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«Compasión, empatía y altruismo son la clave para una vida feliz» Gonzalo Brito

Gonzalo Brito, psicólogo clínico, experto en el tema de cultivar la compasión
Gonzalo Brito, psicólogo clínico, experto en el tema de cultivar la compasión

 

Hace un tiempo vi un video en redes sociales donde un niño en una fiesta infantil se negaba a romper la piñata que tenía la figura de Spiderman y en vez de golpearla con un palo, decidió abrazar a la piñata. Ese video me encantó porque demuestra que la compasión es un sentimiento intrínseco con el cual nacemos todos los seres humanos. Pero, ¿cómo hacer que ese sentimiento compasivo no se nos escape al crecer?, ¿Es posible educarnos en compasión, en solidaridad, en bondad? Para resolver todas estas inquietudes comencé a leer a Gonzalo Brito, psicólogo clínico, experto en el tema de cultivar la compasión. Gonzalo ha impartido programas sobre mindfulness y compasión en Estados Unidos, Australia, Chile, Argentina, Colombia, España y Portugal y es co-autor de los libros Presencia Plena: Reflexiones y prácticas para cultivar mindfulness en la vida diaria, y Mindfulness y Equilibrio Emocional.

Logramos concertar una entrevista, nos reunimos en Skype una mañana de viernes para conversar sobre este maravilloso tema y aquí está la entrevista.

ANDREA VILLATE: ¿Cómo llega usted al tema de la compasión?

GONZALO BRITO: Yo venía interesado en las prácticas de meditación hace unos 20 años, cuando estaba estudiando psicología, por mi propio sufrimiento. Digamos fue una manera de lidiar con mis pensamientos y emociones depresivas y un cierto vacío existencial. Varios años después de haber terminado la carrera de psicología conocí el programa de reducción del estrés basado en mindfulness (MBSR por sus siglas en inglés). Este programa me mostró una manera de traducir, en un lenguaje no espiritual ni religioso, métodos para transformar la mente y el corazón. Después de trabajar en psicología clínica con niños abusados sexualmente, pacientes con adicciones, y con problemas de salud mental en general en un hospital me fui a Estados Unidos, a Palo Alto, California, a hacer mi doctorado y allá me encontré con el Centro para la Investigación y la Educación en la Compasión y el Altruismo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford (CCARE). En este lugar se empezó a investigar sobre la compasión y el altruismo y a generar protocolos de entrenamiento en la compasión inspirados en las prácticas meditativas pero en un lenguaje secular y, por tanto, aplicable a diversos ámbitos., Desde entonces se ha convertido en buena parte de mi vida y trabajo el entrenamiento en compasión.

AV: ¿Qué es la compasión?

GB: Se puede definir como la sensibilidad y apertura al sufrimiento propio y el de los demás unido a la motivación de aliviarlo y prevenirlo. Pero la compasión va más allá de una definición y se refiere a una manera de enfrentar la vida desde la cual podemos ver la propia vida como una posibilidad de aportar felicidad y aliviar el sufrimiento. Creo que la compasión, la empatía y el altruismo pueden ser la clave para una vida feliz no solo para mí sino para todos.

AV: ¿En ocasiones se confunde la compasión con lástima?

GB: Se tiende a asociar la compasión con debilidad y con lástima pero son cuestiones distintas. Ser compasivo no es convertirse en una especie de teletubbie sonriente que sonríe y da abrazos todo el día, no es ser pusilánime, blando o permisivo. Ser compasivo implica tener la fortaleza y valor al enfrentarse con entereza y seguridad apertura al sufrimiento y querer hacer algo al respecto, y a menudo eso implica poner límites certeros, aunque esto pueda incomodar, porque ser compasivo no implica necesariamente quedar bien. Si ves a los grandes personajes compasivos de la historia ves individuos fuertes y con coraje que tuvieron el valor de luchar contra el sufrimiento y buscaron dar felicidad y paz a la humanidad.
La compasión tampoco es lástima porque la lástima no dignifica a quien la recibe sino que lo debilita. ¿Por qué? Porque la lástima desempodera a las personas, genera dependencia y transmite el mensaje de inferioridad, pues quien la ofrece se siente que está por encima de quien la recibe, no hay humanidad compartida sino que está la sensación de que lo que le pasa al otro nunca me pasará a mí, y eso no solo no es amable ni útil, sino que es un pensamiento ignorante de cómo es la vida realmente. La compasión surge desde la comprensión humilde y aterrizada de que “hoy por ti, mañana por mí”: nadie tiene la vida comprada. Además, la lástima generalmente moviliza a hacer algo por el otro para disminuir la incomodidad de quien la siente, más que manifestar un deseo genuino de ayudar a otro que es “tal como yo”.

