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Publicado el Solteras DeBotas

La sensualidad no se rige por tallas

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…Ni por el color de piel o la estatura, ni tiene fecha de caducidad.

La sensualidad es algo que nos arrebataron a muchas mujeres desde hace tiempo, pues nos dijeron que si no encajamos con un estereotipo de diosa joven entonces no podemos ser catalogadas como sensuales. Cosa que no es cierta, porque para ser sensual, no hay que ser perfecta.

En un mundo lleno de moldes hay que romperlos siendo auténticas, eso es el mayor sex appeal. Al igual que el erotismo, la sensualidad no tiene límites, los límites más bien los ponemos nosotras con nuestras inseguridades.

La sensualidad tampoco es un derecho exclusivo de las celebridades o modelos, pues hay mujeres sensuales que no hacen ejercicio, que andan despelucadas o que rompen la dieta una y otra vez, que a veces no utilizan ropa de moda o que se cansaron de pintarse las canas; la sensualidad es diversa y relativa, por tanto, hay féminas “descuidadas” y de a pie que también tienen lo suyo. Como dijo alguna vez la escritora Susan Sontag: “No está mal ser bella, lo que está mal es la obligación de serlo”.

Hay que hacer el amor con la luz encendida y mostrar nuestras curvas o nuestros huesos con orgullo, en vez de enfocarnos en ocultar, disimular o realzar, dejémonos llevar por el deseo que inspiramos y por lo que sentimos. Somos merecedoras de las caricias y del placer, así que disfrutemos más y soltemos los miedos. No pensemos tanto en los rollitos o la celulitis que se rebelan cuando hacemos X o Y postura, más bien pensemos en lo rico que es dar y recibir. Y mandemos a nuestra jueza interior y a las expectativas sociales de vacaciones bien lejos.

Libertad es eso que aparece cuando empezamos a sentirnos sensuales sin el peso de los prejuicios, esa tranquilidad de irnos a la playa sin tener que preocuparnos porque el pareo tape lo suficiente, el poder relajarnos de verdad y dejar que el sol dore nuestra piel, el tomarse una piña colada sin pensar en las calorías, el darse un chapuzón sin ponerle cuidado a los ojos acusadores que opinan que estamos muy panzonas para usar bikini. Para tener un cuerpo de verano, solo se necesita un vestido de baño y un cuerpo, nada más.

Siempre andamos buscando lo que nos falta, porque nos sentimos incompletas como si con nosotras mismas no bastara, pues la fémina delgada siente que necesita más nalga, la que tiene poco busto quiere una talla más, la robusta anhela un abdomen plano, la crespa desea tener el cabello lacio, la castaña quiere ser rubia, la madura busca verse más joven, y la joven quiere tener más curvas… y así nos pasamos la vida siguiendo las órdenes de un dictador llamado “ideal de belleza” que es tirano e indeciso pues cambia de estereotipos como cambiar de calzón. En resumidas cuentas, nuestro amor propio paga los platos rotos y se vuelve un yo-yo que sube o que baja de acuerdo a la ocasión, así que nuestra sensualidad es castigada y censurada, en parte por la manera en cómo nos percibimos a sí mismas.

No se trata del color de nuestros ojos sino de la mirada, no se trata del exceso de curvas o la falta de ellas, se trata de nuestra forma de caminar. De nada sirven unos labios carnosos si de estos no salen palabras inteligentes y picaras. Las mujeres sensuales son seguras de sí mismas y saben usar lo que tienen, porque están convencidas que pueden comerse al mundo.

Algo cambia cuando entendemos que la sensualidad es un atributo tan poderoso que no se limita a lo físico, porque interiorizamos que no es nuestro cuerpo lo que nos hará deseables, sino lo que proyectamos a través de este, por eso no hay esperar a tener una silueta 90 – 60- 90 para sentirnos seductoras.

El amor empieza por casa y cuando hablo de casa, me refiero a nuestro cuerpo, a ese que cada día envejece un poco más, y que así sea flaco, gordo, bajito, o arrugado hay que quererlo mucho, aun en contra de las presiones, las expectativas, las revistas de moda y las instagramers con silueta y vida de ensueño, porque nuestro cuerpo es el lugar donde vivimos.

Abrazar nuestras supuestas imperfecciones y volverlas deseables es un acto revolucionario, porque para ser sensual no hay que ser perfecta, pero si hay que tener actitud, mucha actitud.

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