Las palabras y las cosas

Publicado el Diego Aretz

«El uribismo ha sido una catástrofe moral de la que no nos hemos repuesto.» Juan Gabriel Vásquez en conversación con Diego Aretz.

Cortesia @andresbofotos Andrés Bo

«El uribismo ha sido una catástrofe moral de la que no nos hemos repuesto.»

En el marco del Hay Festival conversé con Juan Gabriel Vásquez en Cartagena.

Juan Gabriel Vásquez,  dicho de manera muy simple, es el escritor más influyente de Colombia hoy en día.
Yo creo que un escritor no solamente es propietario de su vida, sino también de la cultura y del territorio de donde escribe, por eso mi primera pregunta será sobre Colombia. Tus lectores son de tantos países y tu tienes tantas invitaciones – la última vez que te entrevisté estabas en Suiza, luego apareces en Inglaterra, apareces en Nueva York. Nunca sé dónde está Juan Gabriel Vásquez, pero sé que hoy está aquí con nosotros en Cartagena.
Entonces, estando en tantos lugares del mundo, yo quería saber ¿cuál es tu relación con Colombia?

JGV
Es una relación muy tensa y problemática, como corresponde a una historia tan difícil que ha marcado tantas décadas de sufrimiento en las que me ha tocado estar ahí. También es una relación de curiosidad y de obsesión. Y por eso escribo. Porqué al final mi única obsesión es usar la novela – la escritura de imaginación – para entender ese lugar nuestro que es Colombia. Colombia es para mí un misterio. Sobre todo, y ante todo, es un espacio de oscuridades, una zona de sombra en la que trato de entrar con la ficción. También uso el periodismo y mis columnas, pero me parece que la ficción da una posibilidad única de entender.
Ya lo hice con la novela Los Informantes, que salió en el 2004. Busco interpretar esas zonas de nuestra historia y de nuestra vida social que no se pueden entender cabalmente sin la forma de conocimiento tan particular que nos da la novela.
Yo soy un gran admirador de nuestros periodistas y de nuestros historiadores, pero creo que hay cosas que la historia y el periodismo no pueden contar. Ahí es donde entra la novela para tratar de contarlas. Eso se debe a esa gran zona de sombra que es nuestro país.

DA
Cuando uno habla de memoria, por ejemplo, ahora que Colombia tiene la Comisión de la Verdad, la gente se queda a veces con las versiones de hechos tal como son narrados en novelas. Una versión narrada tal vez de manera mucho más humana, que trata de imaginar lo que sintió la gente. El ejemplo más obvio es quizás la masacre de los bananeros tal como la cuenta García Márquez, cuando retrata un tren eterno de cuerpos y cuerpos, cuando en realidad no se sabe cuantos cuerpos habían. Pero la metáfora es la que se queda. Eso me hace pensar ¿cómo es, y qué es, el trabajo de la memoria para ti?

JGV
Es un trabajo que consiste sobre todo en crear un espacio donde puedan seguir existiendo cosas que a muchos les interesa olvidar. Nuestras sociedades latinoamericanas en general – la colombiana es parte de eso – son sociedades que constantemente están en una negociación entre la memoria y el olvido. Un olvido interesado que viene desde nuestros líderes políticos y de nuestras zonas de poder, y ahí el poder es sobre todo la capacidad de imponer una historia sobre los demás. Los colombianos estamos constantemente tratando de negociar una versión de nuestro pasado.
El momento de postconflicto, como el que vivimos con los acuerdos de paz entre muchas otras cosas, son, para mí, un intento por que no se olvide lo que nos ha pasado. Y para que no se olvide, primero hay que descubrirlo, hay que establecer un relato que describa lo que nos ha pasado en estos 50 años. Desde el análisis de nuestro pasado común – y esto lo he dicho muchas veces – se descubren los distintos relatos. La versión de la guerra que tiene una víctima de la guerrilla no es la misma de la versión que tiene una víctima del paramilitarismo, y no es la misma que tiene una víctima de los crímenes de Estado.
Ahí entra la novela, porque es una especie de gran espacio donde le damos a todas las historias el derecho de existir. También es un lugar donde no resistimos al esfuerzo que hacen muchos por edulcorar, o eliminar francamente, el pasado. Hay todavía personas de poder en Colombia que sostienen que la masacre en las bananeras de 1928 nunca existió, en particular una congresista muy notoria por su fanatismo que quiere que eso no haya existido. El problema es que sí, existió. Pero sin la novela de García Márquez probablemente sería menos real para muchos colombianos. García Márquez habla de 3000 muertos no sabemos cuántos fueron, pero sabemos que el teniente Carlos Cortés Vargas reconoció unos cuantos heridos, luego sabemos por la prensa que fueron más de 200 y luego supimos por un cable del Departamento de Estado norteamericano que fueron más de 1000. Eso es una cifra ya oficial.

