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Universidad Nacional de Colombia: 150 años navegando contra la corriente

Por: @AndresSastre @MalEconomista

La Ley 66 del 22 de septiembre de 1867 crea la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia.

EME-AS

Han pasado 149 años desde que el sueño de Santander cobró vida definitiva. Este 22 de septiembre, la Universidad Nacional de Colombia, la UN, “la Nacho”, el Alma Máter de los colombianos inicia las celebraciones de su sesquicentenario. Es decir, durante un año la Universidad –sí, con mayúscula– realizará toda serie de eventos, foros, cátedras y campañas para celebrar la más grande y fantástica empresa que nos pudo dejar el tardío despertar de la política educativa colombiana en el siglo XIX: una institución de educación pública rigurosa, laica e incluyente. Sin embargo, por estos días “la Nacho” es protagonista de publicaciones como Semana no por sus logros académicos o sus tristemente célebres protestas estudiantiles, sino por su evidente y deprimente crisis de infraestructura. Así es, cercana a su cumpleaños 150 su campus parece de 200.

 La Universidad de la Nación cuenta con 8 sedes en lo largo de la geografía nacional: Bogotá, Medellín, Palmira, Manizales, Amazonía, Orinoquía, Tumaco y Caribe. Además de un proyecto para la construcción de una sede en Valledupar. Sus más de cincuenta mil (50,000) estudiantes en las etapas de pregrado, especializaciones, maestrías y doctorados dan cuenta del alcance de la primera institución de educación superior del país con acreditación de Alta Calidad de 10 años. No obstante, el notorio abandono estatal, que podría datarse desde la administración de Eduardo Santos, ha pasado factura y se ve reflejado en la decadente infraestructura del campus principal de Bogotá.

Gráfico 1. Ingresos históricos de la UN

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Fuente: Universidad Nacional de Colombia, Gerencia Nacional Administrativa y Financiera; Gráfico del Autor

Las fuentes propias de ingresos: matrículas universitarias no compensan la dependencia de las transferencias de la Nación.

De acuerdo con estimativos de la Universidad, para el reforzamiento estructural del campus de Bogotá -la llamada Ciudad Blanca- se requeriría de una inversión estimada de COP 2 billones de pesos; dada la cantidad de edificios que no cumplen con requisitos de sismo resistencia  y los sobrecostos propios de la restauración de estos edificios, debido a que la mayoría de ellos son bienes de interés cultural de la Nación. Por lo tanto, se requiere de una verdadera fortuna para poder salvar obras de arquitectos como Leopoldo Rother, Bruno Violi, Alberto Wills y Rogelio Salmona, entre otros genios que dejaron parte de su esencia en la pequeña ciudadela que se alza en uno de los barrios más privilegiados de la ciudad  por su ubicacón, rodeada por los barrios de la antigua Hacienda El Salitre (Nicolás de Federmán, Rafael Núñez y el CAN) y Teusaquillo. Las directivas se han pronunciado con el propósito de demostrar su voluntad e interés de mantener el campus en funcionamiento, al igual que realizando verdaderos milagros al apagar incendios con los recursos disponibles.

 Sin embargo, la Nacho necesita más que un esfuerzo económico para salvar su campus, que es sólo la punta del iceberg que esconde un lamentable abandono económico y político del Estado colombiano. Seguramente, se requiere de otro tanto para reforzar la planta profesoral y ofrecer condiciones salariales competitivas a quienes asumen el reto de enseñar allí. Por donde se le mire los números no cuadran. Por ejemplo, para poner en contexto al lector, el patrimonio actual  de la Universidad tiene un valor cercano a los COP 3.3 billones (junio 2016), frente a ingresos anuales en 2015 de COP 1.3 billones y un déficit cercano a los COP 160mil millones. Lo que en otras palabras quiere decir que la UN debería invertir durante dos años todos sus ingresos para poder salvar su campus de Bogotá o una cifra equivalente a más de la mitad de su patrimonio sólo en obras de reforzamiento y restauración de edificios. Esto dejando a un lado la adquisición de equipos de cómputo, apoyos didácticos, libros, insumos de laboratorio, proyectos de investigación, formación de profesores, entre otros tantos rubros que idealmente deberían concentrar la mayoría de los recursos disponibles.

