Claudia Quintero
Para todas aquellas miradas que fueron
Cegadas por el rugir del Nevado Del Ruiz.
Pero sobre todo, por nuestro pálido olvido.
Si buscas en el recoveco escondido
De un amor sin amantes,
Encontrarás el tesoro oculto
De la cara de un nadie.
Si me encuentras,
Por casualidad,
O si con tu alma se topan
Las piedras angulares,
Que brotan como ríos,
Que desembocan y se agotan,
Que se secan sin dejarte.
Que tu vida y la mía
Son cruces negras,
Tan fugaces como un trueno,
Tan largas y triviales,
Que tú no eres lo que quieres
Y liberarte es lo único que no puedo.
Que la selva inexplorada
De la voz salvaje,
No se convierta en el alba evitada
De los gritos de auxilio
De una noche soleada.
Que el terror de la tierra
Y las esculturas de barro,
No olviden mi huella
Ni la forma de tus manos.
Este aire de acero,
Que pasea por mi cuerpo,
Es la tortura de tu cruel
Recuerdo.
Olvida ya mis lágrimas,
Y las heridas que han sangrado,
Recuerda la iglesia y el parque
Aunque se hayan desmoronado.
No quieras encontrarme,
Más bien, búscate a ti misma.
Si es que en esta angosta senda
Queda espacio para la vida.
Mira sin parpadear,
Aquella luz anaranjada,
Que no es más que el presagio,
De la fe abandonada.
Acuérdate de olvidar
Y de borrar estas líneas con otras,
Que el manantial de tu respiración surge
Y tu camino no se agota.