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Carta de reclamo a mis expectativas

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Mis amadas y odiadas expectativas

Tuvo que pasar el tiempo y tuve que aprender ciertas vainas para darme cuenta que el secreto para neutralizarlas radica en no tomarlas en serio, cosa que no es nada fácil, porque ustedes son bastante astutas y saben disfrazarse muy bien, tanto que muchas veces las llegué a confundir con la esperanza o el optimismo.

Quiero decirles que mi vida actual nunca va a estar a la altura de lo que ustedes me exigen, y que por mucho tiempo fui infeliz por intentar alcanzar una utopía que solo existe en mi cabeza y que fue implantada por ustedes.  Porque una cosa es tener planes realistas de vida y trabajar para materializarlos y otra muy distinta es crearse pajazos mentales, y creo que ustedes son eso, un conjunto de pajazos mentales de la más extraordinaria tecnología, lista para asombrarnos con una campaña publicitaria hipnótica que nos muestra un retrato perfecto que cualquiera quisiera comprar. Ustedes son las autoras intelectuales de las casas en el aire, del príncipe azul, del trabajo soñado, de la maternidad color de rosa, del cuerpo perfecto, de la familia funcional, y de aquellas cosas que se ven bonitas en la teoría, porque en el mundo de la teoría todo está bien,  pero que en la práctica duelen porque no se cristalizan a imagen y semejanza de sus mitos.

Ustedes me alimentaron la culpa,  los reproches y las decepciones. Me di palo y distorsioné mi autoconcepto con base a lo que otros esperaban de mí, también me incitaron a exigirle más a otras personas, en vez de ocupar el tiempo en trabajar la confianza propia. Enaltecí  a quienes no debía, al poner mis alegrías en manos de terceros en vez de percibirlos como lo que son, como seres humanos que también la embarran. Si hubiera tenido conciencia de esto, mis frustraciones habrían sido mínimas.

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¿Saben qué? mi presente no se parece a lo que imaginé a los 25 años, en primer lugar porque cambié, y por eso algunos sueños que antes veía con cierta ambición, ahora no me llaman la atención. Lo segundo fue que entendí que el éxito es personal y no un estándar para todo el mundo, y difiere de lo que yo creía, no se reduce a la lucha por ser la más divina, la más fuerte, o la que más plata gana, actualmente mi visión del éxito se traduce a tranquilidad, y ya no deseo convertirme en alguien que complace al resto de personas porque la presión social dictamina que tengo que hacer ciertas cosas, a cierta edad. Al diablo con eso, para mí ser exitosa es ser feliz y esto me implica mandar al carajo esas expectativas que durante años alimenté, moldeé y que se hicieron tan amigas de mi ego.

Me hicieron creer que si las vainas no se dan como se tenían previstas, entonces todo es un fracaso, como el viaje que tanto planeé y cuyos resultados fueron diferentes a lo calculado, como la vez que casi me caso pero me faltó el centavo para el peso (menos mal)… y así en el recuento de historias llegué a inventariar una lista larga de momentos que estuvieron sometidos por la tiranía de ustedes mis añejas expectativas. Aquellas nubes cargadas de gris desilusión no me permitieron ver las grandes lecciones que surgen cuando las cosas no cuajan como una quiere. Por fortuna en el presente empiezo a comprender que lo etiquetado como malo, negativo, terrible, BUUU o feo, no es tan así, porque al final se aprende.

Sin negar que quizás en momentos de efervescencia nos volveremos a encontrar porque reconozco lo difícil que puede ser  separarme de ustedes,  me despido diciéndoles que agradezco los aterrizajes forzosos contra el pavimento de la realidad, pero debo cortar esta relación dañina, desde hoy ya no son MIS expectativas, sino LAS expectativas porque renuncio a sus quimeras, y no las tomaré de forma personal, ni las haré mías. Hoy me libero, hoy les digo adiós y me prometo a mí misma que cada vez seré más resistente a sus influjos.

Valeria De La Espriella

Autora del libro ‘Manual para Solteras DeBotas’, disponible en librerías de Colombia.

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Fotos Audrey Hepburn en la película Funny Face

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