Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Somos irracionales

Somos irracionales, horriblemente irracionales. Racionales también, pero a ratos. Veamos algunos aspectos humanos en los que la racionalidad no nos sirve para nada.

Empecemos por aquellas personas que piden agua de “marca”: San Pellegrino, Evian, Brisa. Esas personas no se han hecho a sí mismas jamás una prueba a ciegas. Es sencillo, solo hay que pedirle a alguien que ponga muestras de las distintas aguas y de agua de la llave, en distintos vasos y algunas veces repetidas, vale hacer la observación de que si tienen gas hay que poner en el agua corriente un chorrito de soda. Todas a la misma temperatura, al clima es lo ideal pues el agua muy fría insensibiliza las papilas. Si es verdad que las identificamos, tenemos que hacerlo a ciegas y si no somos capaces y pagamos dinero por el agua, cuando la de la llave es gratis, somos solo ¡esnobs! Se han realizado muchos experimentos que demuestran que la gente no es capaz de distinguir entre las aguas que beben a diario.

Cuando odiamos a un escritor o a un director de cine o a un músico nos parecen pésimas sus novelas, películas o canciones. La canción cantada por un artista que detestamos nos suena mañé. El juicio se sesga según nos caiga bien o mal. Si el sujeto es un amigo, el juicio se sesga por muchos más factores. En general, a los padres les parece grandioso lo que hacen sus hijos.

Respecto a los premiados por cualquier cosa: no todo lo que ha hecho un premio Nobel de literatura es genial, pero una vez ha obtenido la importante mención todo lo que hace bueno o malo y toda opinión que dé, aun en un campo lejano al suyo, es tomado en cuenta. Recibir el premio Nobel valoriza todas las obras del autor, y de inmediato, y aun aquellas que no valen tanto. Nos sentimos inseguros para criticar a un Nobel, somos más amables con los juicios que emitimos si sabemos que el sujeto ha sido premiado. La obra de un amigo nos parece menor que la de un famoso. No hay que ir tan lejos, en los premios Oscar de la Academia, muchas películas mediocres son premiadas cada vez, pues muchos son los intereses que se mueven, pero se nos anestesia la lengua para decir que El Artista es una de las películas más absurdas y aburridas de todos los tiempos.

El estado de ánimo presente influye en los juicios morales que hacemos o en los juicios sobre las personas. Incluso estar en un lugar que huele mal o está sucio influye también. Somos muy duros para juzgar a los demás si no nos sentimos bien, si no estamos cómodos físicamente o si estamos de mal humor. Los juicios que emitimos no dependen completamente del hecho objetivo y real, sino de su apreciación. Cuando nos ha ido mal somos más severos, más duros, más injustos. Se ha notado que en los juzgados, los jueces tienden a condenar con mayor frecuencia al acusado si el juicio se emite antes del almuerzo y más laxamente si sus barrigas están llenas. Si estamos acalorados en una discusión, perdemos el buen juicio. Si una persona está enfurecida, no debemos pedirle en ese momento un favor, pues es probable que nos lo niegue, bueno… en realidad no debemos ni hablarle.

Los fumadores o bebedores que acaban de dejar su vicio, o las personas a dieta son más severos al condenar a los viciosos, más intolerantes, de juicios más extremos.

Un día gris hace que seamos propensos a tomar decisiones pesimistas, lo contrario de un día soleado, en que nuestros juicios son más justos, más generosos, más compasivos, más cordiales.

Las probabilidades se juzgan intuitivamente de acuerdo con el pasado reciente: si sufrimos un accidente, creemos que las probabilidades de ocurrencia de un suceso así son mayores. Si llevamos varios años sin chocarnos en el carro, juzgamos que las probabilidades de ocurrencia son mucho menores. Si nos ganamos una rifa, salimos corriendo a comprar lotería, creemos que hay algo mágico que nos está dando suerte.
En el casino, la gente apuesta más cantidad si acaba de ganar. En el póker, los jugadores creen irracionalmente que si acaban de perder, las probabilidades de volver a perder son mayores. En el póker, el siguiente consejo debe ser tomado en cuenta: nunca cañarle a un contendor que va ganado, pero sí a un perdedor…

En una primera impresión la gente piensa que las personas bonitas son más buenas que las personas feas. En el cine escogen a propósito los actores para que se ajusten a estos estereotipos, irracionales, por supuesto.La gente le pide un favor más fácilmente a un feo que a un bonito y respeta más a los altos que a los bajitos.

Los profesores ponen mejores notas a los trabajos limpios, escritos con bella letra y ordenados, que a los trabajos descuidados en la apariencia, sin importar que tengan el mismo contenido. Esto también se ha experimentado en el laboratorio. Los profesores son más duros al calificar los trabajos que corresponden a los estudiantes feos o mal arreglados que a los bonitos o bien arreglados.

Hacemos una correlación irracional entre costo y belleza. Lo que es caro nos parece bello. Esta es una regla que casi siempre se puede aplicar. Sin embargo, nada más feo que un reloj Rolex, pero al que ha pagado millones por él le parece hermoso. El mismo vino nos sabe mejor en copa de cristal que en vaso desechable.
¡Salud!

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