Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

No coma cuento

El cerebro humano impone orden a la locura y anarquía que es la vida de cada uno. Daniel Kahneman asegura que los estereotipos son formas de simplificar la información, de entender los comportamientos y a las personas de una manera más inmediata y fácil. Los estereotipos hacen que no esperemos que el joven que va caminando frente a nosotros, con sus brazos completamente tatuados, sea un diplomático inglés. Otra manera de ordenar la información es construir cuentos que suenen bien, creíbles, que expliquen los hechos, bajo esa forma humana de relacionar causa y efecto de la cual no podremos deshacernos. Sin embargo, podemos aprender a ser escépticos; en otras palabras, a no comer cuento.

Los sicólogos llaman “construir narrativas” a este proceso de comprensión de la realidad. Algunas personas hacen de su vida una historia coherente, con mucho sentido. Muchos famosos narran su biografía como el resultado de acciones siempre bien determinadas hacia un fin exitoso, sin darle ningún papel al azar. Pero, la verdad es que no somos tan coherentes como quisiéramos. El yo no es una entidad, sino un compuesto de características que se modifican dependiendo del entorno. La idea que tenemos de nosotros mismos depende de la memoria del pasado, y esa memoria puede ser bastante selectiva, y además puede cambiar al vaivén de nuestro estado de ánimo. En su historia de vida, una persona depresiva va seleccionando los momentos dolorosos que “expliquen” o den cuenta del malestar sicológico; en la historia de un optimista ocurre lo contrario: el cerebro selecciona las partes felices del pasado, para recordarlas. Las dos historias que cuenta una pareja sobre la relación que tuvieron son diferentes.

En las películas, nos encargamos de armar las historias. Somos tan expertos en completarlas que entendemos mucho más de lo que ellas nos revelan. El cine y la literatura juegan con esta capacidad de la mente humana. Funcionamos pensando que existe una intención detrás de todos los actos. En las películas y novelas que más gustan (sencillas, lógicas y recordables) el malo es malo por alguna razón, casi siempre porque fue traumatizado cuando niño, y es perfectamente malo, sin ninguna cualidad positiva. Pero un malo puede haber tenido una vida perfecta. Las personas que realizan acciones reprochables pueden también poseer encantos; como dice Margarite Yourcenar: “Los hombres más opacos emiten algún resplandor: este asesino toca bien la flauta, ese contramaestre que desgarra a latigazos la espalda de los esclavos es quizá un buen hijo; ese idiota compartiría conmigo su último mendrugo.” Entre Napoleón y Hitler hay más una diferencia de “narrativa” que de calidad moral; las historias también dependen de quién las cuente. La gente puede ser buena y mala al mismo tiempo, los actos pueden haber ocurrido por azar, aunque estas ideas no complazcan nuestro cerebro. Es necesario aceptar el desorden y la aleatoriedad si queremos entender mejor la realidad.

Los seres humanos realizamos acciones impredecibles que no responden a intención alguna. Pasan cosas para nada y sin razón y los extremos del bien y del mal, sin matices, en los que propendemos a ubicar las acciones, no mejoran nuestra comprensión, como lo dice Tyler Cowen en su conferencia en TED. Entre más tontos seamos, más inexpertos en cuestiones humanas, más fácilmente vamos a creer una historia contada por una sola de las partes, y si además la polarizamos, estaremos más lejos de verla debidamente.

Tyler nos aconseja con vehemencia no dejarnos seducir por historias fáciles, nos pide ser suspicaces con la propaganda y más con aquella que vende productos extraordinarios. Como dice un amigo mío, si existiera el remedio contra la calvicie no habría calvos, lo mismo que sucede en el caso de las arrugas, y en las situaciones importantes es recomendable DESCONFIAR, y sobre todo de aquellas historias que suenan más inspiradoras: las que no se enfocan en las oportunidades y sus costos, las que dejan por fuera las no intencionadas y complejas consecuencias que traen las acciones humanas.

Existe una lógica de las situaciones, pero no es aplicable siempre y en todos los casos. No todo es producto de una conspiración. Para hacer juicios justos tenemos que ser capaces de considerar la posibilidad de incluir el papel que juega el azar, la ocurrencia de hechos aleatorios y muchas veces la sinrazón.

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