Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

En la Universidad Nacional tenemos un Pésimo Rector

Paro de trabajadores, paro de estudiantes, escasa rendición de cuentas, etc., en vez de disminuir, todos estos problemas se han agravado con el actual Rector.

A pesar de varios semestres en los cuales la Universidad Nacional ha funcionado sin contratiempos, en los dos últimos años hemos experimentado tres paros bastante traumáticos. El autoritarismo reivindicativo de un grupo de trabajadores ha afectado seriamente la realización las tareas de profesores y estudiantes. Por autoritarismo reivindicativo ha de entenderse en este caso la voluntad de alcanzar mejoras laborales mediante el bloqueo a los edificios donde se realizan las tareas de docencia, de investigación y de extensión cultural a la sociedad. Los trabajadores en paro poco hicieron por explicar al resto de miembros de la Universidad el sentido y la justificación de sus demandas. Asumieron que si entorpecían el funcionamiento del claustro quedaríamos obligados a prestarles atención. La verdad es que un sector bastante amplio de la comunidad universitaria no lo hizo.

El reproche que merece el Comité ProMejora Salarial es, sin embargo, mucho menor que el que le corresponde al actual Rector y a los directivos a quienes él ha designado. El paro de trabajadores se levantó gracias a la mediación del Defensor del Pueblo, con base en la promesa de realizar lo que los trabajadores habían pedido desde un principio: que las directivas se sentaran a dialogar con ellos. Luego de casi un mes de interrupciones a la actividad académica, lo que queda evidente es que el Rector de la Universidad y los demás directivos carecen de capacidades mínimas para la gestión de desacuerdos y conflictos bastante ordinarios. Y si no dan la talla en lo poco, poco o nada es lo que hemos de esperar en lo mucho: la forma en la cual la Universidad va encarar desafíos de mucho mayor calado relativos a la realización de su misión de producción y difusión del conocimiento.

La estrategia de las directivas en relación con el Comité ProMejora Salarial fue la de su desconocimiento sistemático. De ese modo, las tensiones con los trabajadores sólo se profundizaron y agravaron. Este mismo proceder se hizo manifiesto cuando los estudiantes le reclamaron a las directivas de la Universidad que honraran los compromisos suscritos con los trabajadores y recurrieran al diálogo para resolver el mencionado paro. Luego de una asamblea en el León de Greiff, un nutrido grupo de estudiantes se dirigió a la oficina del Rector a presentarle un conjunto de peticiones. Luego de haber llegado a una de las antesalas de su oficina, en el quinto piso del edificio Uriel Gutiérrez, la respuesta que recibieron era que tenían que radicar esas peticiones en el primer piso. Pareciera que el protocolo de gestión de los conflictos que siguen los directivos de la Universidad hubiese sido redactado por Godofredo Cínico Caspa. En apariencia, están apegados a la ley y a los procedimientos. En lo sustancial, sin embargo, lo que hacen es desconocer valores fundamentales del Estado de Derecho.

Uno de esos valores es la rendición de cuentas. En la forma, el Rector puede decir que ha tomado pasos para responder por sus actos ante la comunidad universitaria. En la práctica, lo que tenemos es una burla. En medio del anti-diálogo con los trabajadores, el Rector puso a funcionar una plataforma de interacción con los docentes llamada Coloquio Profesoral. Apenas los profesores empezamos a hacer preguntas incómodas, la respuesta del Rector ha sido el silencio. Una de esas preguntas incómodas tiene que ver con un aumento del salario de las directivas justo cuando los trabajadores demandaban el cumplimiento de lo acordado acerca de su nivelación salarial. El Rector se ha justificado diciendo que el aumento de salario de las directivas se hizo en consonancia con un estudio del Departamento Administrativo de la Función Pública, pero nunca ha explicado quién solicitó ese estudio ni mucho menos cómo se implementaron sus recomendaciones. Muchas veces he escuchado decir que la Universidad es el reflejo del país. Para mal, la remuneración actual de las directivas es reflejo de la profunda brecha de desigualdad que nos separa. También es reflejo de una pronunciada falta de transparencia porque el mencionado aumento se hizo sin una adecuada discusión y justificación públicas.

Y si faltaran argumentos para convencerse del pésimo liderazgo con el que contamos, solamente bastaría mencionar la tímida respuesta de la Rectoría ante las alevosas amenazas de las Águilas Negras contra tres profesores, dos de ellos candidatos en el pasado al cargo de Rector, así como contra varios estudiantes del Departamento de Sociología. Este vacío de liderazgo lo ha llenado la misma comunidad universitaria la que el pasado viernes realizó un acto simbólico de protección de la Universidad: varios estudiantes y profesores portando velas encendidas formamos un pequeño cordón humano, que esperamos que con el curso de los días crezca y muestre la determinación de la que aparentemente carecen nuestras directivas.

En la Universidad Nacional tenemos graves problemas entre los que cabe mencionar el recurso a la violencia como medio de protesta, la extensión del microtráfico en el campus, el cuestionable desempeño de algunos de sus profesores, para no hablar de otros problemas gruesos como su inadecuada financiación o su actual forma de gobierno. El actual Rector y su equipo no pueden ser tomados como chivos expiatorios de una situación que ya es crónica. No obstante, en la actual coyuntura, al mostrar una protuberante falta de habilidad para gestionar conflictos bastante ordinarios, las directivas de la Universidad agotaron su capital político y sería conveniente que fueran removidas.

En consideración a lo anterior, yo no creo que el actual Rector pueda aprobar una evaluación que le haga la comunidad universitaria. Pero no somos nosotros quienes lo evaluamos sino los miembros del Consejo Superior, quienes por mayoría lo reeligieron hace poco. En ese Consejo, estoy seguro, los representantes de los profesores y de los estudiantes articularán un punto de vista muy similar al expuesto aquí. Desafortunadamente, hasta la fecha, otros miembros del Consejo se han empeñado en descartar opiniones de este tenor como si fuera la voz de grupos radicales. Así las cosas, uno se pregunta cómo hacer posible un país diferente.

La voz de quienes hoy criticamos la falta de competencia del Rector y su equipo la expresamos de una forma firme, pero juiciosa y moderada. Como miembros de una comunidad universitaria, esperamos que los miembros del Consejo Superior nos reconozcan como interlocutores y actúen en consecuencia.

 

 

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