Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Cita

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El movimiento nervioso de la mano sugiere que espera a una mujer. A una mujer que no es su esposa. Acaso una amante. Un viejo amor. Un amor que no se consumó. Todos los amores que un hombre puede esperar en cualquier esquina y a cualquier edad.

Mira el reloj por tercera vez. Debe pensar que se arrepintió, que no llegará. Que lo dejará esperando por horas, hasta que él decida irse alicaído, caminando sin la rigidez que tiene ahora.

Quizás piensa dónde está la mujer. Si está en un trancón o en la casa. Si camina por un parque o por una avenida. Intenta saber qué está pasando por su cabeza. Porque los hombres nunca sabremos qué pasa por la cabeza de una mujer, pero intentamos saberlo. sospechamos que es un alboroto de miles de ideas hablando al tiempo. O una oleada de emociones, estrellándose, desintegrándose, volviendo a tomar forma. O un bulto de anzuelos. O todo al mismo tiempo.

Minutos después llega una señora menor. Acaso sesenta y cinco años años. Cabello negro, saco morado, pantalón café. Se miran sin decir palabra. Ella levanta el brazo. Él no sabe si darle la mano o saludarla de beso. Se decide por lo último. Es torpe. No sabe dónde poner los labios. Ella se queda quieta, como si estuviera hecha con la misma piedra con la que se construyó la iglesia que está a su espalda. Algo le dice él al oído que hace que ella se separe y le dé un golpe seco en un brazo. Ríen a carcajadas.

Él señala hacia el noroccidente. Ella niega con la cabeza. De nuevo es de piedra. La toma por los hombros. Ella da dos pasos hacia atrás. Él levanta las manos como si lo acabaran de encañonar por la espalda. Y quizás sea así: el amor siempre será un criminal que nos embosca por la espalda. Vuelve el silencio. Algo en el señor se quiebra por dentro. Pierde la rigidez. Se pasa la mano por el cabello. Se acomoda las gafas. Tiempla el saco con las dos manos, como si jalara un mantel. Algo le dice. Ella se calma. Él señala la Calle 11 hacia el oriente. Ella asiente con poca convicción. Empiezan a caminar. Él se crece como si el alma le quedara estrecha en el cuerpo.

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Fotografía: Lolope

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