La compasión parte del deseo de sentir con el otro en una humanidad compartida porque identifico que lo que te pasa hoy a ti, mañana me puede pasar a mí, pues no estoy en una burbuja, también sufro, me enfermo, voy a morir. Las opciones son tratar de encerrarme en una ficticia burbuja de oro o reconocer nuestra vulnerabilidad y echarnos una mano el uno al otro. Una de las dos opciones se desarma cuando la vida aprieta.
Cuando las personas comprenden que la compasión no es lástima ni tampoco ser blando y débil, abren su mente, reconocen su importancia y descubren la importancia de entrenarla.

AV: ¿Todos los seres humanos tenemos la compasión en nuestro ser?

GB: Bonita pregunta. Si le preguntas a alguien religioso te dirá que todos tenemos una bondad natural, fundamental. Desde un punto de vista psicológico, todos somos mezcla de ángel y demonio, todos tenemos la semilla de la bondad como de maldad, de la compasión como la de la crueldad, de paz y guerra. Esas semillas de bondad, compasión y altruismo pueden germinar o atrofiarse. Estas semillas brotan o proliferan en el jardín de la mente y de la cultura de acuerdo a cómo se rieguen. Serás una persona distinta si te crían con odio y miedo que si te crían con amor y alegría, o si te educan con la culpa o te educan con esperanza. Hay también un porcentaje de influencia genética por supuesto, hay bebes que ya nacen con temperamento más afable, más cariñosos, más pacíficos y hay infantes que ya vienen con una cierta tendencia a la irritabilidad y al enfado. Pero lo que está demostrado es que el sistema nervioso humano es neuroplástico, es decir, que se va moldeando de acuerdo a las experiencias que vayas teniendo y de los contextos que vas participando. Siempre hay una ventana de oportunidad para cambiar en cualquier momento de la vida. Por supuesto que la infancia es un espacio especialmente propicio para inculcar hábitos, pero el cerebro humano está dispuesto a ser cambiado por la experiencia durante toda la vida.

AV: Si un niño en su infancia es bondadoso, compasivo, ¿es posible que al crecer se vaya perdiendo esos valores?

GB: El asunto no es tan simple. Fíjate que los niños entre el año y medio y los tres años y medio exhiben la mayor parte de conductas agresivas de toda su vida: golpean, muerden, tiran las cosas, pueden ser bastante desconsiderados incluso con su mamá. Así que la visión romántica de que los niños son pura bondad es cuestionable. Las emociones en esta etapa del desarrollo infantil son muy variables, y los niños pasan de la ira al llanto porque aún no tienen la regulación de la corteza frontal. Pero al mismo tiempo, hay bastantes investigaciones que muestran que los niños desde muy pequeños también experimentan empatía y comportamientos altruistas, pueden angustiarse por ver a otro en necesidad y querer ayudar al otro. Un niño de 3 años puede llevarle su oso de peluche a un compañerito que ven llorando.

Incluso, investigaciones contemporáneas sobre moralidad infantil muestran que los niños desde muy temprana edad prefieren los personajes cooperativos y amables en las historias y no a los egoístas. Los niños se abanderan por los personajes prosociales. Pero no es que los niños sean buenos y luego la sociedad los vuelve malos, el proceso no es tan simple.
A partir de los cuatro o cinco años se desarrolla en los niños la conciencia de “nosotros y ellos”, una noción que viene desde nuestra historia evolutiva pues como especie nos desarrollamos tribus donde la supervivencia estaba basada en lo bien que estuviera nuestra tribu pero no nos importaba mucho lo que pasaba con la tribu de al lado. Pero estas conductas que fueron adaptativas en el paleolítico tribal generan problemas en el posmodernismo globalizado: hoy son el caldo de cultivo de pensamientos y conductas como el nacionalismo, el machismo, el racismo, etcétera. En este proceso se genera a un “otro” que veo como radicalmente distinto porque no tiene mi color de piel o porque no le gusta mi equipo de fútbol, porque es de otro partido político y así corremos el riesgo de deshumanizarlo al punto de querer aniquilarlo que eso lo vemos todavía hoy y lo están reforzando algunos líderes políticos como Trump sobre musulmanes, negros, mujeres, mexicanos, etcétera. Trump es un claro ejemplo de lo que pasa cuando a una mente tribal se le entregan poderes globales.