Gráfico 2. Activos, pasivos y patrimonio de la UN

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Fuente: Universidad Nacional de Colombia, Gerencia Nacional Administrativa y Financiera; Gráficos del Autor

Las finanzas de la UN han desmejorado en los últimos 4 años, alcanzando un déficit anual de COP 160,000 millones en 2015

Durante muchos años, las directivas y los líderes estudiantiles –quienes no siempre representan con equilibrio los intereses de la universidad- han discutido la inoperancia del gobierno de turno para financiar el desarrollo de la UN. Muy a pesar mío, las cifras les dan la razón y al cierre de 2015 las transferencias de recursos públicos alcanzaron tan sólo un valor de COP 821,000 millones; cerca del 63% de los ingresos totales percibidos en ese año por la Universidad. El resto proviene de los ingresos por servicios educativos (las matrículas y derechos académicos de sus estudiantes) y otros rubros que incluyen los ingresos de Unisalud, la venta de productos agrícolas y Unimedios.

 A pesar de que se trata de cuantiosas cifras de dinero, estos números resultan particularmente bajos teniendo en cuenta que el costo de prestar sus servicios en 2015 fue de COP 806 mil millones, esto sin contar los gastos de administración, los gastos de depreciación de sus equipos, laboratorios e instalaciones y los bastante onerosos pagos pensionales. De hecho, este último rubro representa COP 250,000 millones anuales que no se destinan a la formación doctoral de sus docentes, a la dotación de laboratorios o a la construcción de edificios nuevos, ni a la restauración de los existentes. Se trata de cerca del 20% de los ingresos anuales, destinados a cubrir gastos pensionales de un pasado por el cual debería estar respondiendo la Nación de manera directa. Resulta poco razonable que parte significativa de los recursos teóricamente destinados a formar generaciones futuras en condiciones de calidad y comodidad académica terminen transfiriéndose como pagos a malas planeaciones del ayer.

Gráfico 3. De dónde vienen los ingresos de la UN (Cifras primer semestre 2016)

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Fuente: Universidad Nacional de Colombia, Gerencia Nacional Administrativa y Financiera; Gráficos del Autor

La UN tiene una fuerte dependencia de las transferencias de la Nación, las cuales resultan insuficientes frente a los gastos asociados al pasivo pensional y la necesidad de restaurar su campus. 

En un escenario como el actual, donde el Gobierno Nacional anuncia cuantiosas inversiones en proyectos de infraestructura, viviendas de interés social y reincorporación a la vida civil de desmovilizados, resulta cuando menos una contradicción que una institución que ha formado durante un siglo y medio a cientos de miles de colombianos atraviese por una silenciosa y solitaria crisis financiera mientras nadie hace absolutamente nada. Es cierto que los recursos son limitados y que la educación básica y media requieren importantes inversiones para la formación de cientos de niños y jóvenes en condiciones de calidad; sin embargo, también se requiere invertir en un sistema de educación superior que se mantenga en capacidad de recibir a todos esos futuros ciudadanos.

 Hoy por hoy, el campus de la Universidad Nacional refleja de manera dramática que en Colombia “lo público” no tiene doliente. Al mencionado descuido estatal se suman el abandono espiritual de la mayor parte de sus egresados, entre ellos algunos de los hombres y mujeres más acaudalados del país. Resulta inverosímil y deprimente observar que en 2015 las donaciones percibidas por la universidad fueran tan sólo por COP 827 millones. Es probable que, en medio de tanta urgencia por recursos, los miles de egresados a quienes “la Nacho” además de conocimiento les permitió hacer fortuna deberían asumir un rol protagónico y fomentar escenarios sólidos para donar recursos económicos y tiempo como profesores de cátedra ad honorem.

No cabe duda que la Nacional es el fiel reflejo de nuestra nación. Colombia es un país inmensamente rico, pero también carente de visión de largo plazo, egoísta y sin sentido de la cooperación. Son estas las razones por la cuales, resulta fundamental que quienes hacemos parte del grupo privilegiado de egresados, empleados y estudiantes de la UN tomemos conciencia de que el progreso de la Nacho depende de todos. No podemos hablar de paz y transformación del país cuando la educación y la investigación no son temas prioritarios en la agenda de la sociedad civil. Hoy comenzamos a conmemorar 150 años de hacer las cosas contra la corriente, de pensar al país, celebramos el sesquicentenario del mayor laboratorio de formación académica y movilidad social de la patria y el primer paso para hacerlo es aportar nuestro granito de área para los próximos 150 años.

 

 

 

 

 

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