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CARTAS DE MANUELA ZIMMERMAN (3)

Julie Paola Lizcano Roa

CARTA Nº 13

No ha llegado el correo aún, parece ser que ha habido problemas serios con la llegada de mercancía a Bogotá, pero por ahora no han habido problemas con la salida de esta, lo que es supremamente raro, además de eso el gerente de la empresa ha renunciado, y quien ha tomado el cargo ahora, no ha logrado organizarse; eso me lo ha dicho Ana, quien es la que siempre me entrega el correo. Lo que me hace pensar que has estado leyendo mis cartas.

 La semana pasada Marcos por fin acepto algunos escritos míos, le han gustado y me dijo que empezarán a publicarlos prontamente en el periódico de los martes en la última sección, estoy ansiosa de ver mi nombre allí. En verdad no tienes idea, de cuánto tiempo les he dedicado, han sido horas y horas de escritura, y cada uno de mis cuentos los he pegado en las paredes de mi habitación para seguir la secuencia y así, mantenerme al tanto con la escritura. Verás cuando regreses que mi apartamento está hecho un caos, hojas escritas a máquina por todos lados, y libros en el suelo que no paro de leer y releer. Pero esto es lo de menos ahora, te enviaré apenas pueda el primer ejemplar que me llegue del periódico del martes para que lo leas; te lo prometo.

 Quiero contarte que las noches han sido como un torbellino ausente de desolación, y creo haber visto tu sombra recorrer a pasos lentos los pasillos de mi habitación, percibo tu aroma en las paredes, en el piso, en los tapetes, en las hojas de mis libros y revistas, en la comida…y me pregunto, ¿Si esto que siento es culpa del aislamiento, o si es simplemente una forma que tiene mi alma de desahogarme de ti? Llevo días sin salir de aquí porque te veo en la calle, en los buses, en los restaurantes, en todo lugar al que voy, y no soporto esa desdichada sensación. La soledad es como un puñal que atraviesa mi ser, y no basta escribirle a la nada, porque tú no estás aquí, tus fotos se han convertido en una imagen alucinada que mis sentidos no logran entender. Creo que la vida me está haciendo pedazos, y no sé cómo evitarlo. Esta es la hora que no sé si es de día o si es de noche, porque mi cuerpo solo te espera a ti.

El poco dinero que tengo y que me ha dado por adelantado Marcos por mis cuentos, lo he gastado en libros, que afortunadamente la librería no ha tenido inconveniente de enviarme, también en alcohol, cigarrillos y un poco  de marihuana, solo porque deseo recordar viejos tiempos, cuando los dos nos sentábamos en algún parque a hablar con los árboles, y de tu gato rojo llamado Thomas.  Dirás que vivo en los recuerdos, pero yo creo que todos vivimos de ellos, aunque odio mi pasado, más de lo que odio a mi propia vida; ayer llego una carta de mi madre, diciendo que mi padre ha fallecido, me ha enviado dinero para el pasaje (y supongo que también lo ha hecho con mi hermano), pero en verdad no me importa nada, estoy acostumbrada a la muerte, y sé que él ahora está mejor sin nosotras. Yo no quiero que te conmuevas por esto que te estoy contando, ni que me digas que necesito un puto loquero, pues no hay presente más soportable que una vida sin ellos, conozco la muerte y no necesito verla en él.

Amor, realmente estoy ansiosa de saber cómo estas, miro el reloj cada segundo y el teléfono esperando esa llamada que me diga que han llegado los correos, y que puedo ir a recogerlos; y es que solo necesito escuchar tu voz cantar en mi cabeza, no soporto más mis pensamientos, y necesito con urgencia alguien que las acompañe, no quiero llegar sola a la inanición que trae la existencia del cuerpo humano. Mi alimento eres tú, mi vida es contigo. Y es que no sé cuánto tiempo más soportare la ponzoña que trae el destierro de la ausencia.

