Bienestar en tiempos de drones

Publicado el Maria Pasión

Creo en la bondad, pero tengo el corazón lleno de agujeros

Mi amor es lejano, viene de antaño.

El primer hombre a quien amé apareció por Twitter. Recuerdo que lo amé como se ama a lo que no se conoce, con pasión gitana. Mi primera noche con un hombre la viví con él. He puesto la canción que puso a sonar esa madrugada cuando ya íbamos de vuelta para dejarme en casa. Quizá con algo de culpa, quizá con esa sensación de no saber lo que era amar.

Me enamoré como solo las adolescentes nos enamoramos. Le di todo, y eso incluía mis pensamientos. Hoy me parto de la risa al recordar que al volver a mi casa puse esta canción unas dos mil veces.

Lo llamaba a la ciudad donde vivían sus padres. Lo olvidé porque no me correspondió como yo soñaba. El tiempo recoloca las almas. Enfría el corazón, madura cualquier pasión feromonada. Después de 20 años este hombre aparece por una red sucial (no es errata) y se presenta como votante comprometido de derechas, ginecólogo y gurú en menopausia. Dice que le encantaría verme. Yo, con sólo ver su foto, ya lo doy por revisado.

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Le deseo la mejor de las suertes, como a todos mis amores cojos. Como a todos los que he amado en un vago intento por amarme a mí misma y descubrirme en el otro. Todos, uno por uno, han vuelto a aparecer. Y me dan las gracias. Y yo, por dentro de mi corazón podría decirles lo mismo. Gracias por haber compartido. Gracias por haber hecho más soportable mi drama humano. Soy una criatura solar, soy una mujer optimista, creo en la bondad, pero tengo el corazón lleno de agujeros.

Los agujeros de mi corazón no se rellenan comprando ropa. Tampoco se desaparecen cuando intento enamorarme por horas. Amo cuando me aman, y también cuando se resisten a amarme. No siempre tenemos el dominio de lo que somos y entonces se siguen manifestando realidades que no son las que deseamos.

Si pudiera tatuarme los pies me escribiría todo esto:

Bella, confiada, segura, independiente, cercana, tolerante, asertiva, amorosa

Pero en lugar de hacerme tatuajes de tinta, la dermatitis ha vuelto a pintarse en mi cara.

Sólo dependo de mí para vivir con una enfermedad nerviosa, con una mente que no se detiene y un corazón con diseño de queso Masdaam.

Texto de @mariapazruiz

Ilustraciones de @dgalantz

 

 

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