Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Santos en la Universidad Nacional

El Presidente Santos visita la Universidad Nacional de Colombia el día de hoy, 20 de diciembre de 2013. Va a una ceremonia en la cual se formalizará la creación de una estampilla con la cual se esperan recaudar $1,25 billones de pesos, plata que se destinará a la modernización de la infraestructura de las universidades públicas.

Esto es lo mejor que han podido conseguir las directivas de la Universidad de una clase dirigente cicatera y desteñida. Olvidémonos del principio constitucional de igualdad de oportunidades, incluso de la libre competencia. En el capitalismo de captura de rentas que prevalece en este país, la educación poco cuenta y la cultura es un adorno, una pieza de estantería, un lujo, un Rólex.

Hace tres años, en otra ceremonia oficial, escuché al Presidente Santos hablar acerca de la educación. Recuerdo que escogió a Catalina de Rusia como modelo de su «ambicioso» proyecto de fortalecimiento del acceso a las instituciones educativas. Dijo que, gracias a Catalina, Rusia pudo cosechar a mediados y finales del siglo XIX los frutos del enorme esfuerzo hecho para que su pueblo se educara. A este respecto, Santos mencionó las obras de Dostoievski y Tolstoi, obras que, dijo el Presidente, «si uno no las ha leído, por lo menos las ha visto en las series de la BBC.»

¡Eso sí que es educación, Señor Presidente! Podría asegurar que usted y su séquito son adeptos a la chabacanería histórica de Diana Uribe. Por eso no me extraña que el remedio para la inadecuada financiación de la universidad pública sea una estampilla. Gracias, debería decirle, que la plata que se recoja no provendrá del licor ni de los cigarrillos.

Me pueden creer si digo que estoy agradecido con la visita del Presidente Santos a la Universidad. Hay aspectos positivos que vale la pena resaltar. El más importante es que podría sacudir la mentalidad de gueto que prevalece en algunos sectores de nuestra comunidad universitaria. Tengo la impresión, ojalá estuviera equivocado, que hay quienes querrían vivir en un campus deteriorado al que no debería entrar nunca nadie con quien no están de acuerdo.

Como los campus de las universidades en Norteamérica y Gran Bretaña, el de la Nacional es una burbuja. Alguien tuvo alguna vez el tino de escribir un grafiti en la entrada de la 26 que decía, «Peligro, realidad al otro lado.» Así las cosas, qué bueno que haya al menos un ligero roce de realidad política, un leve y efímero contacto con el país político que representa Juan Manuel.

No sé si el Presidente tenga programado visitar algunos de los edificios, como el de la Facultad de Derecho, muy mencionado en días pasados por los medios de comunicación. Además de ir allí, le recomendaría que fuera al corredor del tercer piso del Edificio Manuel Ancízar. En ese corredor, dos grupos de la Universidad, Saber y Vida, y Memoria y Palabra, en una conmovedora exposición acerca de la historia del campus, han evocado un par de testimonios que quisiera compartir en este blog.

«La Universidad Nacional es, para mí, el lugar donde pasé de adolescente a adulta, donde empecé a vislumbrar que sí había posibilidades de un futuro mejor.»

«La UN me ha transformado… me ha hecho una mejor persona, más sensible, más crítica, más humana, mejor ciudadana y estoy segura que soy una buena profesional.»

El profesor Beethoven Herrera hizo este año la siguiente observación: a pesar de tanto curso de ética profesional, son alumnos de universidades privadas quienes aparecen mencionados en los grandes escándalos de corrupción. A despecho de sus limitaciones, la universidad pública dota a sus estudiantes de una conciencia de lo público, que se traduce en un sentido de solidaridad y compromiso ausente en muchos profesionales de universidades privadas.

Por favor, Señor Presidente, tome nota de su visita a la Universidad Nacional de Colombia.

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