El profesor Noreña piensa en la frase que acaba de escuchar, al principio la cree como una de esas sentencias que esconden una falacia argumentativa e insultante, pero después, desgaja los sonidos de cada palabra y llega a su significado completo: nadie es indispensable.

Recuerda, entonces, a su amigo… aquel vagabundo sempiterno, amo del alcohol, usurpador de todas las reservas de vodka de la ciudad, quien le decía “poeta….somos recursos renovables… que no nos pase como al profesor que le dijeron [esta institución no sería nada sin ti, pero, el próximo año, vamos a averiguarlo]” y soltaba una carcajada apestosa a sabiendas del tamaño de su libertad.

Y es que esas voces vagabundas son el consuelo del trasegar del Profesor Noreña, sus recorridos son vacíos, se encuentra solo y pareciera que nada más que su discurso lo acompaña: su discurso y lo que alimenta sus discursos.

Abre la página del libro que tiene en frente y lee: “La autoridad que desde un principio se atribuyó oficialmente a la Academia en materia de lengua, unida a la alta calidad de la primera de sus obras, hizo que se implantase en muchos hablantes -españoles y americanos-, hasta hoy, la idea de que la Academia “dictamina” lo que debe y lo que no debe decirse”. Esa sí es una falacia argumentativa, piensa el profesor Noreña, se le pone rojo el garguero y empieza a dictaminar ideas sobre el poder de los hablantes, la versatilidad del lenguaje de la gente pobre, la construcción de significados a partir de malicias populares; sube y baja el tono de voz porque cada vez se emociona más; entre frases argumentativas intercala frases emotivas “perdón por la emoción”, “es que eso hay que decirlo sin adornos”, “no es posible que en plena globalización tengamos pensamientos de la Edad Media”…

El punto más alto de su elucubración llega cuando recuerda el lema con el que se eternizó el poder ideológico de una nación sobre una lengua, es decir, el lema que en 1722 definió la actividad de la Real Academia de la Lengua: “Limpia, fija y da esplendor”. En ese momento, no es la garganta sino el cerebro entero el que se pone rojo. Nacen así las habilidades réprobas desde lo más profundo de su pensamiento y se riega contra la falsedad ideológica; contra la mentira de un imperio que quería dominar después de haber sido dominado durante más de 1000 años; contra la desfachatez de creer que el valor de los ideales es mayor al valor de la gente de la calle, que masca palabras para sentirse feliz, para dar con sus sentimientos, para expresar en el mundo que las cosas existen porque ellos las experimentan y no porque unos eruditos se las inventan; rompe en sollozos, tiene que respirar profundo y sentencia: “nos vemos la próxima clase”.

Pero los estudiantes no se van, ese repentino final no les sonó a despedida, uno cierra el cuaderno y lo guarda en su maleta, los otros siguen el movimiento con sus ojos y reaccionan haciendo lo mismo… un momento, no todos, hay, todavía, uno estudiante inmóvil. Se acerca al profesor para revivir la siguiente conversación:

-“Lástima que no todos los profesores piensan como usted”.

-“No todos tenemos que ser iguales, señor Castelli”.

-”No me refiero a eso, profesor Noreña, ayer mismo, en clase de Francés, el profesor Galberto defendió la lengua francesa diciendo que era culta y que no podía ser popular”.

-“Todas las lenguas son cultas y populares al mismo tiempo…”.

-“Como el whisky y el tamal….”

-“No entiendo la comparación”

-“Es que para su colega, por ejemplo, cantar salsa en francés es como bajar un tamal con whisky…”.

Guardó silencio por respeto a su adlátere, pero sintió indignación. Y cuando el profesor Noreña siente indignación, entonces, piensa, piensa duro:

los profesores somos pobres porque pobreteamos lo que enseñamos, establecemos relaciones de poder para perpetuar la injusticia que supuestamente combatimos, ejercemos la influencia de las ideas como ejerce la dominación un tirano, el ideal de una buena clase pasa por la repetición de ideologías, de mentiras, de lugares comunes, hagamos una lista de embustes: “el francés es más refinado”, “el inglés es un idioma práctico”, “el francés es la lengua del amor”, “el inglés es el idioma de los negocios”, y si lo pesamos desde nuestro lado: “la RAE es verdad absoluta”, “Es indigno escribir como se habla”, “el castellano es la segunda lengua más hablada del mundo”…¡queridiculeznomás¡….¡somos émulos de la tontería…!

-“Profesor Noreña, ¿le pasa algo?”.

-“Nada, nada señor Castellini, no olvide leer las 39 páginas del profesor Grijelmo para la próxima clase…”. Y se retira alterado.

Una sola cosa cruza su mente al pasar por el umbral del salón: aquel colega mequetrefe debería ser un recurso renovable, un personaje así podría ser absolutamente dispensable:

-“Si él se va, no hace falta, y si yo llego”, piensa con pausa el profesor Noreña, “pues tampoco sobro”

Una carcajada apestosa ahora es la que retumba en los pasillos de la edificación.

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