Utopeando │@soyjuanctorres

Publicado el Juan Carlos Torres

El país del no futuro.

A juzgar por la primera impresión, este relato ensueño pareciera coincidir con la realidad social, política y cultural de cualquier país latinoamericano; tanto que mis amigos de otros países de la región, creerían que se trata de una radiografía de su nación. No obstante se refiere al acontecer, reitero,  de esa manifestación mental de imágenes, sonidos, pensamientos y sensaciones ensueño, inconscientemente relacionadas con alguna realidad.Se trata de un país secuestrado por la desidia de quienes lo gobiernan y sumido en la inoperancia de sus gobernados. Una monarquía donde ser traqueto, prostituta, proxeneta y corrompido; entre otros,  “SI PAGA”. Y paga más que ser científico, médico o un ciudadano de bien. Un pueblo sin dolientes, sin derecho a la salud, vida, honra y bienes de sus ciudadanos, donde los derechos humanos son una utopía y los organismos de control y justicia están plagados por los síndromes del nepotismo, clientelismo y el amiguismo.

Advertía  yo en mi sueño, cómo natales de ese pueblo veían morir a sus congéneres en las puertas de los hospitales producto de un precario sistema de salud, donde la vida no vale nada. Y peor aún, en los rostros de la gente no había dolor. Me refiero a esa gente indolente: al periodista que acalla, al juez que no condena, al político que no infunde el cambio y  la defensa de lo público y lo colectivo; y a la gente del común, que mal elige a sus gobernantes. En ese momento parafraseaba  levitando a Martin Luther King: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”.

Paradójicamente ese país se ufana al ostentar un crecimiento económico en el Producto Interno Bruto, pero con una fortuna guardada en la banca de propiedad de unos pocos y no en la calle: en los parques, en la indigencia, amparando la miseria. Ese país ensueño, de poca sincronía ciudadana, sumido en el miedo y el terror, producto de las consecuencias nefastas que genera el flagelo de la desigualdad social, la lucha de poderes y la corruptela; aunado a la cultura ciudadana del facilismo, carece de una verdadera pedagogía ciudadana de respeto, que incorpore  los criterios de amor al prójimo, a la familia, al campesino, al trabajador raso, al estado, a la justicia, a la propiedad ajena, a los niños, ancianos y etnias; entre otros.

Me cuestionaba ya despierto, que será de ese pobre país, donde las políticas públicas de su futuro se debaten en medio del cinismo, el clientelismo y la corrupción; cuando en otros países desarrollan nuevas técnicas de inclusión social y reducción de pobreza, optimizan los sistemas de salud y educación;  invierte miles de millones en investigaciones científicas y culturales; otorgan becas y subsidios; promueven el acopio de cerebros expulsados de países decadentes como el de mi sueño. Es decir, mientras este país apenas está poniéndose de acuerdo de cómo se reparten el pastel, el resto del mundo ya inició la carrera hacia el futuro y le llevan años luz. Qué va a ocurrir entonces, cuando este país de ricos lleno de pobres, sea un país pobre lleno de ignorantes.

En ese país  los dioses son mafiosos, su catedra cristiana es el cohecho, y en la calle se aprende que es más fácil robar que trabajar. A unos los llaman ladrones de cuello blanco esos son los refinados y a los otros  “viciosos”. El sistema económico es el “Pre Pago” que significa pago por delante, es de caracterizar las dadivas, la extorsión, la salud, la educación (salvo un crédito vitalicio e inconmensurable), la prostitución (dignificada), el sicariato y hasta el voto es “fifty- fifty” (50-50), entre un sin número de sectores que comprende el “prepaguismo”. Este país es un gran enigma ante tan pintorescos aconteceres y la falta de gobernabilidad.

El deporte nacional  de ese país es ser choro, el policía se confunde con el ladrón y el sueño más grande es ser político. En ese país las altas cortes son agencias de viajes y los magistrados fallan desde el caribe;  la delincuencia común se escuda en los grupos al margen de la ley y hasta el vendedor de sueños paga por su derecho a pensar. Este es un país que lo tiene todo y no ha logrado nada, una nación que no supo aprovechar la bonanza económica para sacar a su gente de la pobreza, quedando rezagado con ingentes escándalos de miseria e inequidad. Aunado a este triste panorama, el boom económico acrecentó más la brecha entre ricos y pobres. En pleno sigo XXI este país en procura de constituirse en nación en vía de desarrollo se encima en el pódium de los países con más altos índices de desigualdad.

Ya despierto, quise comprender como un país tan rico, con instituciones públicas sofisticadas, que logró duplicar su gasto público social no haya conseguido traducir estos esfuerzos en menos inequidad. No razono sobre el éxodo de un estado en los fenómenos sociales que genera la desigualdad; la ausencia de la fuerza pública y militar o la mescolanza de la misma en la problemática de seguridad ; y la ausencia de voluntad política para extirpar ese cáncer social que tiene arrodillado  a ese país.

Me empezó a doler el alma de solo pensar que este síndrome del cual sufre ese país de mi sueño, que es tan miserable pero a su vez es el mismo paraíso, donde el traqueto es vicioso, el corrupto honorable, la prostituta se enamora, el proxeneta sufre de celos y el pobre vende el voto; pudiera materializarse  en alguno de nuestros pueblos.

Twitter: @soyjuanctorres – [email protected]

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