Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Déficit de Atención (I)

Yo querría que este país saliera de su condición parroquial. Como otros más, querría verle asumir una posición de liderazgo. Sin embargo, el palo no está para cucharas.

No damos la talla. Como conjunto, este país tiene un serio déficit de atención. En efecto, casi nada se ha dicho y mucho menos se ha hecho en relación con el conflicto en Gaza entre Hamás y el gobierno de Israel. Pareciera que el fallo de la Corte Internacional de Justicia en relación con el diferendo con Nicaragua fuera lo único que los colombianos pudiésemos tener presente en nuestras mentes.

Hasta el 31 de diciembre de este año, Colombia tiene asiento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en calidad de miembro no permanente. En este órgano se discute y, a veces, se toman decisiones en conflictos como los de Gaza. Con todo respeto quiero decir que este país no debería volver a estar en en ese Consejo ni en ninguna otra organización internacional similar sino hasta cuando dé muestra de su capacidad para considerar más de un asunto internacional a la vez.

La situación en Gaza es extremadamente grave. Una estimación del número de víctimas causadas en el último episodio de ataques de lado y lado, entre el 14 y 21 de noviembre, es la siguiente: 109 personas muertas (105 palestinas y 4 israelíes) y 1190 heridas (971 palestinas y 219 israelíes). Entre nosotros, ¿quién se refiere a estos números? En relación con los asuntos internacionales, en este país de lo único que se habla es de áreas limítrofes, plataforma submarina, derechos de pesca, etc.

Nuestra falta de atención no sólo es torpe. También es grosera. Nuestro torpor tiene explicaciones, seguramente asociadas a nuestra igualmente impúdica violencia. Pero ninguna de esas explicaciones cambia el hecho de que así de embotados no estamos listos para jugar ni siquiera una entrada en las Grandes Ligas de la política mundial.

Antes de opinar sobre el asunto, es bueno detenerse a considerar la lista de ataques con cohetes a Israel desde la Franja de Gaza. Entre enero del 2001 y enero del 2009, aproximadamente 8600 cohetes fueron disparados contra Israel. Sólo en el 2012, ese número fue de 2556.
Y así como hay que considerar los ataques perpetrados por Hamás, la Jihad Islámica y otros grupos, uno también tiene que detenerse a considerar la respuesta de Israel. Solamente voy a citar un ejemplo. El 10 de noviembre, unos pocos días antes de que Israel iniciara la operación Pilar Defensivo, unos militantes palestinos atacaron un vehículo militar israelí con un misil antitanque. 4 soldados israelíes resultaron heridos. Las fuerzas israelíes respondieron con disparos de tanque. El resultado: 7 palestinos, incluidos 3 niños resultaron muertos y otros 52 más, incluyendo 6 mujeres y 12 niños, resultaron heridos.
Un asunto tan complicado como este conflicto amerita un estudio detenido. Invito a cada lector a que haga el suyo. Por lo pronto, con la evidencia que tengo, he llegado a esta conclusión: Israel recurre sistemáticamente a la práctica de castigos colectivos, prohibida por el derecho internacional.
Israel suscribió los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949 aplicables a los conflictos armados. El Cuarto Convenio, que se refiere a la protección de los civiles, establece en su artículo 33 que están prohibidos los castigos colectivos, así como las medidas de intimidación o terrorismo. A Israel, sin embargo, el derecho internacional humanitario le vale huevo. Y como ya tendré ocasión de señalarlo, a Estados Unidos también.
En el comentario autorizado al artículo 33, el Comité Internacional de la Cruz Roja indica lo siguiente:
“En anteriores conflictos, la imposición de castigos colectivos ha tenido como intención impedir violaciones a la ley en lugar de reprimirlas; al recurrir a medidas intimidatorias para aterrorizar a la población, los beligerantes abrigan la expectativa de prevenir actos hostiles. Lejos de alcanzar el efecto deseado, sin embargo, tales prácticas, por cuenta de su excesiva severidad y crueldad, mantuvieron vivo y reforzaron el espíritu de resistencia. Esas prácticas golpean al culpable y al inocente por igual. Están en contravía de todos los principios basados en la humanidad y la justicia, y es por esta razón que la prohibición de castigos colectivos está acompañada de la prohibición de todas las medidas de intimidación o terrorismo en relación con las personas protegidas, no importa donde ellas puedan estar.”
Yo creo que el número de las víctimas habla por sí solo. El gobierno de Israel acusa a las organizaciones palestinas de escudarse entre la población civil. Una y otra vez afirma que los ataques realizados en Gaza han sido efectuados con el mayor cuidado para prevenir víctimas civiles. Yo no lo creo así. Creo que es parte de una campaña deliberada para poner a la población de Gaza en contra de las organizaciones radicales que se proponen la destrucción de Israel. Dicho de otro modo, cada víctima civil, cada niño, cada mujer, es el precio que tiene que pagar la población de Gaza por la existencia en su territorio de organizaciones políticas que quieren aniquilar a Israel. Esto, es preciso repetirlo, es una violación del derecho internacional humanitario. Es un crimen de guerra.

