CEBOLLITA DE MI GUISO

Publicado el Mari Sarmiento

A grandes males, cocos y tamales

Mi cocina se ha convertido hoy en un show de agua y luces, la fuente danzante del hotel Bellagio. Un tubo de agua roto abruptamente chorrea furibundo hacía el techo. Aparatos centellan ante mis ojos incrédulos, desbaratando el piso de hierro que cuidadosa y arduamente había sido instalado. El ruido agudo y chillón de las máquinas es por demás estridente. Y sin embargo, éstos son los ruidos que suponen la evolución de nuestra especie. Suponen además mi éxito en la cocina, enmarcan mi zona de confort. Intuyo que así suenan las fábricas de cuchillos, ollas, estufas y neveras. Todos los utensilios que hacen posibles mis momentos felices, seguramente nacieron en una nube de ruido, rayos y porrazos. Trato de imaginar qué pasaría si decidiéramos acabar con tanto bullicio y tanto progreso. Volver atrás.

En vez de ollas de hierro, a presión, con o sin teflón, seguiríamos usando las de barro. Las cucharas de palo, hoy perseguidas por el inquisidor instituto de vigilancia sanitaria, volverían a acariciar el fondo de nuestras cazuelas. Sin cuchillos afilados no tendríamos que rasgarnos las vestiduras contabilizando cortes milimétricos. Adiós a las julianas, brunoise, plumas, mirepoix y macedonias. Los únicos que se rasgarían serían los vegetales y las frutas, limitando tanta pendejada a un único trozo, pequeño, mediano o grande. Los morteros se impondrían frente a procesadores y moledoras eléctricas. Los jugos de fruta volverían a ser puré de pies de mujeres felices colados con cedazos. El fuego aún sería una creación y no simplemente una chispa. El hielo y la sal nunca se habrían separado, dando cuerpo a las cremas y manteniéndolas heladas. La rock star de la cocina ya no sería la Kitchen Aid, la reemplazaría merecidamente la mal llamada mujer con brazo de mazamorrera. Sería válido como profesión ser una experta pilandera. Nuestro motor no sería de 325, sino una manada de tamboras o un hombre punteando el requinto. Nos tomaríamos el tiempo para cocinar. Haríamos las arepas desde cero. La atmósfera en la cocina sería agitada y cálida como agua para chocolate. Beberíamos en cáscaras de coco. El reguero no sería grave y las bacterias aún harían parte de la lista de ingredientes. Seguramente los humanos viviríamos menos. Quizás como en otros tiempos moriríamos de amibas o de indigestión, mirando las manos de aquel que preparando delicias nos robó el corazón.

Hay cosas que sólo se pueden hacer de manera rudimentaria. Después de muchos intentos, hoy por fin logré pelar un coco diestramente. Como si lo hubiera hecho toda la vida, sin fuerza. En una especie de coreografía el coco cedía ante mis movimientos entregándose. Este simple gesto fue para mi un logro. Traté de compartirlo, pero nadie me supo entender. Así que lo comparto con ustedes y le doy un valor agregado, o mejor dos. El arroz con coco es un plato típico de nuestro país. El más conocido y apreciado es el de coco frito o titoté, una maravilla absoluta. No obstante, he decidido aventurarme a probar otras ideas que nacen del consorcio del arroz y el coco. El pumpkin rice o arroz de calabaza viene de la isla de San Andrés y el arroz con frijolitos es un advenimiento de la costa caribe. No contenta con probar uno, he preparado y servido los dos, de la mano, en la misma mesa. Dos arroces, un solo coco. Dos colores que reflejan la diversidad de éste país, el monito y el morocho. Colombia es arroz, Colombia es coco y el que diga que no, tendrá que pasearse por estas tierras un poco.


Arroz con frijolitos

Es importante que los fríjoles hayan sido cocidos y estén blandos antes de preparar el arroz. Este arroz no queda dulce, el azúcar se utiliza para realzar el sabor del coco. En la costa sirven este arroz con un guiso de pescado llamado salpicón, así que sírvanlo con un buen pescado guisado con cebolla y tomate.

INGREDIENTES

1 taza de arroz de grano largo, lavado

1 taza de la primera leche de coco (o leche de coco en lata)

1 taza de fríjoles negros, cocidos

1/2 taza del agua en que se cocinó el fríjol

1 cucharada de azúcar

1 cucharada de aceite de coco

1/2 cucharadita sal

INSTRUCCIONES

En un caldero sofreír el arroz en el aceite de coco a fuego medio alto. Agregar la leche de coco, la sal y el azúcar. Mezclar. Agregar los fríjoles con 1/2 taza del agua de cocción. Cuando la mayoría del líquido se haya evaporado, bajar el fuego al mínimo, tapar el caldero y cocinar durante 20 minutos sin destapar. Bajar del fuego y dejar reposar durante 5 minutos tapado. Servir bien caliente.

Pumpkin Rice

La receta original de éste arroz no tiene comino. Yo encuentro que el comino logra una unidad muy interesante con el coco y la ahuyama.

Pueden reemplazar el aceite de coco por cualquier aceite vegetal que no sea de oliva.

Lo serví con una ensalada de ahuyama cruda y queso costeño que le da un toque crocante, pero en un apuro la pueden omitir.

No es necesario sellar la ahuyama previamente, la pueden poner cruda en cubos con el arroz y seguir la receta tal cual. A mi me gusta sellarla porque le da textura y mejor sabor.

INGREDIENTES

Para el arroz con ahuyama

1 cucharada de aceite de coco

1 tallo grande de cebolla larga, picada la parte blanca

1 taza de arroz de grano largo, lavado

250 gr. ahuyama, cortada en cubos de 1 cm

1 1/2 tazas de la primera leche de coco

1 cucharadita de comino en pepa (opcional)

Para la ensalada de ahuyama

1 taza de ahuyama cruda rallada

1/4 taza de queso costeño rallado

4 cucharadas de pepas de ahuyama

2 cucharadas de vinagre de vino blanco (o el que quieran)

1 cucharadita de mostaza dijon

1 cucharada de aceite de oliva

Sal al gusto

INSTRUCCIONES


Para el arroz

Condimentar los cubos de ahuyama con sal y aceite de oliva. En una sartén a fuego medio alto sellarlos por un solo lado.

En un caldero saltear la cebolla blanca en el aceite de coco a fuego medio alto. Cuando esté transparente agregar las semillas de comino y dorar hasta que estén aromáticas. Agregar el arroz y cuando los granos estén transparentes, agregar la leche de coco y la sal. Bajar el fuego a medio. Cuando la mayoría del líquido se haya evaporado, bajar el fuego al mínimo, tapar el caldero y cocinar durante 20 minutos sin destapar. Bajar del fuego y dejar reposar durante 5 minutos tapado. Servir.

Para la ensalada

Retirar las pepas de la ahuyama y quitar la membrana que las sostiene. En un sartén a fuego bajo, tostar lentamente hasta que estén crocantes (15 minutos aprox.).En un recipiente pequeño mezclar el vinagre con la mostaza. Calentar en el microondas por 30 segundos. Mezclar con el aceite de oliva y la sal. En otro recipiente mediano mezclar la ahuyama rallada con la vinagreta. Poner en la nevera por 10 minutos o hasta que se enfríe. Sacar de la nevera, mezclar con el queso y las semillas tostadas. Servir.

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