Esperándote de algún forma,

Imposibilitada para llorar cuando la soledad observa.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

 CARTA Nº 14

Un mes sin escribirte, amor mío, esto en verdad me parece un desatino. Pero créeme que no he dejado de pensarte. Quiero recordarte que he adjuntado todos mis escritos que he publicado en el periódico en este mes y medio, también quiero decirte que tus cartas han llegado en buen estado, sin embargo se han perdido algunas en el estrecho viaje hasta aquí.

Llevo noches pariendo y abortando letras que no son más que peroratas amargas, y por eso he acortado las cartas. Pareciera a veces que estuviera alimentando las palabras de una mariposa sin alas, y jubilando las letras de una joven sin memoria. Pero el alud de tus cartas reaviva mi sentir, apagado a veces por la rutina y la desesperanza, tú sabes cómo es Bogotá cuando el sol no brilla.

Oprimiendo entonces este lápiz contra el papel deseo atiborrar la urbe de mi desolada juventud, diciéndote que te extraño, y que el terciopelo de mis lágrimas se acentúa por mis pómulos cada vez que no te tengo a mi lado, y el resplandor de mi vida poco a poco se apaga. Quisiera traducirte en letras, este mi mayor duelo, pero no hay huellas que desplieguen mi alma ante estos vulgares sentimientos.

Cada mañana al extender mi mano sobre nuestro lecho, no encuentro más que mi sombra donde solo habitan fantasmas monótonos, pues buscarte a mí misma en ti, ha sido la peor profesión que he tenido que soportar, y me pregunto ¿cuántos días más, cuantos meses más estarás lejos de mí? Mi corazón es un vasto repertorio de heridas pasadas, no quiero que tú te conviertas en una de ellas, quiero tenerte cerca, para ver tu sonrisa iluminar mis días, porque no entiendo esta variedad de sutilezas, que no justifican mi existencia, ¿acaso es tarde para continuar?, pero si mi corazón es una verdadera amante, espero soporte tu ausencia que ha de continuar, y aunque muerta me encuentres, el amor no morirá jamás. Solo quiero que lo sepas, y no estoy desvariando, créeme que hablo con la mayor de mis sinceridades, mi alma resuena como el aleteo de un pájaro invencible, aunque huela a muerte y a olvido, mientras sepa que existes levantaré la cabeza al cielo, el escenario ahora es tu espera, y la obra aún no tiene un final.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

 CARTA Nº 15

 Hubiese entregado mi vida a Dios, antes de nacer, para nunca haber ardido por dentro, como cuando la tristeza apuñala tus entrañas, buscando palabras que no encuentras bajo las sabanas de la vida. En este cuerpo sobrevivo, ante la inminente existencia, descifro mi dolor con letras que nadie lee, ni perfuma; la poesía compañera de noches inciertas resuena ante la tristeza de mi alma que carcome las angustias y las voces quebradas de versos que no llegan. Las noches hierben como sangre caliente, mientras mis manos que no logran escribir se quiebran ante el temblor de la desesperanza y la enfermedad, porque un dolor así no se quita con cualquier remedio, un dolor así se sufre con la mayor de las agonías, sin pastillas, ni recebo que magulle las heridas. La soledad abraza mis días, un cigarrillo y varios libros acompañan mis madrugadas cuando la luna se esconde para darle paso al sol, mi vela está por apagarse, y aun no escribo algo que valga la pena, mi desvelo parece durar para siempre, apoderándose de pensamientos que afligen mis sentidos, no conozco la vida, ni la alegría de la que suele hablar la gente, estoy condenada al desamor, al temor de mis noches, y de las sombras que persiguen mi vida, ya ni escucho los palpito de mi corazón que se esconden detrás de la oscuridad que habita mi ser.