Lo cierto es que los niños vienen con todo esto, con generosidad y también con egoísmo, con amor también con rechazo y el desarrollo de su ser dependerá en buena parte del tipo de ambiente al que esté expuesto. Si los niños ven que sus padres actúan generosamente, los niños absorben ese gesto como una manera posible de ser, lo aprenden como una posibilidad existencial, eso trasmite el valor de la generosidad o el altruismo. Los niños no aprenden principalmente de lo que les dicen sino de lo que ven. Los adultos son dioses para el niño que los admira y va aprendiendo a entender el mundo y las relaciones a partir de lo que ve.

AV: ¿Se puede educar a los niños en la compasión?

GB: La compasión es como una semilla que se puede cultivar a diario. La educación en la compasión es más pertinente que nunca porque hoy todos vivimos interconectados. Tú estás en Colombia, yo en España pero nos afecta lo que pase en Estados Unidos o en Corea del Norte o en Siria. Estamos en un mundo tan interconectado que ya hoy no es suficiente con que nuestra tribu esté bien, necesitamos que todos estemos bien, necesitamos pasar de una compasión tribal a una global si es que vamos a hacer frente exitosamente a las crisis sociales, políticas, económicas y ambientales que vivimos. Tenemos que pasar de esa compasión familiar a una compasión global y es ahí donde está el valor de las enseñanzas de las tradiciones de sabiduría que han generado técnicas y filosofías pragmáticas para ampliar ese instinto compasivo, (que mi familia este bien) a algo que no es instintivo pero que es necesario, que es que nos interese el bienestar de los demás.

AV: ¿Qué se debemos tener en cuenta en la crianza de los niños, para que sean compasivos en su vida adulta?

GB: El gran multivitamínico para criar hijos altruistas y sanos mentalmente es el amor. El amor hace que crezca y se desarrolle el ser humano en todo su potencial. Hay estudios que muestran que niños criados en un vínculo de apego seguro, es decir con afecto y libertad, se vuelven adolescentes y adultos altruistas. Un error común es cuando un hijo tiene un comportamiento cruel o egoísta el adulto -la figura de autoridad (padre, madre, maestro)- le dice que es un “niño malo” y eso se convierte en una profecía autocumplida, pues en ese momento él o ella está moldeando su identidad y buscará oportunidades para confirmar que es malo. Lo que resulta más útil es reforzar las conductas altruistas como compartir juguetes con otros, o cuidar de una planta o de un perrito, de ser reciproco en el intercambio con sus hermanos o sus amigos.

Cuando el niño falla en hacer eso es muy importante no castigar imponiendo autoridad, como quitándole cosas que valora o llamándolo de cierto modo que genere una identidad negativa, aislándolo o privándolo del amor. Cuando se le manda al cuarto solo el niño siente culpa y se siente avergonzado, generando una identidad negativa de sí mismo. En cambio, se puede realizar un método que se llama “inducción”, en el cual se hace preguntas al niño que le ayuden a ponerse en los zapatos del otro” y pueda conectar cognitiva y emocionalmente con los efectos en otras personas de una conducta o palabra cruel o egoísta, y motivarles a hacer un pequeño gesto de reparación.

AV: ¿Hay alguna actividad qué podamos hacer con los niños diariamente para fomentar en ellos la compasión?

