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¿Alcaldes o comisionados de paz?

Por: Andrés Preciado (@andrespreciado3)

Está haciendo cancha en algunos círculos políticos del país la idea que uno de los requisitos básicos para ser un buen candidato en las próximas elecciones locales es “estar preparado para la paz”.

La primera pregunta que surge es, obviamente, ¿qué es la paz?. Si la paz es pensar en un país de ríos de leche y miel en donde todos cantaremos de la mano Imagine, como algunos creen, espero que ningún futuro alcalde ni gobernador esté preparado para tremendo sueño, y tampoco pretenda plasmarlo en su programa de gobierno, pues su mera ingenuidad lo descartaría como buen candidato, aunque sin duda conseguirá algunos votos pues convencerá a románticos de la ausencia de conflictos como forma de socialización.

Otra posibilidad es que se entienda la paz como el escenario posterior a la firma de los acuerdos definitivos luego que la negociación vigente con las Farc finalice. Esta mirada, también ingenua, desconoce que nuestros principales problemas de seguridad y las principales razones de generación de conflictos se han desplazado desde las guerrillas (Farc – ELN) a modalidades de delincuencia organizada (Bacrim) y retos de seguridad cotidiana y ciudadana (violencia intrafamiliar, riñas e intolerancia).

Lo primero que hay que decir es que en el país los conflictos no cesarán y por tanto esa quimera rosa de Colombia en paz está lejanísima y, en segundo lugar, que la firma de una negociación con las Farc tampoco es la paz y su eventual desmovilización nos sigue dejando muy atrás en la meta de ser un país con baja delincuencia y con convivencia armónica.

Si los que reclaman a los candidatos estar preparados para la paz suponen este tipo de escenarios su reclamo es ingenuo y pretende obtener de autoridades locales unos comportamientos que escapan a sus funciones y a lo que se espera de su desempeño.

Un alcalde y un gobernador, o quienes pretenden serlo, si deben prepararse para un escenario de acuerdos con las Farc, deben pensar en un modelo de atención a desmovilización y de intervención en convivencia y cultura ciudadana que impida que se repitan, por un lado, reintegraciones violentas de excombatientes, y por el otro, rechazo de las comunidades receptoras, cosas que nos pasaron en la desmovilización paramilitar. Pero esto no quiere decir que “deben estar preparados para la paz” sino que deben estar preparados para gerenciar crisis, intervenir en sitios complejos, en últimas, debe estar preparados para gobernar.

Es por esto que mi llamado a quienes quieren ser candidatos en las próximas elecciones locales gira en torno a la preparación, al conocimiento del lugar que se quiere gobernar y al establecimiento de propuestas concretas que sean razonables y estén acordes a los recursos que se pondrán a su disposición.

Particularmente en Medellín, más que comisionado de paz, necesitamos un alcalde que realmente gobierne, que conozca la ciudad y sus problemas, que esté en contacto con sus habitantes. Un alcalde que entienda los retos de empleo, educación, seguridad, salud y movilidad que tiene la ciudad y cómo se va a ver impactada en una eventual desmovilización, entendiendo que el modelo de territorialización fariano es muy dispar al que tuvieron los paramilitares y eso hace prever una desmovilización in situ, en sus territorios históricos, más que una fuerte migración a grandes urbes, como ocurrió en el caso paramilitar.

Medellín necesita un alcalde que piense y se ocupe de la agenda de ciudad, obviamente en sintonía con los sucesos nacionales, pero no teniéndolos como meta sino como perspectiva de impacto a la propia ciudad. El país ya tiene un alcalde que piensa más en la Casa de Nariño y “la paz” que en gobernar su ciudad, este es un lujo que los votantes de Medellín no nos podemos dar.

Medellín necesita un alcalde que tenga a la ciudad como su única prioridad.

 

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