Yo solía pensar en mi infancia que la vida era vida porque valía la pena vivirla, pero ahora es solo una imagen bizarra e hiperbórea que rodea difusamente mi mente, ahora me meo sobre un asilo miserable de melancolía sin razón, convirtiéndome en una carga para los que me rodean, no merezco la vida, no merezco ser ese alguien que deba estar a tu lado, no merezco tu cariño. Esta tristeza desolada es una característica de mi propio exilio, quiero gritar sobre cualquier montaña, llorar hasta quedarme dormida para nunca más despertar, dime amor ¿merezco tu cariño?, no quiero despertarme de nuevo con el alma vacía, llena de telarañas y pesares inciertos. Ahora me doy cuenta de cuanto me faltas, de cuanto extraño tu cuerpo, tus labios, tus manos, tus brazos…

Quiero que sepas que todo este tiempo a tu lado ha sido algo esplendido, y maravilloso, y aunque esta espera inenarrable sea producto de mis amargos días, quiero que sepas que aun te espero con anhelo, aunque mi cabeza sea un laberinto incierto y oscuro, aunque mis piernas no sepan qué paso dar cada día que estoy frente a mi cama al despertar, aunque mi corazón presiente soledad y desahucio, te espero amor mío, te espero.

 Con cariño, Manuela Zimmerman.

 CARTA Nº 16

Acabo de llegar, he caminado desde el Parque Nacional, hasta el Parque Babaría, bajando hasta la U Nacional, la ropa me huele a calle, a desahucio, a soledad prematura, y melancolía sin sello de lágrimas. Esta semana recibí 100 pesos por parte del periódico por mis cuentos, los cuales guardaré para llamarte en estos días, solo porque deseo escuchar tu voz, aunque leerte es suficiente, pero quiero hablar contigo, escucharte de vez en cuando es bueno, en la lectura se tiende a perder la voz del otro, no sé si a ti te pase igual, pero a mi si, se me tiende a desvanecer la voz, y la lectura se convierte en un soliloquio prematuro.

Es una lástima que estés tan lejos, quisiera recitarte poemas de Benedetti, para luego hacer el amor desenfrenadamente, y por ultimo salir a caminar tomados de la mano, beber alcohol, fumar marihuana, y mirar el cielo llorar con sus estrellas brillantes que solo nos muestran lo sola y apagada que se encuentra la luna. La muerte pulula ante mis pies, ¿será el encierro?, no lo sé.

No he parado de escribir durante días, cuentos y poemas de toda clase, y está a punto de explotarse mi cabeza, quizás también es porque siento una gran preocupación por mi existir, y en verdad amor mío, lo único que deseo es escribir, escribir, escribir, escribir, escribir (bis)… Y luego, si puedo, dormir un poco.

Amor, te llamaré pronto, te pido que en tu próxima carta me envíes la hora bogotana a la que puedo llamarte, tu sabes que yo no sé nada del cambio de horario. Adjunto una foto mía en el parque del virrey, y también una foto del árbol al que le solías hablar para no sentirte solo, me pregunto si te extrañará,  dicen que los arboles tienen memoria; y tu amigo Fernando Rey, te manda saludes, me lo he encontrado hace dos días en el parque Lourdes, lo vi un poco triste, quizás su novia volvió a dejarlo, además tenía pinta de no haberse bañado en días, sin embargo me dijo que estaba bien, pregunto por ti y le dije que estabas bien, y que pronto regresarás, marco una leve sonrisa en su boca, se despidió de mí y se alejó con pasos lentos y tambaleantes.

Te dejo amor mío, no me olvides tan pronto y sigue esperando mis cartas.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

 CARTA 17

Cat cat cat cat…me encanta pronunciar esa palabra, se siente cómo la garganta y la lengua hacen unos movimientos extraños para pronunciarla, y cambia tu voz a un tono más grave. Amor mío, leí tu carta anoche, vi que te vas a quedar unos meses más, pero no olvides que yo aún sigo aquí, esperándote. También leí que ya no estás en Alemania, sino que pasaras unas semanas en París y luego te alojarás en Holanda, me encanta Holanda ¿sabías?, aunque deseo ir a París algún día, dicen que es el país de los artistas.

