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Educación

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Está claro que en Colombia la educación no ha sido, y no lo será por mucho tiempo, una prioridad en cuanto a política nacional se refiere, y el paro de maestros que acaba de terminar es una buena prueba de esto. Solo unos pocos se han atrevido a apostarle a mejorar el sistema educativo en cuanto a infraestructura, calidad de vida de los maestros y de los estudiantes, pero solo se ha logrado a nivel municipal y departamental.

Con el paro que recién terminó nos dimos cuenta de varias cosas. Por ejemplo, vemos que aunque el gobierno nacional diga que quiere hacer de Colombia uno de los países más educados de la región, y que está haciendo un gran esfuerzo para mejorar la calidad de los colegios y universidades públicas, sabemos que no será así y que lo volverá a decir cuando salgan los resultados de las pruebas PISA o alguna otra prueba internacional que deje a Colombia por el piso, o cuando el ministro de turno salga a defenderse de las justas acusaciones y reclamos que le hacen los estudiantes y maestros. Y sí, digo de turno porque, lamentablemente, este cargo ha sido meramente político en los últimos gobiernos, y no ha sido ocupado por alguien que realmente sepa lo que está haciendo y que quiera, de la mano de los estudiantes y profesores, sacar adelante un sistema que ha estado estancado por años.

Para nadie es un secreto que FECODE está politizado y que detrás de este gremio hay dirigentes de distintos movimientos de izquierda del país. Se acercan las elecciones locales y la disputa dentro de ciertos gremios se hace más evidente. A FECODE no se le puede olvidar que ellos están al servicio de los niños y jóvenes del país, y que aunque los temas puntuales de este paro eran el salario y la evaluación docente, la calidad de la enseñanza no puede quedar atrás.

La educación no es un tema que se mejora entregando tabletas a los niños, ni aumentando el cupo en un 200% como lo hicieron en el gobierno pasado. Es un tema que va atado a otros factores como lo son la seguridad, la inversión social, y la mejora de la infraestructura, para que así los niños tengan un lugar decente a donde ir a estudiar. Se mejora capacitando a los profesores en temas básicos como los son el Español, lenguas extranjeras y ciencias básicas. Se mejora con mayor inversión en las universidades para que haya más y mejor investigación, y para que tantos jóvenes que no tienen los recursos para acceder a una carrera lo puedan hacer sin tener que matarse trabajando, o tener que abandonar la carrera porque el Estado no les da las oportunidades que se merecen. Se mejorará, el día que haya alguien en el gobierno, o en el ministerio, que sí crea que la educación es lo más importante para el desarrollo de un país.

Otra cosita: qué bien por los policías que hicieron su mayor esfuerzo y casi que arriesgaron su vida para salvar a Príncipe, un perro que estaba a punto de morir en las aguas del río La Liboriana en el municipio de Salgar. Gente como ellos es que necesitamos para tratar de vivir en un mundo menos violento, y con mayor respeto y amor hacia los animales. (Aquí pueden ver la nota de Telemedellín con el video del rescate)

Otra cosita (2): aquí la historia de la semana del libro “Los hijos de los días” de Eduardo Galeano

Mayo 20

Un raro acto de cordura

En 1998, Francia dictó la ley que redujo a treinta y cinco horas semanales el horario de trabajo.

Trabajar menos, vivir más: Tomás Moro lo había soñado, en su Utopía, pero hubo que esperar cinco siglos para que por fin una nación se atreviera a cometer semejante acto de sentido común.

Al fin y al cabo, ¿para qué sirven las máquinas si no es para reducir el tiempo de trabajo y ampliar nuestros espacios de libertad? ¿Por qué el progreso tecnológico tiene que regalarnos desempleo y angustia?

Por una vez, al menos, hubo un país que se atrevió a desafiar tanta sinrazón.

Pero poco duró la cordura. La ley de las treinta y cinco horas murió a los diez años.

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