Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La fiesta Brava

La discusión sobre la fiesta brava toma caminos con frecuencia equivocados. Los argumentos se centran en la libertad de los seres humanos de continuar con un “arte” tradicional o de prohibirlo, o se dirigen a la extinción de los toros de lidia o al sacrificio de animales para consumo. Con el argumento de que hay prácticas peores tampoco se salva la discusión. El asunto que se evita, con todos esos argumentos comunes, es principalmente si es o no es moralmente aceptable o deseable mortificar un animal, en este caso el toro, con el objetivo de desarrollar un espectáculo.

Imaginemos una gran pecera con peces de colores. Para desarrollar un hermoso ballet de movimiento es necesario calentar el agua hasta que hierva. A medida que el calor aumenta los peces se enloquecen o “danzan” y al final se van quedando quietos y mueren, mientras el agua hirviente se evapora. ¿Defenderían los amigos de la fiesta taurina tal espectáculo? No creo, pues no están habituados a este específico “ballet” y por tanto su distancia emocional les permite ver el acto como repugnante. La fiesta brava es todavía más repulsiva para los que no estamos habituados a ella.

A los defensores de la fiesta brava hay que hacerles la pregunta directa: ¿es ético infligir sufrimiento al toro o a cualquier otro animal como forma de arte o de espectáculo?, ¿Merecen respeto y cuidado los animales o no lo merecen porque no son humanos? El tema del dolor siempre se evita. Y es que hemos tardado mucho tiempo en estudiar el dolor animal. Apenas ahora nos hemos dado cuenta de que las expresiones de dolor son útiles solo para algunas especies, en las que otros miembros de la misma pueden reaccionar ante ellas. Muchos animales no han desarrollado gestos, expresiones que nos alerten de su dolor. Más de una persona cree que los toros no sufren, o que su fiereza les inhibe el dolor, pero no es verdad: lo dicen los investigadores del dolor animal. Los sentimientos subjetivos como el placer, el miedo, el dolor, la aburrición y el hambre han evolucionado en los animales para ayudar a prevenir el daño y la muerte.

Muchos estudiosos de los animales piensan que estos deben tener derechos, teniendo en cuenta su cerebro y sistema nervioso, y que todo sufrimiento innecesario debe ser evitado, ya sea en las granjas, en los mataderos, en los zoológicos, en los circos, en los laboratorios y en los métodos de caza o de pesca, o cuando se usan para entretenimiento.

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