El Magazín

Publicado el elmagazin

Amantes en una palmera

Pintura Sumi-e

Pompilio Peña (*)

Aquella noche el cielo permitía mirar las estrellas sin ese rastro de opacidad lúgubre de las nubes de invierno, que tanto acudían por esos meses. Lo esperaba, inquieto, bebiendo sorbos de un vino barato al pie de la estatua. De vez en cuando, su mirada se detenía en la danza de una palmera cuyas hojas, ahora sombras inquietas, dibujaban un par de amantes en un amoroso encuentro.

  Cuando se sentó a su lado, en aquella acera poblada de fantasmas, de aventuras que ya no fueron, de amores imposibles y furtivos, de amigos muertos, tuvo la impresión de que aquel hombre ya no era el de antes.

   —Te noto extraño —le dijo.

   —Para nada.  Eres tu quien se ve raro.

   —No, sólo que te demoraste. Pensé que ya no vendrías.

   —Perdoná.

  Y al pronunciar esta palabra intentó de nuevo dominar los vertiginosos detalles de un recuerdo. De nuevo, percibió el olor delicioso y persistente que temía pudiese desaparecer con el furioso frío que soplaba.

   Hubo un largo silencio.

   —Dejame olerte los labios —por fin dijo, como si aquella petición fuera de lo más natural.

   —¿Qué dices?

   —Compartí ese olor conmigo.

  Se sintió estúpido, extrañado. Lo miró con bondadosa ironía como tantas otras veces lo había hecho.

   —No te entiendo.

   —Vos sabés de qué te hablo. Quiero saber cómo…

   —No jodás. Hay mucha gente.

   —Es sólo por un momento.

  Estaba chiflado. Su amigo ya no le inspiró pena si no una aguda aversión, pero de repente se dijo que qué más daba. Sonrió al pensar que ese sería su acto caritativo de la noche.

   —Hacelo rápido, pues.

  San Cayetano bullía de gente. Las campañas anunciaban la misa de ocho.

  Así que tensó los músculos para no rehuir la cercanía del rostro. Miró la palmera que comenzaba a agitarse con rudeza; un par de amantes sellaban su pacto, y lo habían estado haciendo por años, pensó.

   Dos, tres segundos, y lo siguiente que sintió, aterrado, fue una mano que lo abrazó por el cuello. Sintió que lo besaban.

Comentarios