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Cuatro casos de aborto

Flickr, Zitona
Flickr, Zitona

Juan Villamil (*)

Abortar incita discusiones acaloradas, quizá más acaloradas que el momento en que se produjo ese embarazo particular. Y digo particular porque, a pesar de que las discusiones bullan en la plaza pública, el fondo del asunto se encuentra en un útero que pertenece al cuerpo de una mujer. Y el cuerpo de una mujer es propiedad de ella, no de un Estado ni de una iglesia ni de un procurador.

Esta parrafada, no obstante, nada pretende aportar a una discusión donde el matiz político es el predominante, sino que será la excusa perfecta para hablar de cuatro sonados casos de aborto en la literatura.

Caso uno: Aborto espontáneo. Opiniones de un payaso es una de las mejores novelas de posguerra, pero también es sencillamente una magnífica novela. Marie, la compañera del protagonista, sufre dos abortos espontáneos y algo que al final no sabemos si fue o no otro aborto. ¿Y cuál es la opinión del payaso sobre los abortos? Esta frase: “Marie pareció firmemente convencida de que el niño –así lo llamaba ella- nunca podría entrar al cielo, porque no estaba bautizado. Siempre dijo que se quedaría en el limbo y entonces me enteré qué cosas tan espantosas les enseñan a los católicos en materia de religión”.

Caso dos: Aborto a destiempo. Hay dos cosas que poco recordamos de Rocamadour: que su nombre en Montevideo era Carlos Francisco, y que la Maga se negó a abortarlo, pero mucho después, al sumar a sus cuentas las lecciones de canto, lamentó no haberlo hecho. Quizá por eso Cortázar decidió abortarlo a destiempo, en una habitación en París en la que muchos años antes habría vivido Gabriel, personaje de Cien años de soledad, “durmiendo de día y escribiendo de noche para confundir el hambre”.

Caso tres: Aborto indiferente. No sería justo decir que a Juan Carlos Onetti le causaban fascinación las putas, pero sí a muchos de sus personajes. Por eso en la obra del uruguayo hay frecuentes alusiones al aborto. En su último libro, Cuando ya no importe, en la voz de un médico se lee una de las más directas: “Nunca hice un aborto pero hace mucho tiempo vi hacerlo. Carnicería. De modo que yo no me niego por principios sino por simple cobardía. Y agrego, como un recuerdo que me trae el tema, que en un país muy grande y civilizado los abortos eran libres y gratuitos”.

Caso cuatro: Aborto inducido. Es el mejor caso, pues se trata de una novela entera dedicada al afán, los argumentos y las acciones de un hombre que durante 5 días busca convencer a su amante de abortar. Esta imperdible se llama La despedida, del escritor checo Milán Kundera.

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(*) Colaborador.

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