrutar en otras tierras lo que se ganó con el sudor de la gente. Por tanto, los 189 billones de pesos se fueron como se van las esperanzas o como se va la vida: de golpe y para siempre.

Lo peor de todo es que se fueron por nuestra culpa: no denunciamos, no marchamos, no hacemos ni hicimos resistencia civil contra la corrupción. Nos conformamos con quejarnos en redes sociales o con familia, mientras sus ojos se pierden en los dispositivos móviles por los que desfilan vídeos y fotos.

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