VIDA PERRA

Publicado el Henry Salazar

Entropía: energía para la educación del perro

Pero¿ qué pasa cuando el grupo no tiene que coordinarse para cazar porque los recursos se proveen desde fuera, no es necesario defenderse porque se vive en un entorno controlado y no existen alternativas de bienestar? Todos esos procesos emocionales y la energía que mueven ¿dónde van a parar?”

 

Estas preguntas las plantea Carlos Alonso López García en su reciente libro Tu perro piensa y te quiere, y le dan la base para introducir un concepto que proviene de la física denominado entropía.

 

En su acepción original este término representa una magnitud termodinámica con la cual se mide la parte no utilizable de la energía contenida en un sistema. Representa, a su vez, en el mismo contexto de las leyes de la Física, la medida de su desorden.

 

Para López García, el concepto aplica de la siguiente manera: “Es la cantidad de energía que genera un sistema (en nuestro caso el grupo social del perro) y no es aprovechado como trabajo útil.”

 

La relevancia de su interpretación surge de la observación de las alteraciones en la conducta que ocurren a los mamíferos sociales en los zoológicos puesto que toda la energía que produce el grupo social se vuelca casi en su totalidad a las interacciones entre sus miembros. Y también de un formato televisivo ampliamente conocido como “Gran Hermano”, que según este autor, basa su éxito en el aumento provocado de las magnitudes de entropía y la previsión de sus consecuencias: Se incrementa la importancia de la distribución de recursos y el acceso a éstos; así mismo la relevancia de las jerarquías y la insignificancia de los roles sociales con incrementos de expresiones de agresión; y, por último, la potenciación de las relaciones de afecto con frecuencias e intensidades de mayor valor.

 

Así que cuando a un perro, en su condición de mascota, el grupo social limita su espacio, controla su acceso al entorno y sus características, y asegura la provisión de recursos básicos, lo que realmente está generando se manifiesta en la expresión de comportamientos asociados a la posesión, la búsqueda de un lugar de poder, y el incremento en el desarrollo de conductas sociales puesto que son las únicas posibles de ofrecer.

 

Si seguimos este planteamiento, la entropía nos sirve para explicar el origen de buena parte de los problemas de conducta de los perros que hacen parte de grupos sociales familiares en contextos urbanos. Si bien el perro puede recibir muy buen trato, excelentes condiciones de vida, desde la perspectiva de los recursos, no indica necesariamente que su salud mental y – quizás – física también, correspondan con aquellas intenciones.

 

La entropía de un sistema, en este caso del perro como individuo, debe conseguir un equilibrio natural dentro de sí mismo, en la relación con los demás miembros del grupo social y, desde luego, en el siguiente nivel de relación social con otros de su especie y de especies de convivencia habitual, como otros seres humanos, gatos y perros de otros grupos.

 

¿De qué manera se puede disipar esta energía potencial para que no se convierta en desperdicio y sature el sistema provocando las consecuencias mencionadas?

 

Simplemente con un alto grado de enriquecimiento ambiental, con trabajo de educación y entrenamiento, con la estimulación y formación de las relaciones sociales adecuadas, y con espacios posibles de desarrollo para sus habilidades y tendencias naturales bajo control.

 

En adelante sería útil estudiar y analizar de qué manera se transforma esta energía cuando se le da ocupación al perro. Cómo alcanza el equilibrio con cada una de estas actividades y en qué forma se verá reflejado esto en su vida cotidiana.

 

La entropía es un concepto que mide tanto esa cantidad de energía residual acumulada como la capacidad de ordenar o desordenar los elementos de un sistema. Alguna relación ha de tener con el estrés. Ansiedad y agotamiento son emociones presentes cuando hay desequilibrio en la relación de un individuo con su entorno. Por lo cual, la propuesta de Carlos Alfonso López García, de otrogarle al perro un rol social de utilidad que no se restrinja a la mera compañía, hará que esa energía se encauce en forma apropiada con base en sus rasgos etológicos. Y, además, exigirá de los entrenadores un trabajo claro, con objetivos definidos que consigan de la relación humano-perro, la mayor afinidad y colaboración.

 

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