Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Harriet Hall en defensa de la medicina

La doctora Hall. Tomado de Wikipedia

En la revista Skeptic, que dirige el escritor y columnista de Scientific American Michael Shermer, escribe puntualmente la doctora Harriet Hall. La doctora Hall es una mujer muy especial: pilotea aviones, es médica militar jubilada de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y escribe contra las medicinas alternativas y todo tipo de curanderismo, lo hace en su blog y en las revistas Skeptic y Skeptical Inquirer. Le ha preocupado el daño que las falsas medicinas hacen a los crédulos, un daño de enormes proporciones, libre de demandas y de castigos. En la revista Skeptic (Vol 20 #3), Hall explica con claridad asombrosa la diferencia entre medicina y todas las otras curanderías. En este artículo se presenta un resumen de sus argumentos. Todas las semanas la doctora Hall escribe un blog para la revista Medicina, basada en la ciencia, aquí está el enlace: https://www.sciencebasedmedicine.org/

Existe una diferencia fundamental entre lo que la medicina basada en la ciencia llama evidencia y lo que el público general llama evidencia. Usan la misma palabra pero esta significa dos cosas distintas. La evidencia necesita ser probada con altos y rigurosos estándares. Para la gente, evidencia es anécdota, observación de la experiencia personal, sin estándares de buena observación. La ciencia no le es natural al cerebro humano, para ella se necesita entrenamiento y educación. Confiar en nuestra propia experiencia y en la de los vecinos o amigos, y hacerlo por variados motivos, lo hacemos todos, es algo que deberíamos evitar. Sobre todo porque somos malos observadores, porque la experiencia de una persona no es evidencia. Una persona podría curarse de, digamos, un dolor en el cuello, después de tomarse tres gotas de jengibre, pero no por causa de las gotas. Los seres humanos preferimos naturalmente las historias personales a los estudios, y preferimos las anécdotas a los análisis. Saltamos a sacar conclusiones falsas muy fácilmente, sin evidencias, sin buenos datos.

¿En qué creer? En los resultados de aquellos estudios médicos que hacen sus pruebas en grandes conjuntos de personas enfermas y sanas, que toman muestras aleatorias, que siguen los resultados y comparan la potencia de un medicamento con placebos, estudios en los que los analizados no conocen la finalidad del experimento, de manera que no puedan influenciar los resultados. La evidencia es lo que importa. La medicina científica, a la que aspiramos, hace sus estudios en colaboración con científicos de todo el mundo, se autocorrige y nunca se basa en un solo estudio. Cuando encuentra un resultado, lo corrobora haciendo nuevos estudios y los compara con el cuerpo de conocimientos y otros estudios parecidos. Los encuentros falsos se descartan, las anécdotas se quedan siempre por fuera.

La medicina basada en la ciencia concluye: la acupuntura no es más que un placebo teatral; la homeopatía no solo no funciona sino que no podría funcionar; la quiropráctica es esencialmente terapia física contaminada con falsos diagnósticos e inútiles métodos de tratamiento; la medicina de energías es fantasía investida de terminología científica, enamorada de términos de la física como cuantos y frecuencias; la neuropatía asegura que previene el stress, pero ofrece tratamientos naturales que no han sido examinados o que incluso se ha probado que no funcionan; la medicina herbal pudiera ser posible, pues algunas drogas provienen de plantas, pero nadie sabe cómo administrar la dosis indicada, nadie ha verificado que lo que se vende contenga las dosis que funcionan y ni si quiera si en realidad poseen el componente activo, que podría dar alivio, pero la gran mayoría de estas cuando han sido examinadas han fallado en la prueba de eficacia.

Tener un pensamiento crítico no es fácil, pero es lo más recomendable si el paciente busca una cura. Los buenos deseos y el pensamiento positivo no son más que ejercicios de la imaginación.

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