Ventiundedos

Publicado el Andrey Porras Montejo

La paz que no se respira

Resulta demasiado contradictorio para nuestro país el que se esté firmando un tratado de paz histórico, mientras dentro de su territorio se viven perfectos ejemplos de arbitrariedad y fuerza bruta.

Se trata de verificar que el discurso de la paz es importante en la superficie de la imagen internacional, pero nada de ello se relaciona con las situaciones o los problemas internos, todo lo contrario, allí, demostrando su negligencia y falta de coherencia, el gobierno actúa en total contradicción con lo que, de dientes para fuera, predica en la Habana.

Primera falsedad: que la paz evitará las víctimas en Colombia… ello no parece tan cierto a la luz del último encuentro entre manifestantes del paro camionero con el ESMAD, en Duitama, donde murió un joven por culpa de una granada disipadora, lanzada en su cara. Represión del estado que no dialoga y utiliza el poder de las armas, así no estén catalogadas como letales.

Segunda mentira:  que la paz traerá más inclusión social, ello no parece tan cierto cuando hay una tutela interpuesta por quince prostitutas quienes fueron maltratadas por la policía hace algunas semanas, de donde se deja ver que el único delito cometido es el de ofrecer su cuerpo. Además, a partir de una medida represiva y bajo la misma perspectiva del Bronx, la última política incluyente de la Alcaldía de Bogotá es la de multar y sellar los moteles, creando un impacto social que no mide las consecuencias humanitarias.

Tercera farsa: que la paz traerá más equidad, empleo e inversión, pues ello no parecen demostrarlo los más de 40 días del paro camionero, con el agravante que la atención ahora se está dirigiendo a las arandelas externas, desviando las peticiones hacia infiltraciones, carteles de la chatarra o cortinas de grupos delincuentes. De esta forma, se dilata la seriedad de una negociación y se empodera al Estado para que utilice la fuerza bruta: técnica muy recurrente en el gobierno Santos.

Todo ello convierte a la paz en un discurso vacío, político al extremo, con el fin de lograr ciertas ventajas internacionales de apariencia, pero nunca en el desarrollo convincente de una transformación social: la paz se convierte en un grupo de palabras vacías, pertenecientes a una pantomima malgastada y sin color.

Los 4000 millones de pesos que se invertirán en publicidad para lograr el sí en el plebiscito, son la fachada de una sociedad que encontró lucrativa una idea, pero que no está dispuesta a practicarla porque, en el fondo, todavía creemos en la violencia como vía de hecho, si no fuera así, algo de ese discurso sobre la paz se aplicaría a los problemas internos de la nación….y lo peor de todo, esta idea no está sola, tiene eco internacional en el reciente Brexit o en candidatos como Donald Trump: el mundo tiende, casi de manera inconsciente, a venerar el fantasma de la ultra derecha.

Osuna, hace algunos días, publicó en este diario, una caricatura fenomenal titulada “Tú tranquila”, en ella, aparece una mujer que representa a la opinión pública preguntando qué pasaría si después de la firma de la paz se desata una guerra (nada más parecido a lo que está ocurriendo). La caricatura de nuestro presidente le responde: “tranquila, eso es normal en estos procesos”…. La expresión gráfica no solo es acertada por burlarse de la mediocre muletilla del narrador de fútbol, sino que también, es válida porque Osuna logró una perfecta radiografía de la mentira en Colombia.

La paz está mucho más allá de toda esta parafernalia embustera. Aprender a apartarse, y lograr respirarla de verdad, es un proceso que aún desconocemos.

La-verdad-y-la-mentira-en-la-política-por-Fernando-Mires-640

@exaudiocerros

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