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Lo que se viene en La Habana

Por: Andrés Preciado (@andrespreciado3)

Luego de la suspensión de diálogos por el secuestro del General Rubén Alzate y de la posible reactivación que ocurra esta semana posterior a su liberación y a la de otros secuestrados retenidos en ese mismo momento, los diálogos de La Habana experimentarán cambios, quiebres en su modelo, expectativas y perspectivas.

Iván Márquez ya señaló desde Cuba que las Farc esperan una modificación en el modelo de negociación, claramente el objetivo es llegar a un cese bilateral de hostilidades militares, cosa que el gobierno no va a aceptar, al menos no de momento. Por tanto en este aspecto la guerrilla demorará en desilusionarse –temo que será su caballito de batalla y la justificación de nuevos ataques ofensivos- y retomar los puntos de agenda.

En cuanto a expectativas y perspectivas el panorama no parece ser muy halagador ni para el gobierno nacional ni para las Farc. A la ya conocida desconfianza del pueblo colombiano con las Farc se viene sumando una cada vez más alta insatisfacción con los avances del proceso negociador. Las Farc, miopes políticamente, continúan pensando que sus posiciones representan algo más que sus mezquinos intereses olvidando que en realidad todas sus movidas son entendidas como un autogol enorme a sus posibilidades de alcanzar legitimidad política: ataques, secuestros, solicitudes de ceses bilaterales, todas son acciones y pretensiones presumibles en escenarios de conflicto pero que no caen bien ante los deseos de los ciudadanos de percibir hechos de voluntad de avance en la reincorporación a la vida civil.

A los equipos negociadores no les resta más que avanzar en la agenda pactada de la forma más rápida posible y comenzar a pensar en una estrategia fuerte de difusión de acuerdos que no da más espera, especialmente para que esos acuerdos parciales se socialicen y se discutan en la mayoría de la sociedad que no ha tenido alcance al análisis depurado del avance o simplemente carece de interés en él.

El gobierno nacional no puede permitirse que su principal apuesta política sea justamente aquella a la que le dedica menos espacio para el diálogo ciudadano, tiene que ser, además, una prioridad de gobierno más allá de lo discursivo: ¿dónde está la propuesta de modelo de reinserción? ¿cuál es la estrategia de financiación más allá de pedir plata afuera?. Estas son dos preguntas simples que el gobierno no ha dado muestras de cómo piensa resolverlas, ni siquiera si se las está pensando.

Si la negociación con las Farc es la prioridad, si el comienzo de la construcción de paz arranca con su desmovilización, el gobierno nacional necesita urgente dejar de hablar y comenzar a trabajar en ella, en Colombia, no sólo en La Habana.

 

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