DA
Aquí nos enteramos de lo que pasa por los cables del Estado norteamericano…

JGV
Bueno, esto es uno de los tristes destinos de países en guerra narrativa. Y yo, sí, creo que la novela puede iluminar un poquito en este sentido.

DA
Hay un escritor colombiano, del cual tú sabes mucho, que se llama Juan Gabriel Vásquez (ríendo). Este escritor lo ví en este escenario con Salman Rushdie hace unos años. Y yo pensé – disculpa la expresión – ¡pero este se mete en todo, está con todo el mundo! Pero yo quiero saber sobre el escritor, porque el escritor siempre está viendo los seres humanos, pues, a veces patéticos, a veces más alejados de estas cosas como festivales y eventos grandes. Es decir ver a los humanos en escenarios completamente distintos.

JGV
Sí, claro. Una cosa es el escritor que escribe y otra cosa es el escritor que ha escrito. Y lo que siempre me ha interesado más, es ser el escritor que escribe. Lo que me gusta, es estar examinando mis obsesiones, mis dudas, mis preguntas sobre el mundo.
Luego cuando todo eso da un libro, cuando el libro existe y tiene lectores, eso lo lleva a uno a un escenario más público. Es el escenario de estos encuentros y ahí el escritor ya es otra persona. Pero me gusta también, porque me gusta hablar de literatura y además con los escritores que admiro. Eso es un privilegio que da este oficio también. Pero todo eso es secundario, es accesorio. Lo principal en realidad es el trabajo horrible y inmenso de escribir un libro que pueda contarles a los lectores algo que no encuentren en otra parte. Eso es lo que trato de hacer. Luego las otras consecuencias que le caen encima al otro escritor – el que ya ha escrito – es otra cosa.

DA
¿Y es fácil escapar de esta vida? La de los grandes cócteles, la de Salman Rushdie.

JGV
¡Claro que es fácil! Otra cosa es si uno quiere hacerlo. A veces uno quiere en algunas oportunidades escapar a ciertas cosas, y a otras no, por la razón que sea. Puede ser un placer un privilegio, hasta puede ser una curiosidad. A mí, me da mucha curiosidad la gente que escribe libros. Me parece un oficio tan misterioso que cuando conozco un escritor, sobre todo si escribe algo que me interesa, me interesa conocer a la persona también.

DA
Así que también, como García Márquez, tienes una vida secreta.

JGV
Todos tenemos una vida pública, una vida privada y también esa vida secreta.

DA
Ahora que sale todo eso sobre la hija, algunos le han dado palo, algunos dicen que desmitifica la figura de García Márquez –

JGV
Mira te quito tu pregunta – me gusta mucho que me lo pongas así – pero mi respuesta es: no.
No le he dedicado ni 30 segundos de mis preocupaciones. Creo que es normal que nos interese esa vida secreta de los escritores, pero también creo que olvidamos con demasiada facilidad el hecho de que hay gente viva que está involucrada en esto.
Esta hija y su madre están vivas. Tienen todo el derecho que las vidas que han llevado en la discreción durante tantos años, alejadas de este dato de quién es el padre de esta mujer, siguen así, sin que el mundo se mete a sus vidas porque alguien le dio la gana de revelar un secreto que llevaban conservando discretamente durante mucho tiempo. Se corre entonces el riesgo de que sus vidas, que son llenas de logros, por lo que me he enterado, se vuelvan para mucha gente en algo accesorio al hecho de esta paternidad. Y yo creo que tienen todo el derecho de que no sea así. Yo pienso respetar ese derecho.

