Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Nuevas formas de esclavitud

El periódico LA Times dedicó en estos días un artículo al tema de la esclavitud moderna, titulado Living in modern-day chains. Según sus autores, Mark Magnier y Robyn Dixon, la esclavitud persiste en el mundo de hoy, camuflada y nombrada de otras formas.

Una de las formas de esclavismo más generalizadas en el mundo es el empleo doméstico. En días recientes, en nuestro país se ha puesto sobre el mantel el tema de la injusticia en el trato a las empleadas domésticas. Pero no lo advertimos. Sin embargo, para hacerlo visible, la discusión y la reflexión son los mecanismos apropiados. La dificultad reside en que el acostumbramiento es una forma de ceguera: no vemos lo que hemos visto desde niños, no juzgamos con justicia aquello a lo que estamos acostumbrados. Para ver a distancia tenemos que salir del lugar en el que estamos sumergidos y regresar a él, y una forma de hacerlo, distinto del desplazamiento físico, es por medio de la razón y el análisis. Todos deseamos un mundo más justo, pero para ello tenemos que introducir cambios, y muchas veces en contra de nuestros intereses personales; ahí radica la dificultad. La libertad, como lo decía Nelson Mandela, no es librarse de las cadenas, sino ayudar con respeto a liberar a los demás.

En lugares como India la situación llega a ser espeluznante: comúnmente se contratan niñas preadolescentes, de entornos pobrísimos. A cambio de labores inconcebibles, se les paga 40 dólares al mes. Los horarios de trabajo son abusivos: empiezan a trabajar a las 6 de la mañana y terminan a las 12 de la noche, se las castiga con látigo, se les margina socialmente y se las aleja de sus familias. En India, se estima que el número de mujeres en esta situación llega a los catorce millones.

La pobreza, la falta de educación, pero sobre todo la falta de legislación gubernamental conducen a formas de esclavitud como la trata de blancas, las labores forzadas, la explotación por parte de poderosos o de los mismos padres, los empleos por fuera de la ley y el matrimonio obligado.

Horrores como el boxeo infantil, muy bien documentado, impuesto por los mismos padres de los niños que lo practican son aceptados social y políticamente. Desde los seis años los pequeños guerreros Muay Thai se ven obligados a luchar contra otros niños en un espectáculo que recuerda la pelea de gallos. Imposición proveniente de padres pobres y sin educación que buscan el beneficio económico derivado de las apuestas.

El matrimonio obligado, otra forma de abuso, es asunto cotidiano en regiones de África, Oriente Medio y sudeste asiático. Se puede entender como la venta de una niña a un hombre mayor. Diez millones de matrimonios entre niñas y viejos son consumados cada año. En general, la niña casada precozmente, en contra de su voluntad, suspende la educación y por tanto la posibilidad de cualquier esperanza de futura independencia económica y sicológica.

Fundaciones como La Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y el Centro Internacional de Investigaciones para la Mujer (ICRW) consideran que estos matrimonios con menores de edad es una forma de violación de los derechos humanos.

La Fundación Walk Free estudia las situaciones de esclavitud en todo el mundo y declara que este tipo de abusos ocurren en 162 naciones. Estima el número de esclavos modernos entre 29 y 30 millones. India aporta más de 13.9 millones, China alrededor de 2.9, Pakistán 2.1 millones; entre el 2 y el 4% de las poblaciones de Mauritania y Haití, respectivamente, están sometidas a distintas formas de esclavitud.

Un proceso de civilización requiere posición gubernamental y judicial, y aumento de empatía. Los trabajos, todos, deben estar regulados desde lo alto. El empleador informal tiende y puede cometer distintos tipos de abusos. Para lograr un cambio de posición mental, que no es otra cosa que un cambio de conciencia y de evaluación, necesitamos oír la voz de pensadores líderes exponiendo sus argumentos. Poco a poco estos argumentos van calando en la cultura, se van convirtiendo en tema cotidiano hasta institucionalizarse. Las ejecuciones públicas, comunes en el pasado, serían hoy consideradas más que impúdicas.

El cine y la literatura son herramientas eficaces para hacernos poner en los zapatos de otros. ¿Cómo hacer para aumentar los procesos de empatía? que nos lo diga el extraordinario pensador y escritor Steven Pinker:

“Cuando sabemos cómo piensa otra persona, observamos el mundo desde la posición estratégica de esa persona. No sólo captamos visiones y sonidos que no podríamos experimentar directamente, sino que entramos en esa mente ajena y compartimos temporalmente sus actitudes y reacciones. Como veremos, la «empatía», en el sentido de adoptar el punto de vista de alguien, no es igual que la «empatía» en el sentido de sentir compasión hacia esa persona, aunque la primera puede conducir a la segunda por una ruta natural. Entrar en el punto de observación de alguien nos recuerda que el otro tiene una primera persona, un tiempo presente, un flujo continuo de conciencia que se parece mucho al nuestro sin ser igual. Es fácil suponer que el hábito de leer las palabras de otras personas nos puede habituar a entrar en su mente, con todos sus placeres y aflicciones. Introducirse siquiera por un instante en la perspectiva de alguien que se está poniendo negro en la picota, apartando desesperado leños ardientes o retorciéndose bajo doscientos latigazos podría hacer que la persona reflexionara sobre si alguien debe jamás sufrir tales crueldades”.

Pinker Steven, Los ángeles que llevamos dentro, Paidós, Barcelona, 2012.

 

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