Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Medir la conciencia

La emergencia de la conciencia es un misterio: ¿cómo surge de mecanismos inconscientes? no hay nada que nos revele, al examinar cada zona cerebral, que es allí donde ocurre la experiencia de la conciencia; sin embargo, no dudamos de que existe, así como tampoco lo hacemos de que somos conscientes de que somos conscientes. A los animales, en Occidente, no les habíamos atribuido conciencia, no obstante, algunos científicos proponen que no solo los animales sino incluso los computadores la poseen en  algún grado.  Basadas en una relativamente nueva definición de conciencia, las anteriores aseveraciones se vuelven posibles.

En la nueva definición, la conciencia es una propiedad de un sistema físico cuya información integrada, se sospecha, se puede evaluar. La Teoría de la Información Integrada o TII dice que el cerebro integra diferentes entradas de información. Cuando nos comemos un pedazo de chocolate, los distintos sabores, como amargo, dulce y los específicos del chocolate, sumados a la textura cremosa y al efecto de derretirse en la boca, se convierten en una experiencia integrada y total de lo que es comer chocolate. El cerebro unifica la información; entre más indistinta sea, y más especializado el sistema integrador, más alto es el grado de conciencia o grado de «Φ» (Phi).

A partir de esta definición, el neurocientífico de la universidad de Wisconsin Giulio Tononi asegura que los animales poseen cerebros que integran información, en distinta medida según su complejidad, y hasta una célula presenta un valor «Φ» distinto de cero, debido a sus internas y complejas interacciones moleculares. A todos los sistemas suficientemente integrados y diferenciados se les pude adjudicar algún grado de conciencia. Sin embargo, el que haya profusas y complicadas estructuras neuronales no garantiza la existencia de la conciencia. El sistema neuronal del cerebelo, por ejemplo, no integra distintos estados internos, como en cambio sí lo hace la corteza prefrontal.

Programas de computador que examinan millones de datos de información y reconocen características en las imágenes de perros, que los hacen diferenciables de otros animales, y por tanto se puede decir que los reconocen, lo hacen sin tener conciencia de que lo hacen; sin embargo se les atribuye conciencia, pues la tarea de reconocimiento implica integrar información.

La idea de que la conciencia se puede cuantificar suena bien, pero en la realidad, todavía no se ha logrado. Si se pudiera llegar a medir el grado de conciencia de un sistema no tendríamos aún pruebas de lo que causa su existencia. Como dice Gary Marcus en una de sus fabulosas columnas: “Para entender de manera íntegra qué define la conciencia, necesitamos más que una medida única del flujo de información. Es posible que necesitemos entender mejor de qué manera los propios aportes de los organismos importan, cómo esos organismos fundamentan sus experiencias en el mundo, y cómo la inteligencia se relaciona, causalmente, con la conciencia misma”.

El concepto de Phi es un nuevo camino que deja pensar de otra forma la relación entre información y conocimiento, pero probablemente todavía muy abstracto. Según Marcus, un siguiente paso en el entendimiento de la conciencia sería el de conocer detalladamente cómo son las interconexiones de neuronas en el cerebro, cómo es el cableado cerebral.

Pero, cabe preguntarse  ¿habrá realmente maneras de calcular «Φ»?, ¿habrá maneras de aumentar la conciencia? La mayoría de procesos cerebrales que hacemos son realmente inconscientes. Si fuéramos conscientes al comer, por ejemplo, sería más fácil ponernos a dieta, pero la verdad es que casi siempre comemos con la programación “automática”, digamos que ejecutamos la tarea llevados por impulsos de mamíferos omnívoros sin aplicar la conciencia, y así ejecutamos una inmensa cantidad de tareas cada día.

 

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