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Nos falta civismo

Por: Andrés López (@andresflopez)

Es difícil no escuchar a alguien que maneje su carro quejarse de la movilidad. Que moverse en carro es imposible, que faltan más vías, que los huecos, que la lluvia, que los lentos, que los rápidos, que los imprudentes, que muchos semáforos, que los de las motos, que los que parquean mal. Cuando la gente habla de movilidad todo lo que se escucha son quejas. Pero más allá de la discusión de si se necesitan más vías o no, o si debemos seguir transportándonos en carro particular únicamente en lugar de usar transporte público o bicicleta, muchas de las quejas giran en torno a los demás que no usan sus vehículos de la mejor manera. Es decir, el problema también está en las personas.

Solo basta con recordar cosas que todos vemos en nuestro día a día mientras estamos en la calle, ya sea caminando, usando el transporte público o el carro. Personas que se meten en la fila sin ninguna vergüenza mientras los demás se toman su tiempo para hacerla, los que parquean en lugares donde no se debe con la excusa que solo es por un momento, meterse en contravía porque solo es un “pedacito”, hacer un cruce indebido para no dar toda la vuelta, pitar innecesariamente y de manera excesiva, personas que ocupan los dos carriles de la vía con su carro, los que no respetan los semáforos porque no hay cámara de fotomulta (en el caso de Medellín), quienes van muy rápido porque van tarde (siempre vamos tarde), los que le tiran la moto o el carro a los peatones o los peatones que se llevan por delante a los otros, los que no respetan la cebra, los que se detienen a dejar personas en la mitad de la calle pudiendo usar las zonas de descargue de pasajeros (y no solo lo hacen buseros y taxistas), los que no usan las luces direccionales para cruzar. Así me podría quedar enunciando otras situaciones, pero para todas siempre hay una excusa o justificación y todas muestran algo, y es la falta de civismo y educación en el tema.

Así como parte del problema está en las personas, parte de la solución también. Recordaba una expresión que he escuchado algunas veces sobre la falta que hace aplicar el famoso Manual de Carreño, que puede ser muy conservador en algunas cosas, pero que tiene normas básicas esenciales para relacionarnos con otros y que se han ido perdiendo. Normas y comportamientos que han dejado de enseñar a los niños desde hace un tiempo. Es decir que parte de la solución al tema de movilidad está en nosotros siempre y cuando hayamos aprendido tales conductas. Tiene que ver también con la educación. Y la educación no solo desde la escuela o el colegio que es muy necesaria, sino desde lo que cada uno considera como familia.

Todo parte también de un concepto errado de movilidad, pues la gente casi siempre piensa en vías y en carros. Las vías son solo el camino para llegar a un lugar y los vehículos el medio para conseguirlo, pero finalmente quienes se movilizan son las personas y desde allí debe iniciar el análisis y la comprensión para remediar un problema que agobia a las grandes ciudades. Solucionar la movilidad en una ciudad es mucho más complejo que solo hacer carreteras, o movernos en transporte público. Es algo también social y cultural que permite tener una visión más holística de la situación. Hacer más vías sin concientizar a la gente mediante una campaña de cultura vial es una solución a medias, y para saber usar algo y usarlo bien, primero se debe aprender. La mayoría del tiempo mi carro está más en el parqueadero de donde vivo que en la calle, lo uso principalmente los fines de semana, y al trabajo prefiero ir en bus o metro. Trato de usarlo de la mejor manera posible y cuando realmente lo necesito.

Carreño decía que cuando estuviéramos en la calle nuestro deber era proporcionar las debidas atenciones a las personas que nos encontráramos, sacrificando incluso cuando fuese necesario nuestra propia comodidad. Pero de aquello poco se ve. Las personas se quejan de la movilidad pero usan el carro para moverse dos cuadras, y se enojan cuando no los dejan pasar pero hacen lo mismo con los demás.

La sensación que se siente cuando uno deja pasar a alguien que viene en otro carro o cuando uno frena para que pase un peatón es satisfactoria. Y no me refiero a los que no hacen fila, sino a los que vienen en otra vía diferente a la nuestra o necesitan pasar la vía a pie. Se siente un fresquito por estar haciendo algo bien, algo cívico. Y cuando la otra persona te agradece levantando la mano, o sonriendo y asintiendo con la cabeza u otro gesto la satisfacción es mayor. Si cada uno de nosotros bajara el ritmo y dejáramos pasar al otro que lo está pidiendo adecuadamente, contribuiríamos en algo a mejorar la movilidad en nuestra ciudad. Puede sonar paupérrimo, pero es un gesto sencillo pero poderoso de civismo, educación y cultura que podría contagiar a los demás y convertirse en una bola de nieve.

Un valor que hace falta enseñar a las viejas y nuevas generaciones, que me gusta usar mucho cada que puedo y en el que creo firmemente, es el de corresponsabilidad. Hace rato me di cuenta que en nosotros está mejorar muchas situaciones de las que nos quejamos a diario pero que preferimos echarle la culpa al alcalde de turno. Empecemos con nosotros mismos, dejemos pasar.

 

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