Existe la idea de que las emociones negativas no tienen nada positivo, que incluso nos hacen enfermar, se las asocia con el agua sucia. Nos hemos vuelto fóbicos a las emociones negativas. Por internet circulan frases de ánimo, tipo pensamientos de autoayuda, que nos dirigen a librarnos de todo sentimiento de miedo, culpa, desilusión, rabia, celos, tristeza o ansiedad que sintamos.
Las emociones negativas y positivas son una respuesta a la interpretación que hace el cerebro de determinados hechos en contextos o circunstancias específicas. Las emociones positivas y negativas descansan sobre un continuo del mismo circuito neural. La amígdala, comúnmente asociada con el temor y el miedo, también regula la felicidad. Los sentimientos emergen y se vuelven conscientes después de que el cerebro ha interpretado y ensamblado en una idea apropiada las causas de las señales fisiológicas que el cuerpo le envía. Es como un circuito que va del cuerpo al cerebro y del cerebro al cuerpo. Hugo Critchley y sus colegas de la Universidad de Sussex en Inglaterra descubrieron que una emoción dada puede disparar distintas respuestas en el sistema nervioso autónomo, y esas respuestas autónomas producen en el cuerpo respuestas fisiológicas específicas (Kandel, The Age of Insight ).
Las emociones negativas nos son muy útiles, contrariando lo que pregonan los libros de autoayuda y las frases orientalistas; las necesitamos para responder con la intensidad apropiada a específicas situaciones y complicaciones de la vida. Las personas que no sienten dolor duran vivos muy pocos años, no se defienden de los agentes gestores, no se protegen, no se pueden cuidar. El dolor es un mecanismo de protección, fundamental para la supervivencia. El pesar nos invita a reflexionar, a evaluar, lo mismo la tristeza. Cuando estamos tristes percibimos con mayor facilidad la tristeza de los demás, las injusticias, las dificultades en la vida de los otros, y la compasión aumenta (ver la respuesta de June Gruber, sicóloga de Yale University)
La decepción nos enseña, nos aclara, nos defiende de gastar más energía y recursos en algo que no funciona, que no da resultado. El miedo proporciona pistas importantes sobre amenazas o problemas que requieran especial atención, como una relación enfermiza. La ansiedad ayuda a concentrar la atención, facilita el pensamiento analítico, promueve la persistencia en tareas exigentes. La envidia es un motor para poner más esfuerzo, e invita a la competencia. La ira es un mecanismo importante para que en el mundo no se cometan atrocidades; sin rabia el mundo sería todavía un lugar más desigual e injusto, pues esta aumenta el deseo de justicia y da la fuerza y la determinación que se necesitan para correr riesgos e invertir recursos para causas importantes. La culpa sí que es importante. La culpa nos hace arrepentir, buscar el perdón, nos señala nuestros errores. Qué tan horrible sería que no recapacitáramos. El que ha tenido un fuerte sentimiento de culpa sabe que es equivalente a un aprendizaje, quedamos marcados indeleblemente para no reincidir en un determinado acto, la culpa es el espanto de haber actuado de una manera, es como el vómito y la diarrea frente a un alimento que nos intoxica.
Supongamos que uno se sintiera de fiesta cada segundo de la vida, que uno se la pasara muerto de la risa o pleno, flotando en un estado de meditación, uno no haría nada, uno no tendría motivos, fuerza, espíritu para querer hacer cambios, perseguir metas, conseguir recursos, crear, innovar, defenderse y relacionarse con los otros. Si todo está bien, si todo está perfecto ¿para qué emprender cualquier acción?
Las emociones se necesitan combinadas, todas en conjunto, sin quedarnos estancados en las unas o en las otras. La relativa ausencia de emociones negativas es muestra de un mal desarrollo y ajuste psicológico. Las emociones son reguladoras de las acciones, de la relación con nosotros mismos y con los otros.
“Si alguien busca un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente”.
Esta es una frase de esas que circula por Facebook. Suena injusta, pues es precisamente cuando se está mal es cuando se necesitan ayuda, apoyo, consejo, afecto y la aceptación de los otros. Muestra la fobia que existe ante las emociones negativas o tóxicas como también las llaman. No se puede tener miedo de las emociones negativas, las emociones, todas, son formas de procesar la información, por tanto son formas de cognición que nos hacen ganar en experiencia y en madurez cuando las enfrentamos.