GB: Hay bastantes investigaciones de programas de mindfulness y compasión compasión con niños. Una experiencia interesante es la que se lleva a cabo en Wisconsin, Madison, en el Centro para la Investigación de Mentes Sanas, donde se desarrolla un programa de amabilidad para niños preescolares, de cinco años. Y los niños hacen cosas muy simples, por ejemplo cultivar una plantita que son semillas de paz, que van regando y cuidándolas, y cuando la planta ya ha crecido se la regalan a otro niño y reciben otra a cambio, aprendiendo así sobre interdependencia y reciprocidad. También al empezar el día comienzan diciendo una frase: “que mis pensamientos, mis palabras y mis acciones no hagan sufrir a los demás, sino que les traigan felicidad” al decir eso, lo cual tarda 20 segundos al inicio del día, ese gesto simple va marcando una intención y creando una cultura altruista. Investigaciones que se han hecho con este programa muestran que los chicos aumentan sus conductas prosociales, es decir, son más amables, más generosos con sus compañeritos. Además, los chicos tienen menos trastornos emocionales, mayor paz interior y disminuyen los conflictos interpersonales.

AV: Recientemente supe el caso de una niña que tenía cáncer y al volver al colegio después de su tratamiento los demás niños del curso la aislaban al ver que estaba diferente físicamente y la niña regresaba a su casa muy triste cada tarde. En ese caso cómo deben actuar los padres de los demás niños y el colegio para evitar que se presente este tipo de situaciones

GB: Por el contexto veo un posible error del colegio al no preparar y orientar a los niños y a los padres sobre lo que está pasando con su compañerita enferma. Sucede que los niños buscan pertenecer y ser aprobados dentro de su grupo y diferenciarse de lo extraño, de lo raro. Algunos niños pueden experimentar sentimientos altruistas pero se ven inhibidos de expresar su solidaridad si los líderes del grupo se burlan, por lo que se produce un contagio emocional y una presión de pares que hace que se comporten de modo egoísta siguiendo el ejemplo de los más influyentes. Pero el altruismo y la empatía no se pueden incorporan únicamente en el salón de clases si no hay coherencia con lo que se enseña en la casa o en la sociedad.

AV: ¿Se puede aprender a ser compasivo de adulto?

GB: Dedico gran parte de mi tiempo a realizar talleres sobre compasión para adultos en que hacemos un entrenamiento de dos meses con tareas diarias. Se trata del Entrenamiento en el Cultivo de la Compasión. En estos programas la gente llega motivada por aprender sobre compasión y altruismo y aplicarlo en su escuela o en su práctica profesional. El proceso de dos meses suele ser transformador para los participantes, aprendiendo a relacionarse con su sufrimiento y con el de los demás de formas más constructivas y con menor distrés empático. Cuando me invitan a dar conferencias a lugares donde las personas no están particularmente interesadas en la compasión, exploramos qué es y qué no es la compasión, derribamos algunos mitos, y también hacemos algunas experiencias en que las personas se conectan con vivencias personales en las que recibieron u ofrecieron la compasión. Estos testimonios de dos o tres minutos a menudo sirven de base para comenzar a comprender el valor personal y social de la compasión para transformar nuestras relaciones y nuestras sociedades en una dirección más pacífica, cooperativa y altruista…

AV: Finalmente, hablemos del libro Mindfulness y Equilibrio Emocional

GB: Es un libro que escribí junto a Margaret Cullen, quien fuese mi mentora en Stanford y es actualmente mi colega y querida amiga. Este libro enseña, en un programa de ocho semanas, los aspectos fundamentales de la práctica de Mindfulness, palabra que significa atención plena o conciencia plena, y lo integra con lo que sabemos científicamente con las emociones para poder relacionarnos más sabiamente con emociones difíciles como la ira, el resentimiento o el miedo, y también enseña cómo cultivar y promover emociones sanadoras como el perdón, el amor y la compasión.

AV: ¿Alguna reflexión que nos quiera dejar?

GB: Vivimos en tiempos convulsos, pero también de oportunidades inéditas. El Encuentro entre la sabiduría milenaria de las tradiciones contemplativas y la ciencia moderna está dando a luz un campo esperanzador al descubrir herramientas efectivas para regular nuestra agresividad y egoísmo a través del amor y la compasión. La mente humana es una de las cosas más fascinantes y complejas que existen. Nuestra mente individual y nuestra mente colectiva (la cultura) crean las realidades que habitamos y sufrimos. Estas mentes son entrenables en una dirección menos sufriente y más amorosa. La pregunta clave es: ¿De qué manera pequeña y local, tú que estás leyendo esto, vas a participar de esta transformación?

Para conocer más acerca del Entrenamiento en el cultivo de la compasión, clic aquí

En Twitter: @AndreaVillate

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