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Langlois, en el lugar equivocado

Flickr, Paul Sapiano
Flickr, Paul Sapiano

Cristo García Tapia (*)

A menos que Romeo Langlois, periodista francés capturado en combate entre el ejército y la guerrilla de las FARC, haga parte de la legión de periodistas patrióticos, la verdad del suceso es que, “prisionero de guerra” o “persona privada de libertad por razones relacionadas con el conflicto”, el hombre estaba en el lugar equivocado.

Además, eso de ponerse las botas y el uniforme, o “solo un casco y un chaleco antiesquirlas” de las Fuerzas Armadas, Ejercito, de un país en guerra con una fuerza rebelde levantada en armas contra el Estado, lucha política, no es tarea propia de periodistas o de civiles en misión de tales.

Y menos, si ostentan la condición de extranjeros, lo cual bien puede asumirse como intromisión y participación en los asuntos internos del país, situación a la cual son muy dados algunos aventureros que van por el mundo y encuentran en Colombia el sitio apropiado para desfogar su aventurerismo.

Bien del lado de la guerrilla, de los paramilitares o de los militares, como de vieja data ha acontecido y se ha permitido y tolerado sin preocuparse el Gobierno de las consecuencias de esa permisividad perversa y deslegitimizadora de la razón política, ideológica o militar, que pueda mover a unos y otros. Y del grave daño que causan a la institucionalidad y política exterior del país que permite ese tipo de conductas.

Sea cual fuere la condición del ciudadano francés y de si estaba en el lugar equivocado o vestía el uniforme o si solo calzaba el casco y un chaleco del Ejército de Colombia, resulta inicuo el acto de privación de su libertad por parte de una guerrilla que ya había empezado a emitir señales de no volver a utilizar tan criminal como execrable método de lucha, de suyo desnaturalizado por la historia, para procurarse dividendos políticos y económicos.

Como es vergonzante que en poder de aquella guerrilla sigan cautivos colombianos, militares y civiles, y extranjeros, de cuya suerte apenas si se tienen vagas y confusas noticias y ninguna que diga si están vivos y cuáles son las “condiciones” que impone la guerrilla para restituirles su libertad. Y que, al igual que el periodista francés, deben ser liberados sin condiciones ni situaciones que pongan en riesgo su integridad y vidas.

Y es que nunca como en el presente estadio de la lucha de las FARC por “tomarse el poder para el pueblo”, se comprueba la devastadora y contundente inutilidad de la guerra de guerrillas como vía expedita para aquel fin. Esa vía está agotada y en Colombia hace tiempo, mucho tiempo, fue descartada como propuesta política aglutinante de un nuevo modelo político, económico y social, fundado en la lucha armada y de clases.

Porque otras son las propuestas, otros los caminos y otro el país, que es cuanto las FARC-EP, no han entendido ni han querido asumir para ponerle fin a la guerra, que ya no es del pueblo sino contra el pueblo, y buscar alternativas que, sin perder su alto contenido de equidad, justicia social e inclusión, deseche la violencia como argumento y método de lucha.

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(*) Colaborador.

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