DA
Cuando hablé con las personas sobre tu obra, hay algo muy complejo, es que a veces les interesa más hablar sobre ti. Eso pasa con escritores muy famosos…

JGV
Es lo que decía Borges cuando decía que la fama es un malentendido, quizás el peor. A partir del momento en que la figura compite con la obra o que el público lector pierda interés en lo sustancial que son los libros, hay algo que se desnaturaliza, hay un malentendido que se produce. Puede ser molesto.

DA
Yo pensaba en como encontrabas las historias hace 10-15 años y cómo surgen las historias hoy. ¿Se ha transformado ese trabajo? ¿Cómo funciona?

JGV
No, no diría que en mi caso se haya transformado. Pero es una pregunta que me ha interesado siempre, ¿cómo surgen esas cosas?
Para mi, primero que todo, mis novelas surgen de algo vivido o de una persona que he encontrado; incluso Historia secreta de Costaguana, que es mi novela más alejada de vivencias directas. También nace de una vivencia, que es mi vida de lector. La lectura de Joseph Conrad, de Nostromo, es el punto de origen de esta novela. Para los escritores – espero yo – las lecturas forman parte de las vivencias, tanto como las cosas que nos pasan.
Entonces en mi caso siempre ha sido eso: un encuentro, una conversación, una persona o algo que pasa, y eso no ha cambiado nunca. Ya en Los amantes de Todos los Santos, que es mi primer libro, digamos, decente, todos los cuentos tienen como origen una vivencia, un relato que alguien me hace, y de ahí nunca salí.
Porque es lo que me interesa: explorar los rincones oscuros e invisibles de algo que me ha pasado de manera pues muy directa y visible.

DA
¿Es posible que en Colombia haya escritores o artistas que no alcanzan una notoriedad grande sin meterse de alguna manera en la política, ser cooptados por la Política? Acá todo termina siempre, hasta el periodismo, a ser político.

JGV
Sí, es verdad. Vaya uno saber cómo juega sobre nosotros la sensación de ciertas responsabilidades que se tienen simplemente por el hecho de tener una voz que se oye un poco en nuestro mundo publico. Puede ser muy problemático, y suele ocurrir muy fácilmente, que las convicciones políticas o las defensas de ciertas ideas, lanzan una sombra sobre la obra de un escritor. Y eso nos puede impedir darnos cuenta de que lo que importa no es eso. Lo que importa es la obra literaria.
Da lugar a esa confusión del escritor con el ciudadano, que hace que el escritor corra muchos riesgos. Eso es algo que yo siempre he tratado de mantener separado en mi trabajo. Como columnista, soy un ciudadano que se mete en las conversaciones porque le interesan y porque hay un modelo de sociedad que queremos. Pero eso está completamente separado de la exploración de la realidad a través de las novelas.

DA
Para caer en ese juego del ciudadano Juan Gabriel Vásquez : ¿cómo se siente, como ciudadano, frente a lo que esta pasando hoy en Colombia electoralmente?

JGV
Lo que me obsesiona hoy por hoy, en términos de política colombiana, es la posibilidad cada vez más presente de que desperdiciemos un momento importante, irrepetible para el país que es la total y completa aplicación de los Acuerdos de Paz.

El Gobierno del presidente Duque se ha conducido de una manera ambigua en el mejor de los casos, y hipócrita, claramente, en el peor, aplicando muchas partes de los Acuerdos de Paz, notablemente en términos de desmovilización. Pero desconoció, hasta entorpeció o ralentizó, de manera muy consciente otras, en particular las que tienen que ver con las instituciones que nacierón de los Acuerdos, la JEP y la Comisión de la Verdad. ¡Es una lástima! Es una lástima que un esfuerzo tan serio, que es reconocido por toda la gente que ha hecho acuerdos de paz en el mundo, como uno de los acuerdos más exitosos, más abarcadores, más generosos, y moralmente más necesarios, sea esa oportunidad malversada y desperdiciada, utilizada por los políticos para dividirnos a los colombianos en lugar de ponernos detrás de un proyecto común.

