Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

La testosterona y el cerebro

Sobre la investigación de Simon-Baron Cohen

La neurociencia dice que no somos diferentes solo de la nuca para abajo, también lo somos de la nuca para arriba. Los cerebros masculinos y femeninos difieren no solo en volumen y peso, también en la cantidad y el tipo de conexiones neuronales. Las imágenes obtenidas por resonancia magnética lo demuestran sin lugar a dudas. El cerebro masculino es 8% más grande que el femenino, posee consistentemente 30% más de sinapsis o interconexiones entre neuronas, más materia gris y más materia blanca, y la amígdala o centro de las emociones también es más grande. En cambio, el área del lenguaje es más pequeña que en el cerebro femenino.

Estas son diferencias puramente anatómicas, después, Baron Cohen se refiere a diferencias sicológicas: en promedio, las mujeres desarrollan empatía más rápidamente que los hombres. Los hombres, en general, sienten más interés por todo lo que sean sistemas, ya sean de tiempo, mecánicos, de computación o abstractos, como los de las matemáticas y la física.

Cohen y su equipo realizaron una investigación, el Estudio del bebé recién nacido, donde analizaron las reacciones de más de cien niños en sus primeras 24 horas de vida. Les mostraban caras humanas unas veces, y objetos mecánicos, otras, mientras contabilizaban el tiempo que los bebes fijaban la atención en uno u otro. Descubrieron así que niños miraban más tiempo los objetos técnicos o mecánicos, y las niñas, las caras humanas.

Los fetos masculinos producen una gran cantidad de testosterona durante la gestación, producción que disminuye cuando nacen. Esto parece influenciar la forma como se organiza el cerebro. En ratas se han realizado muchos y variados experimentos, como suprimir la testosterona del feto masculino durante la gestación, o poner testosterona a los femeninos. Ha sido evidente que el comportamiento normal de las ratas cambia en función de las hormonas. La hipótesis, desde el punto de vista de la investigación en animales, es que la presencia de la testosterona modifica el cerebro.

El mismo investigador tomó muestras de líquido amniótico en mujeres embarazadas, desde la semana doce hasta la diecinueve, para ver si existía correlación entre la cantidad de testosterona y las características mentales de los niños. Los resultados se guardaron y a los niños se les realizó un seguimiento durante doce años. Al año de edad, aquellos cuya cantidad de testosterona era considerablemente más alta cuando estaban en el útero no hacían mucho contacto visual con las caras que se les mostraban. Este es un comportamiento común en los niños autistas.

En el segundo año, se chequeó la cantidad de vocabulario que los niños reconocían y utilizaban. Las diferencias eran enormes, unos niños solo manejaban de 10 a 30 palabras, mientras otros utilizaban alrededor de 600. Más vocabulario, menos testosterona en útero; menos vocabulario, más testosterona. Empatía y vocabulario parecen tener relación, son formas de interés social o de comunicación. En los niños, la empatía se puede pensar como la facilidad para hacer amigos en el colegio. Entre más testosterona prenatal encontraron, más interés de los niños puesto en los sistemas, en armar y desarmar juegos.
Cuando los niños del estudio cumplieron ocho años se examinaron sus cerebros por medio de resonancia magnética. Los resultados obtenidos mostraron diferencias anatómicas claras debidas al efecto de la presencia de la testosterona. Se demostró que en los humanos la hormona cambiaba el tamaño del cerebro y sus conexiones, aunque ya se sabía que lo hacía en ciertos animales.

Muchos genes distintos influencian la cantidad de testosterona que producimos. Vale aclarar que las diferencias entre el sexo femenino y el masculino no se deben solo a la testosterona. Las mujeres tenemos el cromosoma X por duplicado, mientras que los varones portan solo uno, acompañado de uno Y.

La testosterona es una molécula y su estudio es importante pues arroja luces sobre las diferencias entre los sexos, y las raíces de estas diferencias. Muchos argumentos, dice Simon Baron Cohen, van quitando el miedo a un enfrentamiento con los “culturalistas”, que aseguran que las diferencias se deben a la educación y a la experiencia personal. El brillante científico no teme ser tachado de sexista.

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