Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

El primero en salir del gabinete de Santos tiene que ser Lizarralde

Así es. La política depende de la forma como la gente implicada define las situaciones y de las consecuencias que les atribuya. Y la situación actual es la de una victoria de un Presidente en la que se conjuga una afirmación de su proyecto más importante –la negociación de una solución política al conflicto armado– con el contundente rechazo a muchas de sus políticas. Una de ellas es la política agraria. A ese rechazo tiene que seguir un cambio de dirección y de ejecutores. Por eso Lizarralde tiene que salir.

Sería suficiente recordar aquí las 25 razones de Armando Benedetti para pedirle la renuncia al ministro Lizarralde en noviembre de 2013. Y, si no lo fuera, entonces bastaría agregar un vistazo al mapa electoral. Las zonas donde el Paro Agrario fue más intenso fueron también zonas donde el Presidente-candidato Juan Manuel Santos recibió una dura paliza a manos del candidato uribista Oscar Iván Zuluaga.

Lizarralde personifica la arrogancia de la élite de la que se rodeó el Presidente Santos en sus primeros cuatro años. El profesor de la Universidad Nacional André-Noël Roth mostró en un reciente estudio que

“el 87% de los funcionarios en cargos públicos de decisión son egresados de una universidad privada en Bogotá. Más llamativo es que el 54% proviene de dos instituciones en particular: los Andes y la Pontificia Universidad Javeriana. El otro 12% proceden del Externado y el Rosario. Esto significa que solo cuatro centros de educación superior acaparan el 66% de esos puestos. ¡Es prácticamente un oligopolio!

“La participación de la Universidad Nacional de Colombia se limita a un pobre 4%, al igual que la de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP).

“En cuanto al área de formación profesional en pregrado, se evidencia que los altos funcionarios del Gobierno nacional estudiaron principalmente Derecho (45%), seguido por el área económica (Economía y Administración de Empresas) con una participación de 24%; luego aparecen con nivel similar de participación las ciencias políticas y administrativas (y afines), así como las ingenierías con un 10%.”

El ministro Lizarralde es un representante típíco de este grupo: abogado javeriano con un máster en gerencia de la Universidad de Miami. Otro tanto podría decirse de su exesposa, la actual ministra de Educación, María Fernanda Campo, otra funcionaria que de quien el Presidente también tendría que prescindir.

Los reacomodos en el gabinete no deberían ser meramente un asunto consistente en repartir la torta. El tema, sin embargo, es que todos los que se subieron a la tarima de los vencedores han ido por su tajada. Los apoyos en la política nunca se dan gratis. Tampoco sale gratis mantener en el gabinete a personas cuyo desempeño pone en entredicho la credibilidad del gobierno. Si la torta hay que repartirla, el Presidente puede al menos asegurarse de que los candidatos para asumir cargos de dirección en el gobierno cumplan unos requisitos mínimos de idoneidad en la materia, además de una mínima capacidad política: capacidad para escuchar, proponer y liderar, áreas todas en las cuales Lizarralde y Campo se rajan.

Más allá de los cálculos inmediatos, el asunto concierne al tipo de proyecto de país que se tiene en la cabeza, proyecto cuya realización depende de la aceptación de amplios sectores de la población. El país de los grandes capitalistas que se apropian del campo colombiano para producir alimentos en el contexto del calentamiento global y de las reglas distorsionadas del mercado mundial es el país de Lizarralde, no el país que votó en las pasadas elecciones. El país que votó por la reelección tampoco es el país que quiere regalar su patrimonio genético de su biodiversidad a entes sin control público para que sea aprovechado de manera particular por multinacionales. De este asunto, desde luego, el actual Ministro de Agricultura no ha querido hablar mucho ni tampoco el director de Corpoica, su cómplice en esta cuestionable maniobra. A cualquiera le bastaría leer el proyecto de ley que han presentado al respecto.

El país de Lizarralde no es el país de quienes votamos a regañadientes el día de ayer por el Presidente Santos. A decir verdad, el país que votó ayer es muchos países. En uno de ellos estamos quienes queremos ver fuera del gobierno a pelafustanes y a chisgarabís con ínfulas de grandes señores y señoras. Es un país en el cual queremos ver servidores públicos comprometidos con el proyecto de un país incluyente, con igualdad de oportunidades, y respetuoso de un legado natural que no es ningún patrimonio sino una fuente de vida que merece nuestro mayor cuidado.

Comentarios