Lo que creo es que las próximas personas que vayamos a elegir tienen que ser las que reconduzcan esto hacia la promesa que fue.

DA
Una de las cosas que me fascina del periodismo en otros países como Estados Unidos, es que no se pone neutral cuando hay una elección. Periódicos y periodistas dicen abiertamente me gusta este por la siguiente razón… Pero se puede cuestionar también si uno debiera decir públicamente si alguien le gusta y por qué.

JGV
Bueno, eso sí responde al temperamento de cada escritor. Yo no recuerdo una columna en la que García Márquez lo hiciera, tal vez me equivoco, pero no recuerdo una columna en la que defendiera abiertamente su gusto por un candidato presidencial u otro. Vargas Llosa a cambio lo hace todo el tiempo.

DA
¡Hasta querer ser presidente! Vargas Llosa es amigo suyo, hay que decirlo.

JGV
Sí, es un buen amigo. Primero fue un escritor tremendamente influyente en mi vida, cuyos libros a mí me orientaron y me influyeron. Sus libros me cambiaron las prioridades de mi vida y me ayudaron a tratar de ser escritor. Luego nos hemos vuelto amigos, nos hemos vuelto cercanos.
Pero te iba a comentar un libro que se llama Delirio Americano de Carlos Granés que habla de exactamente este fenómeno tan nuestro de los intelectuales o artistas que se meten a políticos o que incluso que juegan con las reglas de la política. Y al revés los políticos, que en Latinoamérica son Legión, utilizan las estrategias del arte y de la vida creativa para llevar sus políticas con resultados nefastos.
Perón decía que un líder político es un conductor que tiene que dirigir el destino de su pueblo como lo haría un artista o un escritor. Esa idea de que la política se maneje con las herramientas o con la ética, por decirlo de alguna manera del arte, y al revés, a mí me parece fascinante.

DA
¿Entonces vas a opinar o ya has opinado sobre quien te gusta?

JGV
No todavía, porque además no están definidos. Yo tengo muy claro quién no quiero. El uribismo ha sido una catástrofe moral de la que no nos hemos repuesto. Dejó un legado de corrupción, de “todo vale”, y como decía antes, de malversación o desperdicio de un momento muy importante que es el acuerdo de dejar los 50 años de guerra. Se ha demostrado pues que nos ha dejado con un legado política y socialmente divisivo. Además, ha contaminado nuestra conversación ciudadana con mentiras y distorsiones. Nos ha enfrentado como ciudadanos de manera voluntaria: han dividido a los colombianos y eso ha sido catastrófico, me parece a mí.

DA

Pensando en tus lectores. ¿Qué te gustaría decirle a cualquier lector tuyo?

JGV

Que lean a los muertos. Los muertos recientes, pero también los que llevan siglos. Quizás sobre todo los que llevan siglos muertos.
Ahora hablaba con Irene Vallejo, ella es una filóloga clásica, que habla griego y latín. Hablar con ella es una envidia profunda, porque ser capaz de leer a la gente que escribió en lenguas que ya no existen, me parece una ventana hacia otros mundos. Si esos libros siguen vivos es porque nos dicen cosas importantes; entonces que no nos olvidemos de esto. Esa es mi recomendación, que no les tengan ni miedo, ni aprehensión a los clásicos, que son nuestros amigos. Nos siguen diciendo cosas valiosas.♦

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Diego Aretz es un periodista y activista Colombiano, ha sido columnista de medios como Revista Semana, Nodal, El Universal, colaborador de El Espectador, ha sido jefe de comunicaciones del Festival Internacional de Cine de Cartagena, jefe de  Comunicaciones del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos. Así mismo es jefe de comunicaciones del Consejo Nacional de Bioética y consultor de Terre Des Hommes Alemania.

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