Antes de opinar sobre lo que ha ocurrido en Gaza en los últimos días, conviene considerar lo que ha ocurrido en Israel durante este último año: contra su territorio fueron lanzados 2556 cohetes. Entre enero del 2001 y enero del 2009, los cohetes lanzados en contra suya sumaron 8600, aproximadamente. ¿Quién se atrevería a decirle a Israel que no se defienda?

Pero así como hay que considerar los ataques perpetrados desde Gaza en contra de Israel por Hamás, la Jihad Islámica y otros grupos, uno también tiene que detenerse a considerar la respuesta del gobierno de Israel. Solamente voy a citar un ejemplo. El 10 de noviembre, unos pocos días antes de que Israel iniciara la operación Pilar Defensivo, unos militantes palestinos atacaron un vehículo militar israelí con un misil antitanque. En este incidente fueron heridos 4 soldados israelíes. Las fuerzas israelíes respondieron con disparos de tanque. El resultado: 7 palestinos, incluidos 3 niños resultaron muertos y otros 52 más, incluyendo 6 mujeres y 12 niños, resultaron heridos.

Un asunto tan complicado como este conflicto amerita un estudio detenido. Invito a cada lector(a) a que haga el suyo. Por lo pronto, con la evidencia que tengo, he llegado a esta conclusión: Israel recurre sistemáticamente a la práctica de castigos colectivos, prohibida por el derecho internacional.

Israel suscribió los Cuatro Convenios de Ginebra de 1949 aplicables a los conflictos armados. El Cuarto Convenio, que se refiere a la protección de los civiles, establece en su artículo 33 que están prohibidos los castigos colectivos, así como las medidas de intimidación o terrorismo. A Israel, sin embargo, el derecho internacional humanitario le vale huevo. Y como ya tendré ocasión de señalarlo, a Estados Unidos también. A este respecto, la reelección de Barack Obama sólo ha significado más de lo mismo.

En el comentario autorizado al artículo 33 del Cuarto Convenio, el Comité Internacional de la Cruz Roja indica lo siguiente:

“En anteriores conflictos, la imposición de castigos colectivos ha tenido como intención impedir violaciones a la ley en lugar de reprimirlas; al recurrir a medidas intimidatorias para aterrorizar a la población, los beligerantes abrigan la expectativa de prevenir actos hostiles. Lejos de alcanzar el efecto deseado, sin embargo, tales prácticas, por cuenta de su excesiva severidad y crueldad, mantuvieron vivo y reforzaron el espíritu de resistencia. Esas prácticas golpean al culpable y al inocente por igual. Están en contravía de todos los principios basados en la humanidad y la justicia, y es por esta razón que la prohibición de castigos colectivos está acompañada de la prohibición de todas las medidas de intimidación o terrorismo en relación con las personas protegidas, no importa donde ellas puedan estar.”

Yo creo que el número de las víctimas habla por sí solo. El gobierno de Israel acusa a las organizaciones palestinas de escudarse entre la población civil. Una y otra vez afirma que los ataques realizados en Gaza han sido efectuados con el mayor cuidado para prevenir víctimas civiles.

