Así controlé el cáncer

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¡Aprenda a escuchar su cuerpo!

Un día cualquiera, luego de una fatigante carrera, el cuerpo me envió un mensaje de color rojo en la orina. ¡Por supuesto que me alarmé! Le comenté la súbita evidencia a un amigo corredor, quien me dijo en tono grave: “¡hermano, visite urgente un urólogo!”.

Preocupado, concerté una cita con el especialista. Era flaco, alto y canoso, este último rasgo, indicativo de madurez, me inspiró confianza.

Mientras llenaba unas hojas de trámite, le informé el inquietante síntoma y mi afición atlética. Me miró, se acomodó las gafas, y sentenció: “es hematuria benigna del ejercicio. El sangrado se debe al roce de las paredes de la vejiga por el impacto de las zancadas al correr”. Se levantó dirigiéndose a la puerta y complementó: “tome  mucha agua antes de correr para lubricar”.

Cumplí con escuchar el cuerpo, como recomiendan los expertos en los medios de comunicación (“la letra con sangre entra”), además, quien sabía interpretar el susto, me dijo que la cosa no era seria, así que me fui tranquilo.

Seguí corriendo con la misma frecuencia e intensidad, eso sí embuchándome de agua previamente (sé seguir consejos), sin embargo, el cuerpo insistía con el colorado mensaje, subrayándolo con otra novedosa alerta: ardor al orinar.

Aunque me sonaban insistentes las repetidas advertencias maritales, estas me hicieron regresar donde el mismo urólogo. Su apreciación fue un calco  de la anterior consulta un año atrás. El médico me despachó sin sugerir ningún tipo de prueba.

Hay un primer instante en que el cuerpo grita para  alertarnos que algo no está bien en el sitio donde brota el quejido. Tarde o temprano, y a pesar de las equivocaciones de algunas voces autorizadas, nos enteraremos del tipo y magnitud de la anomalía. He aprendido a escuchar el cuerpo, pero también a cuestionar  a los expertos  que interpretan los quejidos.

El primer paso en el camino de la recuperación de la salud, es la información. Hay pacientes que navegan en las extensas aguas del internet, algunos médicos no los encuentran  simpáticos. Hay otros igual de incómodos: aquellos que hacen incansables  preguntas sobre su condición y el tratamiento propuesto, en su legítimo intento por conservar la vida.

A las cantinelas: “aprenda a escuchar su cuerpo”, “hágase un chequeo anual”, “la detección temprana es muy importante”, “consulte un especialista”, hay que añadir otra: “cuestione lo que le diga  este último y busque una segunda opinión”.

 

 

 

 

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