República de colores

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Rómulo Bustos en #5añosBibliotecaLiteraturaAfro, con @MinCultura

La obra poética del bolivarense es el volumen XV de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana. 

La poesía inútil de Rómulo Bustos Aguirre

Por Karla Aguilar, estudiante de Lingüística y Literatura de la Universidad de Cartagena. Especial para “5 años de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana”, un programa conjunto del Ministerio de Cultura y la Fundación Color de Colombia. Entrega 8 de 12.

En sus clases de Crítica, el poeta Rómulo Bustos Aguirre, Premio Nacional de Poesía 1993, insistía en ver el texto literario como el microcosmos donde distintas constelaciones de significado convergían, para formar entonces, una totalidad fragmentada.

Un texto siempre lleva a otro y en la búsqueda de esas conexiones surge el verdadero momento de interpretación y entendimiento de las obras. Se fortalecían los debates con los múltiples conocimientos de un profesor que, reconocido por su sensibilidad artística, también dejaba entrever sus estudios en Derecho, Ciencias Políticas y los más recientes en Teología.

Escucharlo era también participar de un recital, porque se hacían evidentes sus propias conexiones, las que le daban forma a su poética. El sustrato de la realidad material y simbólica en el que soporta sus letras no era más que la realidad misma: la vida, ya en los hilos manejados por una mano invisible -aunque para el poeta sea mejor el adjetivo innombrable-, ya en el recuerdo vivido de una tarde en el patio.

A medida que el profesor era poeta y el poeta profesor el desafío para quienes disfrutamos leerlo fue el  de la obviedad, y el cómo explicar que la poesía habla de la poesía misma, y que en ella, la vida es solo vida.

ROMULO BUSTOS portada b

Bustos Aguirre comenzó su extensa trayectoria en 1988 con la publicación de El oscuro sello de Dios. Allí una preocupación se haría evidente desde las perspectivas de reflexión del poeta: lo trascendente, pero no en la concepción mítica de Mircea Eliade, en la que lo sagrado aterriza en el plano de lo humano y natural para darle sentido, sino en el vuelo de lo terrenal a lo alto,  en donde la madre es la “imagen previa del paraíso”. En donde un ángel mancha su túnica blanca comiendo frutos tropicales.

Lo trascendente en su indefinición, que no deja de ser presencia activa en el destino de lo humano, y en ese sentido, la acción cercana de lo trascendente. La lectura de los poemas se convierte entonces en la revelación de esa duda, de ese no conocimiento o conocimiento otro que genera la dimensión mística de la existencia y que se va configurando en la construcción de imágenes que, aunque muestran figuras conocidas, revelan también la ceguera que hay en ese mirar.

Por la vía de lo trascendente se introducen en los poemas continuas menciones a Dios, las cuales son enfrentadas a las también continuas referencias a la mitología clásica, como si el autor entendiese en ellas el modelo de las relaciones entre lo sagrado y lo humano, una simbiosis imperfecta.

Así, la antología poética no parece cuestionar la acción creadora de algo superior, que al contrario es refrendada en varias oportunidades, cuando la naturaleza se presenta como su extensión, El libro  El traspatio del Cielo da muchos ejemplos de esto: Un día/Dios sembró un árbol de agua/para que lloviera/Tomó lágrimas suyas y las sembró/ Y vio Dios que era buena la tierra del cielo/para sembrar la lluvia/Y hubo así estaciones. 

El cuestionamiento parece estar en la estancia de ese ser, en sus eternas posibilidades. La cuestión divina es un reto a la razón y a la poesía misma: cómo nombrar aquello que, sin conocerse en su “vasto misterio” desordena con su acción el destino individual y colectivo; cómo aprehender su inmensidad; cómo aceptar el recorrido sin certezas trazado por él. ¿Es posible encontrar sus señales en los susurros del viento, o en la iridiscencia de las luces o acaso en el reflejo del árbol en el agua?

Lo interesante de esa “temible presencia”, del “toque divino” de Dios, es que la extrañeza de lo sagrado se configura como una actitud frente a la existencia que, si bien inunda el ámbito ritual frente a lo celeste, también se manifiesta en el recuerdo de lo cotidiano en la infancia, o en el fútil aleteo de una mosca.

Si la duda está en todas partes, los escapes a ella deben aparecer también en cada rincón de la conciencia: la ilusión, la fabulación, los sueños. ¿El amor? El poeta se refiere a esta realidad en Del amado, poema central de Lunación del Amor: “así el que ama/De cierto/ el amado fluye de su alma como un río/ misterioso, profundo/ Y ese río arrastra su propia sed”.

¿Hay algún sentido en estas vías de escape? ¿Alguna consolación,  algún atisbo de verdad? O, ¿acaso hay una diversión maliciosa en la reflexión por la reflexión? El poeta muestra sus fichas en “Este juego cuya gracia tal vez es no entenderlo”, afirmación que, introduciendo el Oscuro sello de Dios, reconoce el vano esfuerzo de visibilización de la poesía.

Reconocimiento también que consolida como más importante que las huellas, el caminar, el placer de las comas y no del punto final, la pérdida en el sueño que puede olvidarse al despertar. La inutilidad de una poesía con tintes filosóficos: dadora de preguntas, nunca de respuestas, que servirán para escribir más versos, cuyo sentido se configura en torno al ¿dónde están las respuestas?

Todas las búsquedas son inútiles: la de las palabras para describir a Dios, y la de Dios mismo. Inútil buscar si todo se ha dado. De nuevo el desafío de la obviedad: la vida misma encierra las claves para entenderla. Entender la vida como el resultado de vivir.

Recomendar una antología con base en la forma es perpetuar aquel criterio estilístico que reduce  la poesía a su sonido; hacerlo con base en un sentir es minimizar el trabajo simbólico efectuado en las palabras. El elemento que sugiere la lectura del poeta bolivarense solo puede ser entendido en la familiaridad de sus construcciones, y en la cercanía de una voz lírica que empieza a hablar de nosotros mismos tanto en nuestra dimensión ontológica de humanos, como en las especificidades que describen el vivir en el Caribe.

Robert Penn Warren escribió “En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.” Cuánta luz se alza en la lectura de uno de los versos más simples, quizás el más hermoso de todos los sentidos por Bustos Aguirre, y que resume las formas características de su colección: “Siempre serás tu más íntimo forastero”.

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Karla Patricia Aguilar Velásquez

El tomo XV de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Obra poética, de Rómulo Bustos Aguirre (1954-) se puede descargar aquí.

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