Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Como evalúan los profesores en Colombia

Es muy común, casi una epidemia, que se evalúe al estudiante, no para averiguar y calificar su nivel de conocimientos, sino para “corcharlo”. Parece que la mayoría de los profesores universitarios en este país no entienden cuál es el objetivo de la evaluación.

En general, los profesores sienten que si el 80% de un grupo acierta en sus respuestas, algo hizo él incorrecto, o que les regaló el examen. Lo increíble es que la evaluación se ve en términos de cuántos ganan, cuántos pierden, y no se ve en su pleno y fundamental sentido: cuánto sabe el estudiante y qué tipo de conocimientos posee. Es común oír decir orgullosamente al profesor: ¡lo que es a mí, me ganan muy poquitos! Se pregunta uno de dónde surge ese orgullo. Nada más fácil que diseñar un examen que no pueda ganar nadie, ni aun el mismo profesor, en caso de proponérselo a él. Además, si todo el grupo falla, la culpa puede recaer sobre el profesor.

La enorme cantidad de información existente hace imposible que una persona, estudiante o profesor, pueda conocerla, y menos aún, recordarla. Por tanto, es fundamental que el profesor sea capaz de dar categorías a ese conjunto de conocimientos, y pueda diferenciar los importantes de los “consultables”. Los exámenes por lo general examinan la memoria del estudiante, no su capacidad de síntesis ni su capacidad asociativa ni su creatividad en la solución de problemas ni su recursividad o capacidad de asociar, de predecir, de diagnosticar o de entender cómo ese conocimiento se aplica a la realidad.

Las evaluaciones deben ser evaluadas. Pocas veces en las universidades se analiza la ética de la evaluación. Si los estudiantes siguen un texto, por qué utilizar documentos que se dejan en las fotocopiadoras (como pensados para aquellos estudiantes temerosos que averiguan todas las posibilidades que podrían caber en el examen, y entonces estudian las minucias que el profesor decidió, sin hacerlo explícito, con el objetivo de “dejar” por fuera a la mayoría), por qué utilizar notas tomadas del tablero por el estudiante, muchas veces confusas y hasta con errores. Estamos en el siglo 21 y la información ya está asentada en los libros. No hay que escribir tanto en los tableros y mucho menos pasar la hora de clase copiando en un cuaderno, lo que un “anticuado” profesor escribe en él. Si existen libros de estudio, con la información fundamental, por qué añadir información extra. Se sabe que es imposible poner toda la información que existe sobre un tema en un examen. Por qué preguntar esos datos menores que se pueden consultar fácilmente y que no agilizan los procedimientos ni contribuyen al cuerpo principal de la materia enseñada. Las tablas y fórmulas , en la mayoría de los casos, hay que conocerlas grosso modo, pero están para ser consultadas. El conocimiento valioso está en entenderlas y saberlas aplicar, pero no saberlas de memoria, con todos sus detalles menores.

No es ético formular con ambigüedad las preguntas, ni poner cáscaras para que el estudiante resbale: el detalle escondido, camuflado o disfrazado. No es ético formular mal las preguntas, ni demorar la entrega de la calificación de un examen. Y lo que es peor aún, conozco varios lugares en donde a los estudiantes no se les devuelve el examen ni se revisan ante el grupo las preguntas propuestas en él, para hacer retroalimentación. Es en la corrección final donde muchas veces se ancla el conocimiento, pero los profesores no éticos dan la nota y escoden la mano. Imposible encontrarlos para una reevaluación. Cuando nadie contesta acertadamente una pregunta, el profesor debe eliminarla, y no tenerla en cuenta para la evaluación, pues evidentemente es culpa suya y no de los estudiantes.

Es también un descaro hacer exámenes de pocas preguntas, dos o preguntas, cuando el tema abarca un curso completo. Dos preguntas no pueden evaluar lo aprendido por los estudiantes y el saberlas o no se convierte en una cuestión de suerte. Es detestable el que se pregunte lo que profesor ha dicho en clase, pero que no aparece en ningún documento de los que se han entregado para estudiar.

¿Por qué no se evalúan las evaluaciones? Es una manera de permitir que impere la mediocridad, el complejo y la inseguridad de esos malos profesores, que su único poder en la vida y mayor satisfacción es sentir que a ellos, en esa batalla interna y pueril que solo ellos se han planteado ¡nadie les gana!

Comentarios