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Los sueños: ¿espada sin filo o con doble filo?

 

 quijote

Manuel Felipe Álvarez-Galeano

 

 

Ves cosas y dices, «¿Por qué?”.

Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, «¿Por qué no?»

George Bernard Shaw

 

En una sociedad donde el ser humano se convierte progresivamente en una máquina, la salvaje subsistencia lo esclaviza en ese molde opresivo de ser lo que un sistema dice que se debe ser y donde los roles están casi preestablecidos, soñar se convierte en un acto de rebeldía y forja un discurso vital. Porque hay distracciones y voraces fanatismos que, a veces, nos sumergen en la ceguera y es más fácil caer en la demencia global.

Nos vemos inmersos en este panorama de estricta supervivencia y debemos decidir entre luchar para el diario vivir y cumplir sueños, es cuando nos enfrentamos, quizás, a la decisión más enmarañada de nuestras vidas. Esa misma sedación de la que hablo, casi nos obliga a cumplir con el sacrosanto ciclo biológico de: “nacer, crecer, reproducirse y morirse”, cuando el tercero puede omitirse o, también, puede constituirse en un sueño como tal. Soñar, en determinadas circunstancias, genera una ruptura de este esquema o el cumplimiento del mismo, puesto que nacemos y morimos simbólicamente muchas veces. Es cuando aprendemos a crecer, y crecer representa el trecho más largo de todos momentos del ciclo.

Para entender el acto de soñar, podría pensarse que deberíamos primero definirlo. El problema es que este verbo confluye con otras palabras que son indefinibles y las cosas que gozan de este carácter como el amor, la felicidad, la libertad, la justicia y tantas otras, cual si fueran prohibidas, nos son provocativas. Cuando el suicida hace sus coqueteos a la muerte, siempre se le enumeran los sueños como si fueran estos la munición que se dispara en esas batallas interiores que se libran en su médula.

En el diálogo trivial hacemos constante mención de los sueños, aunque no siempre los cumplimos. Hacen parte de nuestro discurso diario y nos están generando un constante movimiento que nos lleva a proyectar una finalidad en nuestros trabajos. Pero los sueños también tienen un doble filo. Ocurre que los confundimos con metas, y estas nos hablan de que debemos buscar el final del camino, pues eso es lo que son verdaderamente. Ignoramos que el acto simple de caminar, en sí, trae el aprendizaje más sostenible. Pero a eso no nos acostumbraron, en vista que, desde la fecundación, la biología nos imprime la ley de la competitiva supervivencia y, más aún, desde niños, la estructura socioeconómica nos impartió la obligación de competir y nos colmó de afanes “necesarios”.

Sería interesante una exploración: que, en vez de perseguir metas, encontremos un significado que se sostenga en el aquí y en el ahora. Y aunque el presente sea también relativo, sería una aventura enriquecedora perseguirlo y que los sueños sean tan potentes y autónomos que sean capaces de mantenerse firmes aun cuando otros sobrevivientes intenten desmoronarlos en esta salvaje carrera. Aristóteles nos consuela un poco: “Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”. Los sueños nos dejan esa inquebrantable dignidad que nadie puede arrebatarnos, es cuando debemos custodiarlos sin perder la soberanía sobre nosotros mismos y así entraríamos en comunión con la vida que queremos. Aunque bien, lo platónico también le ofrece ese color mágicamente inefable al paisaje cuando asumimos que hay sueños que soñados son tan maravillosos, que no vale la pena ultrajarlos con ciertas realidades.

No sabemos hasta dónde llegamos, en qué puerto anclaremos o en qué fondo caeremos; pero es necesario el viaje, tal vez los paisajes sean ese sueño que no creímos antes soñar. Aun cuando parezca todo perdido, cuando no haya un motivo… que buscar uno se convierta en uno. Cuando se hace tangible la frase de François Mauriac: “¡Qué poco cuesta construir castillos en el aire y qué cara es su destrucción!” es cuando George Bernard Shaw, sin quererlo, complementa: “Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no se pierde; ahora coloca las bases debajo de ellos”.

¿Qué opinaría el Quijote acerca de esto?

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