Coyuntura Política

Publicado el Renny Rueda Castañeda

Assange, o las fronteras de la “privacidad” de las acciones de los hombres y de los gobiernos.

La publicación de información considerada como clasificada o secreta, por parte de Wikileaks, el portal de internet dirigido por el Australiano Julian Assange, plantea serios interrogantes en torno al alcance que se pretende dar a la privacidad de los individuos y de los actos de gobierno, en sociedades cada vez mas abiertas al escrutinio, a la crítica y a la verdad.

A lo largo de la historia, la información se ha utilizado como un activo más, en el propósito de la concentración de poder o la búsqueda de objetivos colectivos o individuales. Lo anterior ha obrado tanto en el campo de la política como de la economía, la cultura, la ciencia o la tecnología. La información, la manipulación o el ocultamiento de esta, la adecuada interpretación de la misma y el uso que se le da, ha sido una estrategia propia del ejercicio de la política y en general de la relaciones entre actores humanos. El debate respecto a las fronteras de la privacidad, que deben regir en los gobiernos no solamente debe concernir al estado, sino también a los individuos.

Una actitud expresamente abierta frente al papel que ha jugado en los últimos meses el portal Wikileaks, en el sentido de desclasificar información sensible que, una vez en conocimiento público pone en aprietos la autoridad moral de distintos países; debe así mismo, ser dialécticamente asumida en el evento de la libre circulación de información considerada como confidencial o “privada” relativa a individuos, que a su vez, al ser divulgada, pone en tela de juicio, la integridad moral, la transparencia o la imagen de personas.

En el fondo, la parcialización del argumento en el sentido de diferenciar, en estadios irreconciliables, la privacidad y los misterios de los actos del gobierno, con el secretismo y los actos de los seres  humanos, conlleva un tufo de doble moral. Los gobiernos no son entes ajenos a la condición humana, o abstracciones autómatas; son estructuras de orden social operadas mediante individuos que laboran en su seno, a pesar de posar de gobernantes, tecnócratas o diplomáticos.

La cuestión, por su complejidad, puede admitir ambiguos límites, concernientes a los derechos que les pertenecen tanto a los gobiernos como a los seres humanos en el sentido de manejar la información, de una forma ética, en el cometido de lograr sus beneficios. No obstante en el ambiente queda aún la pregunta de; a quien o a quienes, y bajo que parámetros les concierne la obligación de imponer fronteras a la difusión de información de todo tipo, y en general el debate de nunca acabar en sociedades donde la ocultación de la verdad y la manipulación de la información es denominador común: quien controla al “controlador”.

Zanjar la discusión implica de alguna forma una toma de posición ideológica respecto al libre tránsito de la información en su totalidad y sin restricciones. Decidir si se prefiere que personas como Assange, hayan publicado y desclasificado los documentos que hacen parte de un dossier de delitos y vergüenzas tanto del gobierno norteamericano como de distintos gobiernos alrededor del mundo, o considerar que todo puede ser mejor si se mantiene el “estado de normalidad” que se ha sostenido a lo largo de la historia.

Hoy en día la opinión pública mundial debe tomar posición frente al secretismo que ha rodeado la política y la vida de los seres humanos. Revisar los documentos en los que se pone en evidencia la impunidad y la hipocresía que ha rodeado en los últimos años a Washington; es a la vez revisar el curso de acción de las sociedades que mediante distintos medios hacen uso del ocultamiento y la manipulación de la verdad, como bandera cultural o social.

Saber que el congreso de los Estados Unidos pretende perseguir a Julian Assange como terrorista, es un atentado vulgar a la honestidad, a la justicia y a la transparencia que debe regir la conducta de los estados y de los hombres. Si a alguien se le debe atribuir el epíteto de terrorista, no es propiamente a Assange, que en una travesía solitaria ha desenmascarado la falsedad, sino a quienes ocultados por una retorcida interpretación de lo que significa la privacidad pretenden ocultar sus excesos, delitos e infamias, tras el lustro de la “honorabilidad” de sus cargos, de sus títulos y de sus nombres.

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Renny Rueda Castañeda

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