Yo no lo creo así. Creo que esos ataques son parte de una campaña deliberada para poner a la población de Gaza en contra de las organizaciones radicales que se proponen la destrucción de Israel. Dicho de otro modo, cada víctima civil, cada niño, cada mujer, es el precio que tiene que pagar la población de Gaza por la existencia en su territorio de organizaciones políticas que quieren aniquilar a Israel. Esto, es preciso repetirlo, es una violación del derecho internacional humanitario. Es un crimen de guerra.

Antes de continuar con las intenciones de Israel, creo necesario resaltar que no puede haber vacilaciones ni duda de ninguna clase acerca de las intenciones de Hamás. Una lectura de su Constitución o Carta sirve para que cualquiera se convenza de que, hasta que no modifique sus principios, como lo hizo en su momento la Organización para la Liberación de Palestina, no habrá paz en esa desolada región del mundo.

Para la muestra un botón, el artículo 11 de la Carta de Hamás afirma: «Palestina es una Waqf islámica (waqf es una donación religiosa a perpetuidad): El Movimiento de Resistencia Islámica cree que la tierra de Palestina ha sido una Waqf islámica durante generaciones y hasta el Día de la Resurección; nadie puede renunciar a ella o parte de ella, o abandonarla toda o en parte. Ningún país árabe ni el conjunto de los países árabes, ni ningún rey árabe o presidente ni ningún conjunto de ellos tiene ese derecho, ni lo tiene tampoco ninguna organización o conjunto de organizaciones, sean ellas palestinas o árabes, porque Palestina es una Waqf islámica durante generaciones y hasta el Día de la Resurección. ¿Quién puede presumir de hablar en nombre de todas las generaciones islámicas hasta el Día de la Resurección?”

Con esta declaración, así como con otras tantas hechas acerca de La Tierra de Israel (Eretz Israel) entregada por su dios a su pueblo, tiene uno la receta para un cocktail letal. Pero no es en Gaza ni en Tel Aviv donde el resto del mundo se toma sus tragos.

En su borrachera de odio, Hamás nos ha sabido mostrar su lado más abominable. Es una organización que cree en el terror como medio de persuación. Yo no quiero ahorrarles las imágenes escabrosas del cuerpo de una persona muerta arrastrado por una motocicleta y escoltado por varias personas armadas, imágenes en las que veo rufianes, bárbaros, inhumanos. Les dejo el enlace. Un cierto pudor me impide incluirlas en este blog.

Pero, ¿qué puede decir uno del rostro de quienes han ordenado y de quienes han perpetrado los ataques contra civiles en Gaza? El de unos es anónimo; el de los otros aparece adornado con la sobriedad de quienes, al decir de George Orwell, se encargan de que las mentiras suenen a verdad y de que el asesinato parezca respetable.

Considere usted por un momento este par de imágenes:

Hombre palestino sentado al lado de Iyad Abu Khoussa, su hijo de año y medio.

Hombre palestino señala a uno de los sitios atacados por Israel donde probablemente estaba su familia.

Desde luego, en Israel también ha habido víctimas.

Considere usted también esta otra imagen:

Un niño israelí rescatado de un lugar en Kyriat Mal’akhi, donde tres personas fueron muertas por un cohete disparado desde Gaza.

Hay víctimas de lado y lado. Por eso es que el silencio de Colombia es ominoso.

No podemos pasar de lado frente a la política de Hamás, de Jihad Islámica y otras organizaciones en Gaza de usar medios indiscriminados de ataque contra la población civil en Israel. Nuestro silencio sería criminal. Pero guardar silencio frente al uso indiscriminado y desproporcionado de la fuerza por parte de Israel en Gaza sería igualmente criminal. El silencio nos haría cómplices de la barbarie.

Pero, ¿qué digo? En este país no hay silencio. Hay una enorme algarabía por cayos, islotes, islas, mares, armadas…

Aquí lo que hay es déficit de atención.

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