Tinder o el desesencanto de Tinder-ella

El ser humano se encuentra en una interacción constante a través de las redes sociales. Sin embargo, esta no solo tiene fines comunicativos, sino que también el individuo construye historias a través de su relación con el otro, así como una búsqueda constante de legitimación o aprobación.

El uso de aplicaciones como Tinder ha cambiado la forma en la que las personas se están relacionando, aunque culturalmente haya opiniones divididas. En este artículo encontrará una panorámica sobre el uso de esta aplicación y sus repercusiones hasta llegar al llamado Síndrome de Tinderella.

Y así comienza la historia: El Príncipe decretó que todas las jóvenes del reino se probaran la zapatilla de cristal. La afortunada dueña sería su esposa, dirían las diferentes versiones de la Cenicienta, en inglés Cinderella.

Sin embargo, en estos tiempos nos han enseñado que ya no debemos ser tan incautos como la protagonista del cuento esperando que una zapatilla que nos cace a la perfección. Ahora nos valemos de otros elementos para satisfacer nuestras necesidades de interacción, y es ahí donde encontramos Apps ´que tienen a su disposición un menú variado donde  puede escoger “al otro” de acuerdo con su orientación sexual, ubicación geográfica y edad. Sí, le estoy hablando de Tinder, “una aplicación geosocial para comunicarse con otras personas, charlar, y concretar citas o encuentros”.

Aunque para algunos, comentar abiertamente que ha usado la App es motivo de vergüenza; otros, lo ocultan porque están picando algo sin que su pareja lo sepa. No obstante, algunos no reparamos en decir que la usamos o la hemos usado, a pesar de las críticas de algunos amigos: “¿Y tú que haces ahí?  ¿A quién se le ocurre meterse a eso? O en el peor de los casos: La gente que se mete a esas cosas está trastornada”.

Un portal, una apertura. Algunos segundos para escoger, pocos para hacerse notar. Elegimos personas y, aunque suene aterrador, cuando hice el ejercicio en Tinderme sentí como si estuviera escogiendo a la persona en un catálogo. Vislumbramos los atributos de ese otro a partir de sus fotos: las de sus viajes, la rumba con los amigos, con la mascota. Intuitivamente empezamos a medir qué tan aventurera, hogareña, sofisticada, y open mind puede llegar a ser.

Tinder le da la posibilidad de poner en su perfil qué es lo que está buscando: amistad, relaciones sentimentales, paseos en bicicleta, hasta “sexo limpio y seguro”. No obstante, usted debe lograr que acorde al conjunto armónico entre imagen, descripción del perfil y ubicación, sea calificado o evaluado de forma positiva con un ♥ y no una X.  Aquí lo que importa es ser aprobado.

Si el GPS los acerca y ambos se califican positivamente con un corazón se abrirá una ventana para chatear. A ello se le denomina Match. Muy seguramente, cuando usted se asome a esta ventana porque ese Match lo ha dejado knock out  y quiere saber más vendrá la típica pregunta: ¿Qué buscas en Tinder? Y es en ese momento cuando uno se dice De parte de dios, de parte del diablo, ¿Qué necesita?, en otros casos uno se pregunta ¿Acaso es real?  Para algunos no resulta fácil aceptar que se quiere compañía, salir con alguien, “sexiar”, o demás propósitos. Y otros van así: de frente y sin tapujos.

Seleccionar o seguir buscando de ventana en ventana es la cuestión. También cabe la posibilidad de que se canse, porque lo que encuentra no es de su gusto; o por lo contrario,  se quede ahí, asomado en la ventana de alguien que tenía un color de ojos infinito, que le hace reír y quizás ya no sienta la necesidad de seguir buscando.

Si no es así, jugará como en el cuento de la Cenicienta o Cinderella a probar en varias personas la zapatilla de cristal. Ahora se habla del síndrome de Tinderella. Este hace alusión a la persona que hace un uso desmedido de Tinder y tiene pavor para conocer a alguien real. Acá se evidencia el temor a involucrar sentimientos y a aproximarse a personas que conoce en la vida real. En algunos casos, el interés por el otro es de tipo obsesivo: ¿Cuánto demora en responder? ¿Está en línea?

El filósofo Surcoreano Byung Chul Han en su libro La agonía del Eros plantea que “A través de los medios digitales intentamos hoy acercar el otro como sea posible, destruir la distancia  frente a él, para establecer la cercanía. Pero con ello no tenemos nada del otro, sino que más bien lo hacemos desaparecer”, lo cual indica que por más que usted piense que está cerca de su Match a través de emoticones, frases, charlas de tres horas por teléfono no significa que se encuentren más cercanos. Esto apenas constituye como una aproximación al lenguaje, una interacción comunicativa. Además, no se le haga raro que después de que se sienta entusiasmado de un momento a otro la persona deje de hablarle, o desaparezca sin dejar algún rastro. Por lo contrario, si tienen una cita,  no está de más tomar  las debidas precauciones: Avísele a alguien de confianza en dónde y con quién se encuentra (no es paranoia), tenga cuidado con la información que suministra. Puede que un primer encuentro sea el comienzo o el fin de la historia a la que usted mismo decide cómo llamar. O puede que su riesgo sea el de no parar de reírse, de que muchas horas le parezcan apenas unos minutos y sentirse muy a gusto.

Que Tinder sea la muestra de valores (o antivalores) en nuestro contexto, no lo sabremos con certeza. El propósito de este pequeño texto, del que hay mucho por abordar, es abrir una herida, mostrarle a usted, señor lector, que  me está leyendo al otro lado de la pantalla,  que el uso de la tecnología en nuestra forma de relacionarnos es un asunto para reflexionar. La fantasía de Tinder-ella es producto del consumismo y la cosificación, o si no, pregúntese a que estrategias recurrimos para buscar la aprobación en el entorno virtual. A veces dejamos de ser nosotros mismos para  buscar la legitimación cuando ni siquiera sabemos si ese otro es “real”, hasta que no se demuestre lo contrario.

Andrea Figueroa

Licenciada en Humanidades e inglés. Docente Universitaria y Asesora Pedagógica.  Candidata a Mágister en Creación Literaria

Twitter: @AndreaFiguerand

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