Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Ser hombre y mujer al mismo tiempo

Hermafrodita dormido

La identidad de género, sentirnos hombre o mujer, depende de muchos factores que todavía no están muy claros para los científicos que los investigan. La complejidad del rol que deseamos ejercer en la vida, nuestros deseos y la manera como nos sentimos interiormente no son asuntos siempre claros, indudables o seguros. Hasta ahora, los órganos sexuales definen el género, pero no es suficiente. El género, independientemente de estos, tiene un espacio en la representación mental que cada uno hace de sí, y en un porcentaje pequeño de personas no se corresponde lo anatómico con lo sicológico.

La definición sexual, limitándonos a la parte fisiológica, tampoco es siempre clara. Así lo explica Antonio Vélez en su libro Homo sapiens.

“Cabe advertir que en múltiples oportunidades el sexo físico no está bien definido, lo que hace el problema de la identidad sexual aún más difícil. Es tan compleja a veces la separación de los sexos, que la genetista de la universidad de Brown, Anne Fausto-Sterling (Fausto-Sterling, 1993), no duda en proponer, además de los dos conocidos, la existencia de por lo menos tres sexos intermedios. La literatura médica corriente divide la población en tres clase de sexos: machos, hembras y hermafroditas, clasificación en la que los hermafroditas, o intersexuales, son aquellos individuos con característica físicas sexuales mixtas, intermedias entre macho y hembra; paralelo con ellas, los rasgos sicológicos también son intermedios entre masculino y femenino. Pero a este tercer grupo, a su vez, la investigadora Anne lo divide en tres subgrupos: los Herms (abreviatura de hermaphrodites), que comprende a aquellos individuos de composición cromosómica XY, pero que tienen un ovario y un testículo, en la pubertad desarrollan los senos y, aunque tiene vagina y clítoris, no menstrúan; los Merms (de male hermaphrodites, o hermafroditas masculinos), subgrupo formado por individuos de composición XY, que poseen testículos y, no obstante presentar ciertos aspectos de la anatomía femenina, no tienen ovarios; por último, los Ferms (de female hermaphrodites, o hermafroditas femeninos), clase formada por aquellas personas que poseen ovarios, composición cromosómica XX (femenina) y, en ciertas oportunidades, útero, pero que también tienen algunos genitales masculinos, no siempre bien desarrollados. En todos los casos estudiados, aunque se note la presencia de estructuras correspondientes a los dos sexos, una sola entra en acción al llegar el sujeto a la pubertad.”

El hecho de que sea muy difícil definir qué hace sentir “mujer” a una mujer  no significa que lo que la hace sentir de esa manera sea una construcción social. Sentirse identificado con un grupo o con el otro no es una idea caprichosa que dependa de la sociedad, de la política, del entorno o de la voluntad. Además, en muchas entrevistas que se han hecho a trasgéneros, estos aseguran haber sido conscientes de ello desde los cinco años de edad.

 

No es la sociedad la que nos define interiormente como hombres o mujeres, aunque sí es la que nos trata como tales, según nuestra apariencia. En la definición de las características del cerebro femenino, muy distintas y apreciables respecto al masculino, influyen las hormonas de la madre y las que produce el feto durante la gestación.  Cuando por alguna razón  se han alterado estas hormonas, por ejemplo, cuando se inhibe la acción de los andrógenos en el varón, su aspecto y sicología se feminizan. La testosterona que producen los testículos del niño en el vientre materno hace que su tejido cerebral cree receptores especiales para esta  hormona, la cual muestra efectos, más adelante, en el comportamiento. En el cerebro, así como en la apariencia física, hay dimorfismo sexual. Como en todas las variantes de la naturaleza, aquí también se da un porcentaje pequeño, relativamente, en el que esta clara definición no ocurre.

 

La vida es muy complicada, y en algunos casos insoportable, para las personas que pertenecen a esta minoría. Las personas transgénero tienen que enfrentarse primero con ellos mismos, ser capaces de aceptar una realidad difícil y nunca cómoda, después con sus propias familias, y luego con la sociedad. El mundo todavía no está lo suficientemente civilizado para incluir a los transgéneros, porque el progreso moral es muy lento. Los dioses de las diferentes religiones no contaron con esta variante de la naturaleza.

En la página de TED hay siete charlas muy interesantes de personas transgénero. Son testimonios conmovedores, muy hermosos. 

Los seres humanos nos hemos caracterizado por la crueldad con todo el que difiere de nosotros. El tema es tan extenso que lo limitaremos a las preferencias sexuales y a la identidad sexual. Todavía, en muchos países, se castiga con crueldad, incluso con pena de muerte, a homosexuales y trasgéneros. Y la reacción ante estos últimos, en todas partes, es casi la misma: de burlas, desprecio y violencia. En general, a las personas transgénero las expulsan de los colegios, muchas veces de sus propias casas, las echan del trabajo y las acosan sexualmente. En muchos casos se les niega atención médica y policial. Es tan dura su situación que el 40% de ellos intenta suicidarse. La discriminación social les hace muy dolorosa la vida.

Estamos diseñados por la evolución para rechazar las diferencias. Entre los animales, esta se castiga desde el nacimiento, con la muerte o el abandono. Es difícil no mirar con curiosidad a aquellos que son muy distintos de la mayoría que nos rodea, por cualquier razón, sea tamaño, peso, color, vestuario, rasgos faciales, género; pero tengamos el impulso que tengamos, nada justifica el comentario sardónico, el menosprecio y ni que decir de la violencia. Para ser civilizado, a veces tenemos que ir contra los malos instintos y superar el rechazo, si es que se siente, y entender que este se debe a una simple falta de familiaridad con un hecho, a una falta de conocimiento; así que si no somos capaces de entender al otro, por una pura inferioridad cultural, sicológica o moral, tenemos el deber de respetarlo y de hacerlo respetar.

 

 

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