Estos días he estado estudiando un poco, leyendo a Proust, y escribiendo para el periódico, desearía que me pagaran más, 100 pesos no es mucho y me estoy empezando a atrasar con lo de la renta (y tampoco deseo que me mandes dinero); como extraño los días de mi niñez, no existían preocupaciones, y no tenía tantos problemas, aunque siendo sincera, mi niñez fue absurdamente solitaria. Estoy pensando presentarme a alguna universidad y así dictar alguna cátedra en literatura, ¿qué te parece esta idea? También me he dedicado a la poesía, y he escrito unos cuantos poemas, hacía mucho que no escribía poesía, pero me siento bien cuando lo hago, es como desnudar mi alma ante el papel, es no sé… cómo dejar que la lluvia roce mi rostro desnudo, y así confundir las lágrimas de dolor con la dulce agua del invierno. Creo que tú lo comprendes más que nadie, porque sabes qué es escribir en solitario, y además sabes lo que significa. Al menos, eso espero, porque hay escritores que acuden a ti en busca de que los elogies y los ayudes a mejorar con su escritura, por lo menos eso he oído.

Esta mañana llego un paquete tuyo, gracias por el libro que me has enviado, me siento orgullosa de ti, y la dedicatoria simplemente me ha dejado sin palabras, espero que en Paris te vaya bien con la publicación, como lo ha sido aquí. Por eso también te he adjuntado las cartas de tus lectores, aún están llegando al apartamento, creo que para algunos ha sido difícil localizarte. Quiero pensar que aún hay personas allí afuera que te leen y te comprenden, y que no intentan lastimarte, pudiendo hacerlo. Espero empezar a leerte pronto

Creo que ahora debería ir a descansar. Es muy tarde. Espero estés bien, y que te vaya bien en tu viaje a Holanda. Por cierto ya estoy terminando mi libro, espero mandarlo pronto a la editorial, sin embargo te mandaré una copia antes,  para que lo leas.

Te dejo ahora sí, amor mío, ashh como odio dejarte…

Con cariño, Manuela Zimmerman.

 CARTA 18

Esta mañana me he encontrado con Marianita, ¿te acuerdas de ella?, será que todavía estará enamorada de ti, aunque yo creo que sí, porque cuando me preguntó por ti, se le iluminaron los ojos, yo le dije que estabas en París y que demoraras en llegar, me dijo que le avisara apenas llegaras para que le firmes el libro, también me dijo que lo ha leído dos veces y que ha quedado fascinada, además de eso me regalo la sección del periódico en donde han colocado una pequeña noticia tuya, te la adjunto, dice: «Colombiano escritor, por gira en Europa», si no fuese por ella, no me habría enterado, espero estés feliz con esto que te estoy contando.

Después de que hable con ella, se vinieron a mi mente algunos recuerdos, aún tengo presente ese lugar donde te encantaba escribir, especialmente este último libro, tu teléfono marrón con terminados de oro, tu colección de ceniceros y briquets de todos los colores, tu biblioteca llena de libros viejos que te encantaba leer en las madrugadas y que me leías después de que terminábamos de cenar, tus dibujos en la pared junto a mis poemas de letras diminutas, casi microscópicas, ashh recuerdo estos días como si estuviesen pasando en este momento, aunque a veces debía alejarme de ti, y de manera inconsciente tendía a resguardarme, especialmente de tu aura angustiante y mortecina en esos días en que no estabas bien de ánimo. Y cuando dedicábamos mucho tiempo a la escritura, parecía que teníamos la consciencia de estarnos pudriendo cada vez que alguna letra salía a flote en la máquina de escribir, hasta que el aliento débil y enfermizo, hacía que lentamente nuestros cuerpos se desvanecieran sobre el escritorio, y caíamos de repente en un sueño profundo que  azotaba nuestros cuerpos, reclamando descanso. Luego despertabas intranquilo y asustado, y continuabas escribiendo sin parar, era incapaz de molestarte, y me conformaba con llevarte un café de vez en cuando silenciosamente, mientras fumándome un cigarrillo te miraba desde lejos.

Parece que así es la vida de aquellos que se arriesgan a vivir con un escritor, el asilo, la ausencia y la soledad; sin embargo, me encantas, qué mayor regalo que tus letras cuando se posan sobre mi cuerpo, tus poemas son el arco iris que rodean la curva de  mis senos, el despertar es una ofrenda al cielo cada vez que amanezco contigo, y aun en la lejanía tu suspiros son los versos que me dan el consuelo para seguir viviendo.

Te dejo, sin dejarte.

Con cariño, Manuela Zimmerman.

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